¿Por qué la economía canaria va como un tiro pero tú no lo notas?
Más empleo, salarios más altos y mayor generación de riqueza, pero la mayoría de los canarios no percibe una mejora sustancial en su economía doméstica.

Varias personas hacen cola para pagar la compra en un supermercado. / Andrés Cruz
La economía canaria va como un cohete. El Producto Interior Bruto (PIB) –el valor de los bienes y servicios que se generan en el Archipiélago y uno de los indicadores clave para medir la salud económica de un territorio– aumenta año tras año. El número de personas con trabajo, también, llevando los datos de ocupación en las Islas a máximos históricos. El paro se mantiene a unos niveles razonablemente bajos y los sueldos se han incrementado en un porcentaje nada desdeñable desde lo peor de la pandemia. Pero, al mismo tiempo, muchos canarios se preguntan: ¿si la economía va tan bien, por qué yo no vivo mejor?
La explicación, como en casi todo, tiene múltiples factores. Los salarios han crecido, sí, pero el coste de vida también. Tanto que ha terminado por comerse esos eurillos que entran de más en la cuenta. De igual forma, quizá ese aumento de sueldo ha llevado a pagar un tipo efectivo de IRPF más alto, a pesar de que su poder adquisitivo no ha variado. La economía canaria crece en volumen, pero no en productividad. Se genera más riqueza para repartir entre cada vez más personas y, además, la distribución que se hace de ese crecimiento económico es también bastante desigual.
«Canarias no tiene un problema de motor de crecimiento, sino de redistribución», determina el economista y director de Consultoría y Gestión Comercial de Corporación 5, José Miguel González. Las dos grandes vías de redistribución son la negociación colectiva, que aumenta cuanto mayor es la cobertura, y el sistema fiscal, un aspecto en el que, bajo su punto de vista, se hace más que necesaria una reforma. «Han apostado por la sencillez de la recaudación a través del impuesto indirecto [el IGIC, por ejemplo] en detrimento del impuesto directo que afecta a la renta. Hasta que eso no se corrija, tendremos siempre una limitación», sostiene.
Al mismo tiempo, la desventaja respecto a la productividad que ha tenido siempre Canarias acaba afectando a los salarios y alimenta la inflación, provocando precisamente que aunque todos los años veamos crecer los sueldos, no lo hagan a la velocidad del resto de los territorios. Y por consiguiente sigue acrecentando las brechas. «Cualquier incremento salarial que no venga aparejado de un aumento de la productividad se convierte en costes para las empresas», explica González. Lo que acaba provocando un alza de los precios cuando los empleadores deben trasladarlo a lo que cobran por los productos que fabrican o los servicios que prestan. Ocasionando así que esa subida salarial vuelva a quedarse en nada.
Salarios
Desde 2021 los salarios se han incrementado un 16,7% en Canarias, de acuerdo con la Encuesta de Costes Laborales. Los trabajadores isleños ingresan de media cada mes 1.696 euros, frente a los 1.453 de 2021. Sin embargo, si se calcula el aumento real, es decir, el que tiene en cuenta la inflación que se ha producido a lo largo de este periodo, se convierte en merma lo que a priori puede parecer un incremento. En estos mismos años, el coste de la vida ha subido en el Archipiélago un 20,7%. O lo que es lo mismo, los canarios no solo no han ganado poder adquisitivo, sino que han perdido un 3,6% de su capacidad de compra. Por lo que, cobrando más, no pueden vivir en la casa que sí podrían haberse permitido entonces, no pueden introducir en la cesta de la compra según qué productos ante el temor a que se dispare el ticket o deben de tener más cuidado de no dejar las luces encendidas más tiempo del estrictamente necesario. Pero es que si se mira por el retrovisor todavía más atrás en el tiempo, el poder adquisitivo de los canarios tampoco sale bien parado. Los salarios han aumentado un 7,5% menos que la inflación desde 2008, al comienzo de la Gran Recesión.
Cuando se habla del crecimiento de la economía canaria en estos últimos años se puede decir que esta expansión ha sido extensiva. Es decir, se crece más porque llegan más turistas, turistas que gastan más, y porque hay más personas trabajando, pero no porque haya habido un incremento de la eficiencia y la productividad.
