El pergamino de Eunomia | Lecciones exprés para candidatos

Cuando los leones del Congreso fueron gatos

Cuando los leones  del Congreso fueron gatos

Cuando los leones del Congreso fueron gatos

Lara de Armas Moreno

Lara de Armas Moreno

Desde Quinto Cicerón, en el año 60 del siglo I (a.e.c.) al Twitter de Elon Musk, las vueltas de la Tierra  dejan para la historia anécdotas de la res-pública que suponen auténticas lecciones para copiar, repetir, olvidar o aprender. Queda a la elección de los candidatos y del márketing político trascender como charlatanes o dejar huella. La literatura, la música, el cine y la televisión ofrecen ejemplos, reales o no, de ello

La historia de la actual pareja de leones que presiden la entrada del Congreso de los Diputados se la debemos a la mitología griega. Representan a Hipómenes y Atalanta, una pareja castigada por Cibeles por tener relaciones sexuales en su templo. Atalanta, heroína consagrada a Artemisa, promete su mano al hombre que consiguiera vencerla en una carrera. Ella no quería casarse y sabía que su velocidad la hacía invencible. Hipómenes, decidido a conseguir su mano, pidió ayuda a Afrodita que le brinda tres manzanas de oro para que las tire durante la carrera con el fin de distraer a Atalanta. El plan surtió efecto y ambos fueron felices hasta que decidieron dar rienda suelta a la pasión en el templo de la diosa. Esta los convirtió en leones, ambos machos para que no volvieran a copular, los ató a su carro para que tiraran de él y les prohibió volverse a mirar. Esta escena se ve representada en la fuente de Cibeles, en el Paseo del Prado de Madrid.

Pero la actual escultura no es la primera versión que existió. El primer diseño lo ejecutó el escultor Ponciano Ponzano en yeso pintado de negro. Un material tan frágil no pudo resistir los estragos de las condiciones ambientales madrileñas y, tan solo un año después de su colocación, tuvo que ser retirada ya que el daño era más que evidente.

Para la segunda versión se contrató al escultor José Bellver, quien concibió a los leones con una materia prima más resistente, el mármol. Pero debido al caro precio del material debió reducir el tamaño de la escultura para adaptarse al presupuesto. Pasó a medir tan solo 90 centímetros de alto por 140 de largo, una dimensión ridícula comparada con el tamaño de la puerta del Congreso. Los ciudadanos comenzaron a mofarse del trabajo llamando a los leones «gatos». Actualmente se puede ver esa escultura en los Jardines de Monforte, en Valencia.

Ante las burlas, no hubo más remedio que volver a repetir el encargo, esta vez a cargo de Ponciano Ponzano. El artista materializó la nueva obra en bronce, ya que era un material que resistiría los estragos climáticos. Sin embargo, no contaba con que no había suficiente cantidad del metal, así que tuvieron que obtenerlo fundiendo cañones confiscados a los marroquíes durante la batalla de Wad-Ras (1859-1860). Algunos diputados de entonces se opusieron a esta solución, ya que no entendían que se colocara en la puerta del lugar donde se defendía la libertad, un material extraído de una guerra. La discusión duró nada más y nada menos que siete años, pero en 1872 se llegó a un consenso y fueron finalmente colocados en el lugar donde están hoy en día. Con el paso del tiempo, los madrileños bautizaron a los leones como Daóiz y Velarde, héroes de la Guerra de Independencia.

Pero la polémica de los leones no terminó ahí. Uno de los leones, el que representa a Atalanta, no tiene testículos, algo que no tuvo en cuenta Ana Pastor cuando, siendo presidenta del Congreso, inició, junto a la ong Plan Internacional, una iniciativa por el día Internacional de la Niña. Decidieron colocar una leona azul al lado de los leones del Congreso para pedir igualdad de oportunidades para las niñas. Lejos de obtener la aprobación del público, fueron varias las voces que se alzaron para señalar el error de la diputada. Ya había una leona en la puerta del Congreso, Atalanta.

En 2012, el Canal Historia inició una campaña para ponerle testículos a la leona, ya que, sin conocer la historia, creyeron que el escultor se había olvidado de ponérselos. El Gobierno de España denegó la petición y la heroína se quedó como estaba.