Las emisiones de gases con efecto invernadero como el CO2 preocupan, y es justo que lo hagan: aumento de la temperatura, desertificación, inundaciones… Y con ellas hambre y enfermedades. Tenemos una responsabilidad para con el planeta y las futuras generaciones, cada uno de nosotros a título individual y las empresas como entes que son parte del problema y que pueden ser, también, parte de la solución. Naciones Unidas planteó en 2015 la cuenta atrás con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, y desde todos los sectores nos hemos puesto manos a la obra para cumplirlos. En concreto el 13, Acción por el Clima, y como derivados y relacionados el 7, sobre energía asequible y no contaminante y el 9, industria, innovación e infraestructuras, afectan directamente a esas emisiones.

En España, según el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, estamos consiguiendo reducirlas en un 38,6% respecto a 2005. Bajan en todos los sectores (excepto la agricultura y los residuos) incluyendo la cadena de suministro, el principal emisor tradicional de gases de efecto invernadero, con casi un tercio del total.

Precisamente el sector logístico, uno de los más denostados por esta razón, es también uno de los que más se está esforzando por esa transición hacia lo verde con iniciativas como Lean & Green. Por presión del mercado, por necesidad, por ahorro de costes (sí, también) y por convencimiento de que ser sostenible es hoy la única manera de sobrevivir en un planeta que sufre por nuestros actos. Y tal vez no sea fácil, porque cambiar los procesos que llevan décadas afianzándose (y también mentalidades ancladas en el pasado) es todo un reto.

Pero afortunadamente la mayoría está por la labor, y no solo las grandes empresas de transporte, sino también todas las compañías auxiliares. Porque aunque una de las principales preocupaciones medioambientales sea el tipo de combustible -aquí, la tendencia hacia los modelos eléctricos (también de gas natural o pila de hidrógeno) está impulsando la conversión de manera exponencial, así como el uso de transportes incluso más limpios como las bicicletas (en la llamada última milla)-, también es necesario aumentar la eficiencia de los procesos, de manera que no se realicen kilómetros en vacío y la optimización de rutas y cargas. Por último, pero no menos importante, la reducción de los residuos generados por los embalajes de transporte, haciendo un uso racional de los mismos al seleccionar adecuadamente los materiales (ecodiseño) y fomentando la reutilización siempre que sea posible.

Respecto a los materiales, se piensa que el cartón y la madera son más sostenibles, por su procedencia y su biodegradabilidad. Sin embargo, estos no solo contribuyen directamente a la deforestación, sino que también, en general, están asociados a embalajes de un solo uso. Y aquí es donde entra una de las estrellas de este sector: un embalaje de plástico reutilizable, reparable, reciclado y reciclable. Los llamados embalajes reutilizables de transporte (ERTs) como palés o intercaladores de plástico son utilizados para separar, soportar y amortiguar los impactos de los productos durante el transporte (pensemos, por ejemplo, en botes de vidrio, botellas, latas, etc.) llevan más de un cuarto de siglo utilizándose para este fin con un gran éxito no solo en los flujos de trabajo, sino también en sostenibilidad.

En el caso de los intercaladores consiguen reducir el cómputo total de emisiones de dióxido de carbono, por ejemplo respecto al cartón de un sólo uso, hasta en un 51%. Sí, porque se trata de materiales reutilizables (al contrario que el frágil cartón, que se deteriora con el uso, aquí se pueden llegar a reutilizar hasta en 21 ocasiones, con las mismas propiedades y resultados que el primer día), reciclados (no han de ser producidos cada vez) y que pueden ser limpiados e higienizados completamente. Sin olvidar que son mucho más resistentes ante posibles roturas o filtraciones, con lo que además ayudan a mantener el producto que transportan en las mejores condiciones (evitando así desperdicios innecesarios y, por otro lado, contaminantes).

Este es solo un pequeño ejemplo de cómo cada gesto cuenta para sumar en la transformación de la logística y potenciar la economía circular como la única economía posible.