Septiembre ha sido el mes de la vuelta al cole y también a la oficina. Después de año y medio de pandemia, las empresas están finalizando su desescalada particular y han comenzado a pedir a sus empleados la vuelta a sus puestos de trabajo presenciales. 

Asimismo, estos meses también han ayudado a las compañías a adaptarse a los nuevos tiempos pero sobre todo a reinventarse. Una de las áreas en la que han puesto el foco ha sido en sus espacios de trabajo con el objetivo de adecuarlos a las necesidades de la plantilla y de priorizar la eficiencia energética y el cuidado del medioambiente. 

En este último aspecto, la tercera encuesta sobre el clima (2020-2021) del Banco Europeo de Inversiones (BEI), desprende que la mayoría de los europeos y españoles considera que el cambio climático es, ahora mismo, uno de los desafíos más importantes, y, en el caso de España, casi 8 de cada 10 reconocen que esta problemática tiene un impacto en su vida cotidiana. Es por esto que cada vez más empresarios están dispuestos a convertir sus espacios de trabajo en oficinas ‘eco-friendly’.

En concreto, según explican desde Sto, empresa especializada en la elaboración de elementos y soluciones constructivas para la edificación y la rehabilitación sostenible, estas oficinas sostenibles son lugares de trabajo más verdes y responsables. Cuentan con un confort interior térmico, acústico y ambiental que potencian la creatividad y productividad de los empleados. De forma paralela persiguen beneficios medioambientales como el ahorro óptimo de energía o la disminución de residuos lo que generará un impacto positivo en la sociedad, mejorará la imagen del negocio y atraerá mayores clientes e inversores.

Pero, ¿qué hay que hacer para conseguir este tipo de espacios? Desde Sto destacan que una oficina sostenible debe priorizar el ahorro energético, evitando la pérdida o ganancia de temperatura en área de trabajo con un buen aislamiento, usando energías renovables y equipos eficientes; o aprovechando al máximo la luz natural y apostar por las luces LED o de bajo consumo. 

En este sentido, Guillermo Muñiz, arquitecto y Director Comercial de Sto Ibérica , asegura que “un buen sistema de aislamiento térmico puede llegar a suponer un ahorro de hasta un 50%-60% en demanda energética”, así como un ahorro de hasta un 44% en las emisiones de dióxido de carbono.

Hay que tener en cuenta también otros aspectos más allá del energético como son la contaminación acústica o la mejora de la calidad del aire interior a través de sistemas de filtración y purificación o de ventilación mecánica controlada. “El mercado ya ofrece algunas pinturas con capacidades purificantes del aire gracias al efecto de la luz natural, descomponiendo eficazmente los olores y neutralizando sustancias nocivas”, aseguran desde Sto.

Promover el uso de las 3R (reciclar, reutilizar y reducir), utilizar materiales, tanto en el mobiliario de la propia oficina como en la construcción del edificio, respetuosos con el medioambiente; la decoración de espacios con plantas y vegetación o el uso de sistemas inteligentes que hagan un seguimiento y control del consumo eléctrico, temperatura o humedad, entre otros factores; son otros de los pasos a seguir para conseguir esta oficina respetuosa con el planeta. 

Y todo esto, ¿cuánto cuesta?

Para Muñiz es complicado calcular un precio, porque hay múltiples intervenciones que pueden acometerse, y el coste de cada una de ellas depende, a su vez, de los materiales y sistemas que se apliquen. 

Por ejemplo, “el precio de la instalación de un Sistema de Aislamiento Térmico por el Exterior tipo SATE, puede variar en función del espesor y tipo de aislamiento, tipo de acabados, tipos de morteros... pero un rango de precios de los sistemas más utilizados sería de entre 50€/m2 y 80€/m2, contando materiales y mano de obra”, apunta. 

En este aspecto, el experto asegura que es importante no ver esto como un gasto, sino como una inversión con un retorno y es que este tipo de oficinas garantizan un consumo energético muy inferior, disminuye la demanda de agua y electricidad, reduce los gastos de funcionamiento y mantenimiento, y aumenta el valor del inmueble. “Esto supone unas ganancias adicionales que, con creces, suplen el desembolso inicial”.