Una profunda helada invernal, tormentas de granizo, ola de calor, incendios forestales, inundaciones... El clima no ha dado tregua en lo que va de 2021 y las consecuencias económicas globales de estas catástrofes naturales alcanzan los 65.600 millones de euros hasta junio, según calcula la compañía Swiss Re. Esta cantidad está por debajo de la media de los últimos diez años, situada en los 92.000 millones de euros, pero la multinacional aseguradora advierte de que las pérdidas aumentarán en los próximos meses. 

"Los efectos del cambio climático se están manifestando en temperaturas más cálidas, aumento del nivel del mar, patrones de lluvia más erráticos y mayores fenómenos meteorológicos extremos. Junto con el rápido desarrollo urbano y la acumulación de riqueza en zonas propensas a los desastres, los peligros secundarios, como las tormentas invernales, el granizo, las inundaciones o los incendios forestales, conducen a pérdidas cada vez mayores por catástrofes", explica Martin Bertogg, responsable de peligros catastróficos del grupo asegurador suizo, uno de los mayores del mundo.

Estos eventos lastran a los países que los sufren, tanto en el corto como en el largo plazo. El Fondo Monetario Internacional (FMI), que califica el cambio climático de "importante amenaza para la economía mundial", estima que las catástrofes naturales reducen el PIB real per capita en 1,2 puntos porcentuales de media. "Los ciclones tropicales, que tienen efectos devastadores tanto en las economías de las islas pequeñas como en las regiones costeras de los países más grandes, provocan pérdidas que no se recuperan ni siquiera 20 años después del azote de la tormenta", señala la organización internacional en su informe semestral ‘Perspectivas de la economía mundial’ . 

Este tipo de desastres impactan en el crecimiento de una región al destruir recursos esenciales para su desarrollo como son los bienes de consumo duradero, como vehículos e inmuebles, pero también las infraestructuras públicas o el suministro de agua, gas o electricidad. "Los esfuerzos de reconstrucción también son caros, desvían recursos de otras actividades de producción y reducen la productividad", detalla el FMI, que considera que la pandemia ha añadido más leña al fuego, especialmente en las economías más pequeñas o pobres, al limitar todavía más su capacidad de hacer frente a grandes necesidades sanitarias.

En este sentido, los expertos coinciden en señalar a las economías emergentes como las más afectadas por las consecuencias económicas. "Muchas economías emergentes son vulnerables a uno o más elementos del cambio climático. El calor, la sequía y los cambios en los patrones de precipitación son una gran amenaza para África, donde la agricultura es intensiva. La subida del nivel del mar y el aumento de las catástrofes naturales en las zonas costeras crean problemas en Asia, el Pacífico y el Caribe", explica Crédito y Caución en otro estudio reciente.

"El cambio climático es uno de los mayores riesgos a los que se enfrentan la sociedad y la economía mundial. El reciente análisis del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de Naciones Unidas confirma las expectativas de un clima más extremo en el futuro y la urgencia de actuar para limitar el calentamiento global", concluye Jérôme Jean Haegeli, economista en jefe del Grupo Swiss Re.

El papel de las aseguradoras 

Estos factores se traducen en unas mayores pérdidas aseguradas allí donde la penetración de los seguros es elevada, ya que la cobertura de fenómenos atmosféricos se activa tanto para riesgos extraordinarios bajo el paraguas del Consorcio de Compensación de Seguros (entidad pública que depende del Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital) como para riesgos ordinarios, atendidos directamente por las aseguradoras. Por ello, el FMI alerta también de que las catástrofes naturales "podrían contribuir a tensiones financieras, sobre todo en el sector de los seguros".

Hasta junio, la factura global de pérdidas aseguradas generadas por este tipo de desastres se elevó a 36.000 millones de euros, según las estimaciones preliminares del estudio Sigma del Swiss Re Institute. Es decir, las aseguradoras y reaseguradoras absorbieron más de la mitad de las pérdidas por catástrofes aseguradas en el primer semestre de 2021.

La cifra se sitúa por encima del promedio de los últimos diez años, situado en 28.000 millones de euros, y es la segunda más alta registrada en este periodo después de 2011, cuando los grandes terremotos en Japón y Nueva Zelanda elevaron los daños asegurados a 88.6000 millones de euros. 

En España, un ejemplo del volumen de daños cubiertos por el seguro se puede ver en el caso de la nevada que dejó la borrasca Filomena. Según detalla la patronal de aseguradoras Unespa, los destrozos provocados "en inmuebles y vehículos" llevaron a las aseguradoras a desembolsar 230 millones de euros. 

Entre 1987 y 2019, el Consorcio de Compensación de Seguros (CCS) atendió 706.430 expedientes por inundación, que originaron 6.059 millones de euros en daños en bienes y a las personas. Y debido a tempestades ciclónicas atípicas se registraron en el mismo periodo 603.678 expedientes, que causaron otros 1.318 millones en pérdidas, enumera Unespa, que asegura que la "creciente frecuencia y severidad" de todos estos fenómenos atmosféricos (tempestades, inundaciones y nevadas) están relacionadas con el cambio climático.