Es el centro histórico de la ciudad de Gáldar ofrece de buena mañana el ajetreo propio de las Santas Elecciones, el mixturado procesional y electoral que mantiene en trajines tanto a atrios como atriles. La calle larga, la Capitán Quesada está llena de vida. El parque infantil, en la raya del mediodía, desmiente el retroceso demográfico. Hay overbooking en remos y trampolines.

Y en la otra punta de la vía, a popa de la plaza de Santiago, ya dentro del templo principal se afina el atrezo de procesiones y eucaristías. La próxima cita que prepara el personal, la de ayer Jueves Santo, con cena del Señor, hora santa, adoración nocturna y vía crucis con el Santísimo Cristo de Indias.

De vuelta a la calle larga. Demetrio Suárez, sorpresivo candidato municipal con sus 73 años a represidir el Ayuntamiento de Gáldar por el PSOE, tira de bastón para avanzar a velocidad procesional por la vía peatonal.

"Ahí va el hombre", le señalan desde el parque infantil, en cuya entrada se forma la tertulia habitual del banco de Correos, justo enfrente del museo Antonio Padrón, y la terraza del bar restaurante Alcori. El primero está abierto, pero por desgracia el segundo hoy no abre. "Si estuviera abierto estaría más novelero".

Allí se sientan según horas la parroquia habitual de la ciudad. Ahora está Juan Molina, Cesáreo Domínguez, Antonio Gil...

El primero, Juan Molina, es el que viene a poner algo de concierto en el asunto. Él escucha. A veces sonríe. O cuando no se oye bien, él aclara el concepto.

Antonio Gil, por ejemplo, está de pie. Tiene 81 años. Y explica que durante buena parte de su vida fue empalmador. Una curiosa profesión de labor incierta hasta que, el bueno de Molina, explica que viene de la palabra empalmar, principalmente cables. Y sobre todo, cables de la Telefónica. "Con verguilla unía unos hilos con otros", profesión que tras la llegada del móvil no tiene ya su aquello. Tanto empató Antonio Gil, que buena parte del tendido de Gran Canaria y Tenerife debió pasar por sus manos.

Gil explica tranquilo su pasado profesional pero Cesáreo se revuelve en el banco de hierro. Está inquieto. "Pero hagan la pregunta", inquiere a los foráneos. "Venga, pregunten de una vez".

¿Bueno, y de las elecciones qué? "¿Tú ves? Tú querías jaleo".

Cesáreo dispara. "Mira, yo no voy a hablar pero soy socialista de toda la vida, militante, además. Pero este rebenque de Sánchez le manda 2.200 millones a Baleares, a Valencia, a Cataluña, dinero de las Islas, y encima se viene a pasar las vacaciones a Lanzarote".

Ahí se lanza otro parroquiano, ya sin nombres. La cosa se ha puesto anónima, y lo hace para redefinir la categorización del espectro político, en el que los hay malos, por decirlo suave, muy muy malos, y ya directamente los grandes hijos del mal nombre.

Antonio Gil intenta hacer razonar que más que votar por partidos de lejos mejor optar por los de aquí. "Porque a la hora de la verdad, casi nunca un vecino te ayuda a arreglar tu casa", y ofrece la opción de que si los 15 diputados que tiene Canarias en el Congreso fueran de partidos isleños la cosa rondaría algo distinta.

Y aporta con su distinción y parsimonia, en la medida de lo posible, que si bien Coalición Canarias "ha cometido muchos errores, con ellos también las Islas han dado un giro de 190 grados", desde muy antier hasta la fecha de hoy.

Este comedido apunte cae como un bidón de gasolina en un asadero de piñas, en el que el millo se hace rosca reventando a discreción.

De estribor del banco le contestan que los nacionalistas, tanto en el Gobierno como los que titulan el Cabildo, "van a poner un tren de Las Palmas al Sur, y para el norte, una mierda de carretilla de Arucas a Agaete".

A partir de ahí la rebolina. Sale Vox a colación y hasta las coletas de Iglesia y dudas sobre su periodo de lavado. O los toros en Cataluña. "Allí te prohíben una corrida, pero luego llega un día de fiesta y los sueltan por la calle llenas de chiquillos. Un peligro".

Y Molina mirando. Hasta que se levanta y disuelve la tertulia mientras las operarios municipales se suben a las escaleras para replantar las macetas aéreas, con vistas a aminorar los trágicos efectos del vía crucis por venir.

Sólo queda un tertuliano. Que se confiesa de acuerdo en todo, pero que apenas abrió boca, y que invita a conocer lo que él considera las virtudes del buen gobierno. "Está ahí detrás, en la Tercera Edad".

En la puerta hay un señor con gorra blanca ribeteada con los colores patrios de la enseña nacional. "Mi nombre se llama Rafael Arrollo y aquí las cuentas están a la vista", afirma el que resulta ser un directivo apuntando a una vitrina. Efectivamente cada euro de cada socio aparece con su deber y con su haber en una considerable ristra de folios. "Mes a mes, todo en orden". Ahí dentro, cuyo nombre oficial es Club de la Tercera Edad de Mayores de Gáldar según la misma fuente, hay hasta peluquería en una esquina donde los parroquianos juegan al envite y al napolitano. Y desde hace poco un proyector 5.0 colgado del techo. "Para el fútbol. Todo el dinero que entra es para mejoras".

El conserje Prudencio Pérez Peña, que hace honor al nombre avisando por teléfono al presidente de los pormenores de la visita, enseña el huerto. Albahaca, perejil, mangos, nectarinos, "abonado con granulados y estiércol". Podrían pasar por los jardines de la Moncloa. Pero con una sutil diferencia. "Todos los frutos, incluso las papas o los plátanos se rifan", para que veas tú, comenta un tertuliano en la barra, "y los del Gobierno sin todavía entrar ya se subieron el sueldo, pero si se lo van a subir a la gente se erizan".

Efectivamente, el buen gobierno del club de la tercera edad de mayores incluye café a 0,60 euros, -14 céntimos más barato que en el propio Congreso-, no permite "entrar con bermudas", ni greñas y en los carteles del salón de envite revela el mayor secreto para un mejor estar: "Jueguen tranquilos, pero callados".