Lo hicieron con ganas y por las dos veces anteriores que no pudieron darse el gusto. Quizá muchos de ellos con la rabia acumulada desde aquel para ellos fatídico 15 de marzo de 2004, cuando lo tenían todo preparado y tuvieron que quedarse en casa. Pero ayer salieron a la calle y se notó. Miles de seguidores del partido colapsaron la calle Génova y rúas adyacentes en la capital del Estado para dejar claro que para ellos fue un día muy especial, y que convertirán el 20-N de 2011 en un hito para la derecha española. Ayer dieron rienda suelta a sus emociones y expresaron su euforia cuando Mariano Rajoy salió al balcón para proclamar la victoria. Banderas azules y españolas al viento en la otoñal noche madrileña y gritos de "presidente, presidente" y "Oa, oa, oa, Mariano a La Moncloa" demostraban que esperaban este día con ansiedad.

Aunque ya habían tenido ocasión de celebrar triunfos recientes y muy importantes, como el de las elecciones autonómicas y locales del 22 de mayo, la victoria de ayer tenía otro tipo de significado, se trataba de la victoria definitiva sobre Zapatero, el personaje que han convertido en todos estos años en el símbolo de todos los males de España (y de los suyos). Y eso se notaba en la celebración frente a la sede del PP, desde donde habían tratado de controlar la manifestación de los seguidores para evitar mensajes confusos hacia el exterior.

Antonio García, médico jubilado y un clásico de la celebraciones del PP, no paraba de interpretar el himno nacional con una enorme armónica y gran sentimiento patriótico. Quizá el mismo al que tenga que aplicarse Rajoy para sobrellevar la que se le viene encima. Un gobernante cuyo partido acumula un poder jamás visto en el sistema político español, pero que de momento le van a mandar a él desde los mercados y desde Bruselas.