Pesca

El último del caladero marroquí

Juan Morera es el último pescador canario que faena en el caladero marroquí. La decisión del Tribunal de Justicia de la UE de suspender los acuerdos de pesca con Marruecos paralizó la actividad laboral de este armador que lleva más de un año con el barco parado en el Puerto de la Luz y sin soluciones a la vista.

El pescador Juan Morera junto a su barco ‘Montes y Sabino’, que lleva un año parado en el Puerto de la Luz (Gran Canaria).

El pescador Juan Morera junto a su barco ‘Montes y Sabino’, que lleva un año parado en el Puerto de la Luz (Gran Canaria). / Juan Castro

El Montes y Sabino, barco del armador canario Juan Morera, lleva parado más de un año en el Puerto de la Luz (Gran Canaria). La decisión del Tribunal de Justicia de la Unión Europea de tumbar los acuerdos pesqueros con Marruecos paralizó la actividad laboral de este pescador que lleva más de 40 años faenando en las costas africanas. Hasta ahora era el único isleño que había sobrevivido a la inestabilidad del caladero, pero este último golpe lo lleva ahora a plantearse vender el barco y aparcar una vida entera en el mar. Esa decisión podrán punto y final a su carrera, pero también a la pesca tradicional canaria en el caladero marroquí. «Los pescadores peninsulares tienen caladero en el Mediterráneo y van escapando, pero mi caso es único, de salir a faenar 365 días, ahora no puedo salir ni uno», lamenta Morera.

Desde la Consejería de Agricultura, Ganadería y Pesca del Gobierno de Canarias le han prometido que encontrarán una solución y aseguran que ya han contactado con Madrid, pero el tiempo pasa y las facturas siguen llegando. El armador gasta una media de 2.000 euros mensuales para mantener el barco. «Me obligan a tenerlo en condiciones de navegabilidad porque mi empresa sigue en activo aunque no salgo del puerto», explica. El pescador sigue manteniendo a un empleado en plantilla, pero ha tenido que prescindir de su equipo, que estaba formado por una decena de personas. «Estaban pendientes de si se arreglaba la situación, pero a estas alturas ya han tenido que buscarse otra cosa», aclara el armador.

Durante este año a Morera no le ha entrado ningún ingreso, lleva desde julio del año pasado sin percibir ayudas de las administraciones y ha tenido que tirar de ahorros personales. Una situación que puede permitirse, cómo máximo, otros seis meses. «Cuando un negocio no es rentable, o lo regalas o lo malvendes y si esto sigue así, ese será mi futuro», lamenta. Ya hay varias personas que desde Mauritania le han ofrecido comprarle el barco, pero a un precio muy inferior a la inversión que él ha hecho durante los cinco años que ha tenido el Montes y Sabino.

En 1989 había 50

Esta no es la primera vez que Morera se enfrenta a un parón por culpa de la ruptura de acuerdos con los países africanos. Es precisamente esta inestabilidad lo que ha ido provocando que los pescadores canarios abandonen el caladero con el paso de los años. Cuando Morera empezó, en 1980, había unos 50 y ahora solo queda él. En 2009 el armador tuvo que parar su actividad durante dos años por la falta de convenios, por lo que se vio obligado a vender su barco a una empresa de Tenerife. «Europa antes siempre nos daba ayudas, nos respaldaba, ahora no hay nada», defiende. 

La falta de seguridad y las complicaciones derivadas de la falta de acuerdos, llevaron a Morera a recomendar a sus hijos que se alejaran del sector pesquero y buscaran otro oficio. «Llevo 40 años y me han interrumpido cuatro veces por la ruptura de los convenios como consecuencia del conflicto en el Sáhara, no vemos futuro a largo plazo», reconoce el armador.

El canario tampoco puede plantearse ejercer la actividad en otro caladero de las Islas. No tiene licencia de pesca para trabajar en el Archipiélago y sacársela tampoco es una opción ya que los cupos de las licencias están a tope. «El reparto de cuota ya está concedido, tendría que comprar un barco de un compañero que quisiera venderlo», aclara. A sus 65 años, y tal y como está la situación, no le queda otra que resignarse. «Antes tenía patrones que estaban dispuestos a sustituirme para mantener la empresa, pero en vista de que no hay futuro, se han buscado la vida por otro lado», lamenta. 

Antes del parón, Morera trabajaba los 365 días del año, salía dos veces al mes a faenar a tres millas de Marruecos y pasaba allí unos once días. Pescaba sama y cherne, entre otras especies, y descargaba en el Puerto de La Luz para trasladarlo a la cofradía de San Cristóbal. En los buenos tiempos llegó a descargar unas 14 toneladas a la semana, una cantidad que se fue reduciendo con el paso del tiempo. «Cada vez teníamos más competencia porque muchos canarios que empezaron a trabajar en los barcos marroquíes les enseñaron nuestras técnicas», afirma Morera, quien reconoce que las últimas veces las capturas solo llegaban a los 6.000 kilos semanales. 

"Liña y nasa"

El armador realiza pesca tradicional con «liña y nasa» y asegura que el 50% de las capturas que se descargaban en la cofradía de San Cristóbal eran de su barco. Nunca se planteó cambiar su forma de trabajar a pesar de que este tipo de pesca frena la posibilidad de mecanizar la actividad para facilitar la vida de los pescadores. «Es un trabajo que requiere de mucha vocación, es duro y no hay máquinas que sustituyan el sistema manual que nosotros utilizamos», recuerda. 

Al pescador le da pena acabar de esta manera, pero también le entristece llevarse con su retirada el último ejemplo de pesca tradicional canaria del caladero marroquí. Solo quedan las embarcaciones pequeñas que faenan cerca del litoral canario. «Quizás en un futuro llegan a un acuerdo con el Frente Polisario para poder pescar, pero entonces ya será tarde porque no quedarán barcos canarios», lamenta. Morera se queja del «poco apoyo» que la flota canaria ha encontrado en las administraciones y recuerda las dificultades a las que se ha enfrentado en los últimos años. «Han sido cuatro años muy difíciles, hemos tenido hasta que ir a Tenerife para comprar hielo», explica. 

Morera se introdujo en el mundo de la pesca hace cuarenta años gracias a su suegro. Su familia política tenía tradición marinera y él se animó «para ganarse la vida». Los inicios fueron duros, estuvo incluso a punto de perder la vida en una ocasión en la que el mar embistió el barco y acabó en el fondo. Pero nunca se planteó abandonar. «Yo no conocía otra cosa, no me quedaba otra que tirar para adelante y una vez estás dentro, lo coges por necesidad», explica. Una vez pasado el tiempo, Morera reconoce que no cambiaría su profesión. Ha tenido «momentos complicados», pero el mar le ha dado «todas las satisfacciones» de su vida.

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