Fortalecer Europa: el reto inaplazable ante el nuevo orden mundial
El Foro Cajamar de Geopolítica reúne en el Palau de les Arts de València a 400 empresarios para ayudarles en la estrategia de sus negocios

Robin Niblett, Bernabé Sánchez-Minguet, Antón Costas, Ana Palacio, Eduardo Baamonde, Enrique Polo de Lara, Silvia Tomás y José Font de Mora / KIKE TABERNER
Valencia se convirtió este jueves en un aula viva de geopolítica. Bajo la cúpula del Palau de les Arts, el Foro Cajamar de Geopolítica, organizado por Cajamar, reunió a algunas de las voces más autorizadas para entender el nuevo tablero mundial. Analistas y empresarios ofrecieron una mirada coral —a veces esperanzada, a veces inquietante— sobre el lugar de Europa en un mundo que se multiplica en polos, tensiones y desafíos.
El encuentro, presentado por Silvia Tomás, directora de Relaciones Institucionales de Prensa Ibérica en València, arrancó con las palabras de Bernabé Sánchez-Minguet, presidente del BCC-Grupo Cooperativo Cajamar. Su intervención fue un arranque simbólico y emotivo. Recordó que el foro coincidía con días de profunda tristeza por la tragedia de la dana. «Los valencianos sabemos lo que es sufrir y también lo que es levantarse», dijo, evocando la riada del 57 y el esfuerzo colectivo que dio lugar al desvío del Turia. «No tenemos capacidad para controlar la naturaleza, pero sí para aprender y evitar que vuelva a repetirse», añadió, subrayando la idea de la resiliencia como metáfora del tiempo actual.
Desde ese marco emocional, Sánchez-Minguet trazó un paralelismo entre los desastres naturales y las convulsiones globales. Habló de un mundo «en plena incertidumbre y evolución», atravesado por crisis sucesivas —la financiera, la pandemia, la invasión de Ucrania, la rivalidad entre potencias— y advirtió que estamos entrando en «un nuevo orden multipolar» donde Europa debe encontrar su sitio. «Estamos avanzando hacia un mundo diferente», señaló, «y eso exige inteligencia, cooperación y recursos compartidos».
La nueva guerra fría
El primero en desplegar el mapa global fue Robin Niblett, exdirector de Chatham House, con una claridad (y un perfecto castellano) que atrapó al auditorio. Definió la actual etapa como una «nueva guerra fría» entre Estados Unidos y China, y desgranó sus cuatro dimensiones: económica, militar, tecnológica e ideológica.
En un mundo incierto, solo una Europa unida nos hará más fuertes.
Estados Unidos, dijo, se enfrenta por primera vez a un rival que ha sabido crecer «a una velocidad impactante» y que ya domina 55 de las 67 tecnologías más avanzadas del mundo. China, añadió, está decidida a romper la «cadena de islas» que la rodea y que constituye el perímetro aliado de Washington en Asia. La lucha por el liderazgo mundial, explicó, no es solo una pugna de PIB o misiles, sino de chips, datos y algoritmos. «Si Taiwán va a sobrevivir como entidad soberana, la tecnología será determinante», advirtió.
Niblett también situó a Europa en una posición incómoda: atrapada entre los dos gigantes, dependiente de Estados Unidos para su seguridad y de China para su industria. «Nos encontramos en medio de una guerra tecnológica en la que los americanos nos piden elegir bando», dijo. «No se puede invertir en China y llevarse bien al mismo tiempo con Estados Unidos».
Aun así, introdujo una nota de esperanza: esta guerra fría, precisó, «no es global». Los países del sur —India, Brasil, buena parte de África y América Latina— tienen margen para moverse con autonomía y no someterse a la lógica de bloques. «El comercio es como el agua», resumió, «siempre encuentra su cauce».
La crisis como oportunidad
Tras él, el tono cambió con la intervención de Antón Costas, presidente del Consejo Económico y Social de España, que reivindicó el poder transformador de las crisis. Con una oratoria pausada y brillante, presentó su idea de la «crisis óptima»: aquella que, siendo lo suficientemente intensa, logra provocar reacciones positivas sin destruir lo construido.
Costas se permitió incluso una paradoja provocadora: «Trump puede ser una bendición para Europa», dijo, recordando que a veces de lo malo surge lo bueno. Su guerra arancelaria, añadió, «ha despertado a Europa de su ingenuidad, del espejismo de creer que podía comerciar con regímenes autoritarios o cerrar sus nucleares sin prever las consecuencias». «San Agustín pedía la castidad, pero no todavía», ironizó. «Así ha sido Europa: queríamos la sostenibilidad, pero sin perder comodidad».
Frente al pesimismo estructural, Costas defendió que Europa ya ha demostrado capacidad de reacción. «Del apocalipsis del covid nació la mayor unión fiscal de nuestra historia», recordó. Y citó a Mario Draghi: «El mantenimiento del modelo social europeo es innegociable». La competitividad, subrayó, no debe basarse en recortes salariales ni en precariedad, sino en buenos empleos y políticas públicas sólidas. «El modelo social europeo no es una red asistencial, es una promesa de prosperidad compartida».
