"Si estos son mis vecinos...". Maite no se cree que en su barrio, Cruce de Arinaga, Vox haya sido el partido más votado en las elecciones. Su cara de sorpresa e incredulidad lo dice todo. "Me resulta increíble que ocurra eso en esta zona", lamentó. Pero a pesar de todo, encontrar en el barrio a un elector que reconozca que ha votado a la ultraderecha se antoja complicado. Quien lo hace prefiere permanecer en el anonimato, y por delante suelta una coletilla habitual: "Yo no soy racista, pero...". Pero Vox obtuvo dos diputados canarios el domingo.

Cruce de Arinaga, en Agüimes, y Sardina del Sur, en Santa Lucía de Tirajana, son los dos núcleos de Gran Canaria en los que la formación de ultraderecha -de los 51.930 votos que logró en la Isla- se impuso sobre el resto de partidos en el pasado 10-N, además del barranco de Ayagaures, en San Bartolomé de Tirajana, aunque en menor proporción. Y en ellos confluyen varias coincidencias: tienen un alto índice de población inmigrante, de tercera edad y clase obrera, sobre todo Sardina del Sur, y ha habido un trasvase de votos a la extrema derecha donde tradicionalmente se han impuesto en los nacionalistas. Más concretamente, en Sardina del Sur han votado a Vox 161 personas, y en el Cruce de Arinaga lo han hecho 146 más.

Maite considera que sus vecinos "no tienen criterio en cuanto a participar de los programas electorales de cada partido". Para ella, el problema radica en que la población estaba disgustada y creyó que debía haber un cambio. "Ahora mismo lo que representa un cambio en la sociedad es este partido político que yo no voy ni a nombrar", afirma molesta, "es una especie de castigo, porque hubo una oportunidad de pactar y nadie se puso de acuerdo".

Víctor Martel, también del Cruce de Arinaga, vuelve a poner cara de sorpresa. "Supongo que ha sido producto del hartazgo de la derecha tradicional y la incapacidad de la izquierda para llegar a un acuerdo", señala. No obstante, a la vista del preacuerdo al que llegaron ayer PSOE y Unidas Podemos, Víctor reconoce que "resulta que vamos a tener Gobierno gracias a Vox; es curioso y contradictorio, porque ha hecho que la izquierda se ponga las pilas".

Reconocimiento

Director de un proyecto de formación y empleo, Víctor rechaza de forma tajante los ataques de Vox a los inmigrantes. "Es falso que se les dé más trabajo; durante años he sido técnico de selección de personal y puedo asegurar que ha habido muchos puestos de trabajo buenos que han rechazado personas de todas las nacionalidades; pero a quienes rechazan que se contrate a extranjeros, mejor que cojan el trabajo ellos y dejen de quejarse", manifiesta.

De todas las personas encuestadas en el Cruce de Arinaga, sólo una de ellas reconoce haber votado a Vox, pero rechaza aportar su nombre. Vigilante de un centro educativo, María Sánchez, nombre ficticio, asegura que votó a la ultraderecha "porque veía que los partidos no se ponían de acuerdo en nada y lo que Vox decía me convenció". Sobre la posición de Vox ante la inmigración, María ve "una pasada que tengan más derechos que nosotros". "Yo viví la época de Franco y se vivía muy bien", aseguró bajo anonimato.

En este barrio, Marta Ramos, otro nombre ficticio, asegura que intuía que allí ganaría Vox por los comentarios que escuchaba a sus vecinos. "La gente de la zona es muy mayor y exvotante del PP que ha cambiado su voto a otro partido más a la derecha", sostiene para intentar explicarse el por qué este resultado, "son personas muy nostálgicas de Franco".

En Sardina predomina la población obrera. La ganadería, la agricultura y el sector servicios copan los empleos más ocupados por los vecinos de este área de Santa Lucía de Tirajana, donde el alto índice de inmigración puede observarse a simple vista en las calles, sobre todo población del norte de África y América Latina.

Una pareja de extremos

Marta rechaza el resultado de las pasadas elecciones en su barrio y señala que sus vecinos se han dejado llevar por el patriotismo en vez de guiarse por el bienestar social a la hora de dirigirse a las urnas. "No logro comprenderlo", dijo. Y en su casa lo tiene complicado porque ella, votante de izquierdas, convive con su pareja, votante de Vox. "No tocamos asuntos políticos, porque además la gente habla sin conocimiento de causa; nadie lee el programa electoral sino que se deja convencer por dos vídeos en las redes sociales". Sin embargo, reconoce que ha tenido varias broncas en el seno de la familia de su pareja.

"No soportan ver a dos hombres besándose y consideran que las mujeres tienen menos capacidades que los hombres; yo no quiero que mis dos hijas crezcan bajo un pensamiento de hace más de 40 años", sostiene Ramos.

Macarena Gómez, por su parte, barre para casa y es tajante con la postura de sus vecinos votantes de Vox. "Tengo una hija de nueve años que es transexual, y para Vox las personas transexuales no existen, por eso me parece lamentable que en esta zona se haya votado tanto a ese partido", critica.

En el mismo barrio conviven Juan Trujillo, un votante de derechas que "no es racista pero..." y Bacha Mohamed, una inmigrante saharaui, que mantienen dos visiones completamente opuestas sobre Vox.

A Juan Trujillo, de 63 años, le parece positivo el crecimiento de Vox. "El Gobierno español pone a los inmigrantes por delante de los españoles, yo no soy racista pero hay inmigrantes que llegan con casa, coche y ayudas; siempre se mira más por los extranjeros", sostiene este vecino. No obstante, se considera "buena persona y de buen alma". "Tuve a dos negritos viviendo en mi casa porque no tenían que comer, y tengo amigos negros y cubanos", dice.

"Es una pena"

Frente a él está Bacha Mohamed, una inmigrante saharui que llegó a la Isla hace 30 años. "Qué pena que haya ganado Vox, ese partido no me gusta, es fascista y no respeta a los inmigrantes", señala. Y lo rechaza precisamente porque ella y su familia han formado parte del crecimiento económico de España. Tiene tres hijos: uno es camarero, otra estudia Trabajo Social y el tecero es médico. "Todos están cotizando y yo nací bajo bandera española, así que estamos en igualdad de derechos", añade Bacha Mohamed.

Dos realidades que casualmente conviven en los alrededores del Centro Municipal de Igualdad de Santa Lucía.