Un batalla silenciosa, pero diaria. Los agricultores de Canarias se enfrentan cada día a una guerra que nunca se acaba: las plagas. Polillas, cochinillas, pulgones, ácaros, orugas y moscas campan a su anchas por el campo canario mientras los productores intentan exterminarlas y reducir los efectos que producen en sus cultivos. Pero no siempre es posible. La globalización impide erradicar por completo cualquier amenaza, lo que empuja a los productores a centrarse en la prevención y en el monitoreo de las fincas para «controlar», en la medida de lo posible, el daño. Además, el buen clima canario favorece a la expansión de la amenaza. Convivir con ellas se vuelve imprescindible y es que aunque no existe un registro de todos los ejemplares, las asociaciones agrarias estiman que existen más de 100 especies comiéndose la agricultura canaria.
Y eso sin contar las que todavía no han logrado entrar en el Archipiélago. Gracias, sobre todo, a la orden de 12 de marzo de 1987 por la que se establecen para las Islas las normas fitosanitarias relativas a la importación, exportación y tránsito de vegetales y productos vegetales. Esta norma pretende evitar precisamente la entrada de plagas, por lo que impide la importación de determinadas frutos y plantas. Es el caso de los plátanos, aguacates, mangos, papayas y piñas tropicales. De ahí el control exhaustivo que se ha decretado tras dar luz verde, el pasado sábado, a la importación de papas desde Reino Unido después de que el transito de mercancías se haya paralizado por una plaga de escarabajo del Colorado en el condado de Kent.
Viejas conocidas
Pero a pesar de los controles los productores siguen detectando especies nuevas con el paso de los años. Y siguen batallando con las viejas conocidas. Es el caso de la polilla tuta absoluta que ataca a las producciones de tomate y la polilla guatemalteca que se ceba con los cultivos de papas canarias desde 2010. «Es muy puñetera», reconoce entre risas la investigadora del Instituto Canario de Investigaciones Agrarias (ICIA), Ana Piedra-Buena, sobre este bicho procedente de América Central y América del Sur. «Pone el huevo directamente en la tierra o en el tubérculo por lo que desde que emerge está protegida y no hay forma de controlarlo», explica. Además, el daño no se aprecia a simple vista sino cuando se va a cosechar. «Cuando te das cuenta de la plaga es demasiado tarde», lamenta el técnico de COAG Canarias, Nauzet Morales.
Otra de las plagas más presentes en los cultivos de Canarias son los denominados thrips, insectos muy pequeños que atacan muchos tipos de cultivos, como los aguacates, provocándoles deformaciones. Estos cambios estéticos hacen que las piezas pierdan valor en el mercado, aunque los productos no pierden comestibilidad. «No suelen estar expuestos, se esconden, por lo que son muy difíciles de controlar», afirma Piedra-Buena.
Feromonas
El picudo de la platanera también trae de cabeza a los productores isleños. El insecto se esconde dentro y se la come, por lo que durante esa fase no hay manera de acceder sin causar daño en la plantación. «Solo pueden utilizarse trampas de feromonas cuando son adultos y salen al exterior», aclara la investigadora del ICIA. Existe otra especie, el picudín, que amenaza a las palmeras de las Islas. Provoca en la palmera canaria el secado prematuro de los anillos de hojas inferiores y la pérdida y rotura de hojas y en algunos casos más drásticos, la muerte de ésta. También hay numerosas cochinillas que afectan a los cultivos subtropicales y pulgones que atacan a papas, lechugas y pimientos. Además de múltiples arañas, más conocidos como ácaros.
Los agricultores se quejan de la falta de herramientas para combatir la amenaza en sus cultivos
La mosca blanca no trae problemas por sí misma, pero pica viñas, calabacines, pimientos y tomates para extraer la savia y puede trasladar virus a otras plantaciones como el de «Nueva Delhi», que causa graves daños en los cultivos. También supone un peligro la presencia de psila en algunos cultivos como los cítricos y los olivos. Y la dacus frontalis, una mosca de la fruta de gran tamaño, que ataca especialmente a las calabazas. Además, es difícilmente detectable porque el bicho tarda en desarrollarse.
Y estos son solo algunos de los ejemplos. Los que se han podido reconocer, estudiar su ciclo y convivir con ellos porque afectan anualmente a los cultivos isleños. «Tenemos herramientas para poder controlarlas, pero no podemos hablar de erradicarlas porque siempre vuelven a proliferar», explica Morales. Y con él coincide la presidenta de la Asociación de Agricultores y Ganaderos de Canarias (Asaga), Ángela Delgado, quien asegura que en un mundo globalizado «es imposible controlar el movimiento de las plagas». «Solo es cuestión de tiempo que lleguen las que todavía no lo han hecho», afirma.
Y es que muchas de las especies llegan a las Islas por el movimiento humano. Viajeros que de forma inocente traen frutos, semillas o material vegetal contaminado que acaba proliferando en el Archipiélago. En los aeropuertos hay cartelería prohibiendo este tipo de prácticas, pero muchas de las entradas no se detectan. «Una simple partícula en una bota de un turista o un souvenir envuelto en hoja de platanera puede servir de transporte a las plagas y ser devastadora», advierte Piedra-Buena. «Primamos la llegada de turistas y por el aeropuerto tenemos un agujero de entrada muy peligroso», avisa Delgado.
Para convivir con las plagas sin que dañen gravemente al sector, es necesario contar con una buena defensa. Y aquí tampoco hay grandes noticias, ya que las armas para luchar contra las plagas no son muchas debido a que los productos que antes estaban permitidos han ido prohibiéndose por sus componentes químicos. «Nos preocupa que cada vez tenemos menos opciones para intentar acabar con ellas», lamenta Delgado.
La mejor defensa, según los expertos, es la prevención y el buen mantenimiento de las fincas
Ante cualquier amenaza agrícola se siguen los pasos de manejo integrado: prevención, observación e intervención. Según Piedra-Buena la estrategia de actuación ante plagas siempre va de «más suave a más fuerte». Por lo que primero se intentan utilizar técnicas menos agresivas, práctica culturales e inocuas. Como por ejemplo liberar enemigos naturales que sirvan para controlar la amenaza. También hay técnicas con trampas de feromonas o con endoterapia. «Hay veces que la clave está en eliminar los restos de cultivo anterior y empezar de cero», apunta la investigadora del ICIA, quien propone como solución mezclar cultivos en una misma parcela. «La diversidad puede traer enemigos naturales y además sirve para distraer a las plagas», añade.
La clave, según los expertos, está en la prevención. La plantas que crecen fuertes y sanas, en ambientes climáticos adecuados, tendrán más posibilidades de ganar la batalla contra las plagas. «Son como los humanos, si tienen bajas las defensas, las enfermedades proliferan con más facilidad», afirma la presidenta de Asaga.