El pergamino de Eunomia

La sátira española no pasa de moda

La sátira española no pasa de moda

La sátira española no pasa de moda / Lara de Armas Moreno

Lara de Armas Moreno

Lara de Armas Moreno

Todo comenzó con las hojas volanderas, antecesoras de las gacetas. Unos folios impresos de pequeño tamaño, normalmente en forma de octavo, que también recibieron el sobrenombre de ‘octavas’. Se empezaron a distribuir en el siglo XVI y eran muy baratas, incluso algunas veces se daban gratis. Tenían un lenguaje sencillo que facilitó su permanencia y garantizó su éxito, sobre todo en el siglo XVIII. Se utilizaron como método de propaganda, difusión y crítica política. Las de contenido satírico, muy habituales, no tenían nada que envidiar a publicaciones actuales como Mongolia o El Jueves.

Con el tiempo, las hojas volanderas dieron paso a unas revistas especializadas de humor donde primaba el contenido gráfico. La primera de la que se tiene constancia en España se imprimió en 1735 bajo la cabecera El Duende Crítico de Fray Manuel Freyre da Silva, un capitán de Dragones del Ejército portugués que combatió junto a los aliados de los Austria en la Guerra de Sucesión española. Sus versos le convirtieron en el azote de Felipe V, pero contra quien se cebó especialmente fue con José Patiño, un ministro que participó en los momentos más tensos de la política española tras la firma de las condiciones preliminares del Tratado de Viena. El Duende criticó mordazmente a políticos y miembros de la Casa Real cada jueves durante seis meses, comenzando en diciembre de 1735. Entre sus versos más conocidos se encuentra este: «Yo soy en la Corte un crítico Duende que todos me miran y nadie me entiende; cuando meto ruido en el Gabinete asusto a Patiño y enfado a los Reyes».

Los escritos de esta índole evolucionaron con los siglos, comenzaron a ser ilustrados con caricaturas y fueron muy disfrutados en los mentideros europeos. Su éxito se debió a la escasa cultura visual de la época. Las imágenes de las atrocidades cometidas por los españoles en tierras colonizadas escandalizaban hasta el menos escrupulosos.

En el siglo XIX las ilustraciones se hicieron aún más polémicas. Los dibujantes disfrutaban especialmente cuando mostraban a la reina Isabel II de España manteniendo relaciones sexuales, a veces incluso con animales, y es que sí, el sexo vende, y también antaño. Lo que está claro es que la imagen primaba por encima de lo escrito y esto tiene una sencilla explicación: la mayoría de la población eran iletrada, por lo que los dibujos hacían las delicias de la plebe mientras se acomodaba una pequeña explicación escrita al pie para que no quedara ninguna duda de las intenciones satíricas del artículo.

De este tipo de publicaciones cabe destacar La Flaca de 1869, que se presentó en Barcelona y era de orientación federal y republicana. Su nombre se opuso al título carlista La Gorda y publicó caricaturas excelentes a doble página y a color en las que ridiculizó al clero, a la monarquía y a los militares, pero sobre todo se cebó con el político Juan Prim. Otra publicación interesante fue El Loro de 1879 que contó con el curioso epígrafe: ‘Periódico ilustrado joco-serio’. Se cree que tanto esta publicación como La Flaca tuvieron como caricaturista al catalán Tomás Pardó, que ilustró textos republicanos, anticarlistas y anticlericales, contrarios a los partidos dinásticos.

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