«Como economista hace tiempo que dejé de preocuparme por el crecimiento per se, ese no es el problema, sino la distribución, que a su vez está generando problemas al propio crecimiento», valora el economista y consultor en Estrategia y Colaboración Público-Privada Antonio Olivera. «Si no se genera clase media que pueda consumir e invertir y la riqueza se queda cada vez en menos manos, no se estimula la economía del mismo modo», explica; y puntualiza: «Las cifras de crecimiento pueden ser espectaculares, pero si se concentra en pocas manos, la mayor parte de la población no lo nota».
PIB per cápita
Y una de las evidencias del estancamiento o incluso el retroceso del nivel de vida en Canarias es el PIB per cápita. La riqueza generada en 2024 en el Archipiélago creció un 4,4% respecto al año anterior, un 3,6% en 2023 y un 12,6% en 2022, de acuerdo con los datos de Contabilidad Regional publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Sin embargo, a pesar de estos incrementos, la comunidad todavía no ha recuperado los niveles de PIB per cápita que tenía antes de la pandemia respecto a España. Y no solo eso, la brecha que separa a Canarias del resto del país ha crecido a lo largo de los años. Si en 2024 el PIB per cápita canario equivalía al 79,4% de la media nacional, a principios de siglo llegó a ser del 93,8%, e incluso superior a finales del siglo XX.
Pero esa diferencia entre el exitoso devenir de la economía y la realidad de lo que se vive día a día en casa no ha afectado por igual a todos los canarios. En resumidas cuentas, la masa de la fuerza laboral, aquellos que ahora tienen entre 20 y 64 años, tienen más papeletas que los más mayores para no haber notado nada o casi nada el crecimiento económico de los últimos años. No solo pueden hacer frente a menos gastos aunque su salario haya aumentado, sino que tienen más dificultades para acceder a una vivienda y bregan día a día con servicios públicos e infraestructuras colapsadas o de menos calidad, a pesar de pagar los mismos o incluso más impuestos. Es el grueso de la población el que no percibe que el crecimiento de la economía sea una mejora real para su bolsillo.
De ellos, los únicos que seguramente pueden haber notado una mejoría palpable en su situación económica son aquellos que se encontraban en una situación muy desfavorable con anterioridad. Los que no tenían trabajo y lo han encontrado o los emigrantes que han llegado a Canarias desde un país extranjero buscando un futuro mejor y ahora pueden ganarse la vida. Ellos sí pueden haber mejorado. Pero solo porque su punto de partida era muy malo y cualquier pequeño avance se hace notar.
Y para comprobar que la situación de las diferentes generaciones es completamente distinta se pueden realizar varios análisis. El primero es respecto a la diferencia del poder adquisitivo que han perdido los salarios frente al de las pensiones. Las prestaciones contributivas –sobre todo si hablamos de aquellas que perciben quienes han finalizado su vida laboral– se han convertido en una fuente de ingresos estable, un escudo social para muchas familias durante la crisis, que desde 2023 crecen por ley al ritmo de la inflación.
Pensiones
A diferencia de lo que ha ocurrido con los ingresos de los trabajadores, las prestaciones por jubilación no solo no han mermado su capacidad de gasto sino que la han visto incrementada. Desde 2021, el Índice de Precios de Consumo (IPC) ha escalado un 20,4%. En ese mismo periodo la pensión media crecía un 26,7%, ganando 6,3 puntos de capacidad adquisitiva. Un aumento ligado al IPC dentro de un sistema que muchos critican. Todo un gigante con pies de barro al tener cada vez menos trabajadores, que aportan ganando menos, y más jubilados que reciben su pensión mes a mes.
Hay otro aspecto que se ha convertido en un gran generador de desigualdad y que, de nuevo, no afecta igual a todas las generaciones: la vivienda. En los últimos cinco años, los precios de este bien de primera necesidad se han disparado un 36,9%, provocando un auténtico cisma entre quienes ya son propietarios y aquellos que no lo son. «La vivienda genera una brecha de desigualdad tremenda», valora Antonio Olivera. Una brecha que a su vez es generacional. «Los más mayores pudieron comprar en un momento más propicio y no tienen que detraer ahora un montón de recursos para pagar la vivienda, es un elemento clave para notar la revalorización», sostiene. Un 79,6% de los que tienen más de 65 años en Canarias vive en una casa de su propiedad y apenas un 13,4% es inquilino. En la franja de edad de entre 30 y 44 años ni siquiera el 40% ha comprado una vivienda y el porcentaje que vive de alquiler sube hasta el 47,1%.
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