La compra y venta de oro se ha convertido para muchos canarios en una vía con la que poder hacer frente a algunos de sus gastos. "Aquí todos los días viene muchísima gente, sobre todo por la mañana las colas se ven de lejos", afirma Siony Sánchez, una vecina de La Minilla que reside en las proximidades de una de las oficinas Monte de Piedad de La Caja de Canarias. Lugares como este reciben diariamente a decenas de personas en busca de créditos prendarios y valoración de alhajas.

Durante la mañana, la puerta de la oficina no deja de moverse con las constantes entradas y salidas de las que es testigo. El perfil mayoritario de estos usuarios coincide con personas desempleadas que tienen familiares a su cargo. "Tengo una niña y lugares como estos ayudan un poco a salir adelante, y más ahora con las Navidades encima", afirma Juan José Vicente, de 48 años, antes dedicado al sector de la construcción.

Por ello, la gran mayoría solo espera que tras las Elecciones del próximo 20-N se creen más puestos laborales que les ayuden a no tener que empeñar sus bienes más valiosos. "Yo lo único que quiero es un trabajo y con eso ya lo tengo todo. Hasta la salud mejora porque uno sale de casa y mantienen la mente ocupada", señala Octavio Avier, de 45 años y padre de un niño de 11 años. Esta opinión es compartida por Aída Talavera, una joven de 25 años, que dejó de percibir la prestación por desempleo el pasado mes de marzo. Aída está embarazada y es madre un niño de 7 años. "Ya no tengo ni derecho a la Seguridad Social y he tenido que volver a estar en la cartilla con mi padre, porque no me dan recetas y no me pueden atender en el Materno", afirma.

Según Aída, parte de su situación se debe a la dificultad que tiene para encontrar trabajo en su oficio. "Yo siempre he trabajado en el campo, con las tierras, pero como ahora todo el mundo se quiere ahorrar dinero, contratan a otras personas que no les exigen un sueldo digno y yo me veo sin nada si no quiero que abusen de mi trabajo", explica con cierto enfado.

Una situación parecida vivió Mari Pino Oliva, a la que tras sufrir un accidente laboral no le renovaron el contrato. "A la empresa no le interesa esperar a que me recupere, enseguida encuentran a otro", señala apoyada en una de sus muletas al salir de la oficina del Monte de Piedad.