El giro pesimista
Pero la mañana dio un vuelco con la intervención de Jesús A. Núñez Villaverde, codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria. Frente al tono esperanzado de Costas, Núñez trazó un diagnóstico sombrío sobre la debilidad estructural de la Unión Europea.

El Foro Cajamar de Geopolítica reunió a más de 400 personas del tejido empresarial valenciano / KIKE TABERNER
Comenzó recordando que hoy existen 59 conflictos activos en el planeta, la cifra más alta del siglo. «Los seres humanos somos conflictivos por naturaleza. Ni siquiera en los cementerios hay paz eterna», apuntó con crudeza. La ONU, añadió, «ha quedado irrelevante» frente a un sistema internacional que premia la fuerza sobre el derecho.
Para Núñez, Europa es «un rincón privilegiado del planeta» que ha olvidado su vulnerabilidad. La dependencia energética de Rusia, la dependencia militar de Estados Unidos y la industrial de China, señaló, dibujan un panorama frágil. «No somos aún una unión económica ni política, y mientras tanto, el mundo no espera», lamentó.
Cuestionó la idea de que Europa pueda convertirse pronto en un actor global relevante. «Finlandia y Suecia sabían que existe una cláusula de defensa colectiva europea, pero han preferido entrar en la OTAN», recordó. «Eso lo dice todo». Su mensaje final fue claro: hay que acelerar la agenda europeísta, superar los nacionalismos y asumir que, si Europa no avanza unida, quedará marginada en la historia. «Lamento no poder sumarme al optimismo anterior», concluyó. «Pero negar la realidad no nos hará más fuertes».
Entre normas y armas
La exministra de Asuntos Exteriores, Ana Palacio, cerró el turno de reflexiones con una intervención vibrante, en la que combinó el análisis geopolítico con una defensa apasionada del papel histórico de España y de la necesidad de una Europa más firme.
Estamos ante una guerra tecnológica en la que los americanos nos piden elegir bando.
Comenzó destacando «la importancia de Cajamar al promover este tipo de voces y este foro único», y confesó haber seguido con gran interés todas las intervenciones. Elogió la visión lúcida de Niblett sobre la guerra fría y añadió un dato revelador: «China ha sido tradicionalmente un poder continental, pero su capacidad naval crece doscientas veces más rápido que la de Estados Unidos».
Valoró también la ‘crisis óptima’ de Antón Costas, «porque necesitamos rescatar el lado positivo de los desafíos», y agradeció la provocación intelectual de Núñez Villaverde, aunque «no comparto su negatividad sistemática, que refleja un sentimiento agrio contra el que debemos batallar».
Desde su perspectiva española, Palacio reivindicó los tres «veleros» que han guiado la política exterior de España desde Felipe V: su ser europeo, su anclaje mediterráneo y su vocación ultramarina. «España no puede entenderse sin su papel en el mundo, y València encarna ese espíritu innovador y mediterráneo», afirmó.
La exministra defendió la necesidad de una estrategia europea coherente y alertó de que «todo tiene una dimensión de seguridad». «Europa no puede competir con Estados Unidos sin empresas fuertes, pero tampoco sin instituciones fuertes», señaló. «Necesitamos menos burocracia y más coordinación público-privada».
Palacio se mostró tajante en materia de defensa: «Prepararse desde el ‘hard power’ es aspirar a conservar nuestros valores y modo de vida. La alternativa es resignarse a que el mundo se rija por los dictados unilaterales de unos pocos». En su visión, la defensa no resta, multiplica: puede ser motor de industrialización y empleo.
Cinco voces de la empresa
El debate intelectual dio paso a cinco diálogos con empresarios de éxito, que aportaron la mirada del tejido productivo a las reflexiones del foro: Vicente Boluda, presidente de Boluda Corporación Marítima; José Font de Mora, consejero delegado de Vidres S.A.; Araceli Císcar, del Grupo Dacsa; Antonio Luque, presidente de DCOOP; y Enrique Polo de Lara, vicepresidente de Salesforce España. Todos coincidieron en la necesidad de reforzar la competitividad europea sin perder cohesión social.
Un cierre con mensaje
El presidente de Cajamar, Eduardo Baamonde, cerró la jornada con una reflexión sobre la incertidumbre como tema transversal del foro. «Tenemos que aprender a gestionarla», afirmó. «No es lo mismo que el riesgo; es mucho más compleja. Pero soy relativamente optimista. España ha demostrado una enorme capacidad de anticipación y adaptación». Baamonde reivindicó el valor del conocimiento compartido: «Somos fruto de cuarenta fusiones y nacimos con una misión: no solo proveer servicios, sino transferir conocimiento. Eso hemos hecho hoy: abrir el foco, escuchar, aprender». Y cerró con un deseo que resonó entre los asistentes: «Tenemos que hacer más Europa. En un mundo incierto, solo unidos seremos más fuertes».
Mientras el público se dirigía al catering de Ricard Camarena, quedaba en el aire la sensación de haber asistido a algo más que a un foro económico: una lección magistral de geopolítica y de futuro, donde las ideas se cruzaron como brújulas en medio de la niebla. Entre el optimismo de Costas y la advertencia de Núñez, entre las estrategias de Palacio y la mirada global de Niblett, Europa se miró al espejo y entendió que el mundo ya no espera.
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