La ola de calor merma hasta un 50% los frutales del campo canario
Cultivos como la manga se ven especialmente afectados por las altas temperaturas
La pérdida de frutos puede suponer una disminución del 30% en la facturación de los agricultores

Ciruelas en un terreno de Vega de San Mateo, ante la escasez de agua en plena ola de calor. / Andrés Cruz

La agricultura canaria no pasa por su mejor momento. La sequía y las altas temperaturas amenazan al sector, problemas que se intensifican con la llegada del verano. Nada nuevo. La reciente ola de calor extremo que azotó a las Islas afectó a los cultivos de frutales, con pérdidas que, en los casos más graves, alcanzan hasta el 50%. El principal desafío, señalan agricultores, se encuentra en la escasez de agua que ya durante todo el año reta al sector primario. Con el calor, este problema preocupa, aún más si cabe, a los pequeños productores por el resentimiento que causa en plantaciones claves como la de la uva, el plátano, la manga o el aguacate.
Pese a que las altas temperaturas, que han situado a algunas zonas del Archipiélago por encima de los 40 grados, no han dejado grandes daños ni pérdidas en los cultivos, "la falta de agua", explica Julio, agricultor en las medianías de Gran Canaria, sí que ha puesto en jaque a la producción. Su cosecha se centra principalmente en los árboles frutales, pero tras el fuerte episodio de calor, muchas de sus plantaciones se han resentido.
Las pérdidas las cifra entre un 25% - en el caso de la ciruela - y un 50% - en frutales como la higuera - y no descarta que la situación empeore porque "queda un verano largo". La emergencia hídrica y la llegada de temperaturas extremas también dañan los cultivos de la manga, especialmente en zonas como las del sur grancanario. Las pérdidas de este fruto, tras el calor, se colocan, tal y como ocurría con la ciruela, en torno a un 25%, sostiene el gerente de Agro Rincón, Wenceslao Zerolo. El dato afecta directamente a la facturación, que resulta en una disminución aproximada del 30% respecto a lo que los agricultores de la zona esperaban ingresar.
Pérdida de los frutos
"Los pequeños agricultores somos los que peor lo pasamos con la sequía y las olas de calor afectan el doble a nuestro trabajo", asevera Julio. En su caso, limita el riego a una vez por semana o una cada 15 días - depende del tamaño del frutal -. Sin embargo, los cambios tan bruscos de temperatura, "deshojan árboles como el de la pera o el del aguacate" y advierten de una pérdida total de los frutos.
En esta línea, el secretario general de la Asociación de Agricultores y Ganaderos de Canarias (Asaga), Theo Hernando, asegura que, pese a que las altas temperaturas "no ha dejado constancia de grandes daños", el abastecimiento del agua "debe garantizarse en tiempo y forma". De no confirmarse, en momentos "críticos" como el verano la producción sí que se vería dañada y los trabajadores del sector podrían perder sus cosechas.
El caso de la uva
La uva también mantiene en alerta a los expertos. La fruta "se deshidrata muy rápido", expone Theo Hernando y los fuertes episodios de calor pueden causar estrés en la planta y afectar a la calidad del fruto.
La situación se vuelve aún más crítica si se tiene en cuenta que la época vendimia ya ha empezado, por lo que los efectos que las altas temperaturas puedan generar en la planta impactarán de manera directa en los viticultores.
La papa y el plátano
El cultivo de la papa presenta un panorama más alentador. La cosecha del tubérculo se llevó a cabo antes de la llegada del calor, lo que permitió una recolecta "positiva", según valora el productor de papas grancanario Mario Benítez. Sin embargo, reconoce que los beneficios económicos se han visto afectados. Para obtener ganancias frente a los elevados costes —como el del riego—, el precio de venta debería rondar los 80 céntimos por kilo. Este año se ha pagado a "60 o 65 céntimos", lamenta Benítez.
Las condiciones térmicas extremas no pasan por alto la recolecta del plátano, un cultivo clave en la economía de las Islas. Con las altas temperaturas, la platanera acelera su maduración y puede generar "un exceso de producción". En este contexto, explica Theo Hernando, la solución es la pica, una práctica que se lleva a cabo para desechar los excesos del producto. La posibilidad de realizarla está sobre la mesa, aunque por el momento no será necesaria.
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