CRÓNICA ELECTORAL

¿Cómo están los máquinas?

Después de su paso por Gran Canaria, a Pedro Sánchez le tocó ayer mitin en Santa Cruz de Tenerife, con Ángel Víctor Torres, Pedro Martín y Patricia Hernández de teloneros

Elecciones Autonómicas Canarias 2023: Mitin de Pedro Sánchez en Las Palmas de Gran Canaria

C. E. P.

Alfonso González Jerez

Alfonso González Jerez

El mitin es un artefacto tan tradicional, anodino y confortable como una cómoda. En la cómoda, junto a la puerta, uno puede dejar los zapatos; en el mitin basta con dejar el cerebro en la entrada. Incluso cuando el protagonista de la reunión es el presidente del Gobierno español la cosa no cambia sustancialmente. Después de su paso por Gran Canaria a Pedro Sánchez le tocó ayer mitin en Santa Cruz de Tenerife con Ángel Víctor Torres, Pedro Martín y Patricia Hernández de teloneros de permanente, inamovible, obsesiva sonrisa. Llegaba a ser preocupante. El Joker sonríe con más espontaneidad.

Sorprendentemente el partido había elegido un pasillo del Tenerife Espacio de las Artes (TEA) para celebrar el encuentro electoral. Un espacio amplio, pero limitado. No llegaban a 400 personas las que se congregaron ahí y alrededor de medio centenar eran cargos públicos que vinieron al acto como quien le toca a venir a la oficina en domingo: con un equilibrio inestable entre las ganas y la responsabilidad. El presidente del PSOE y mineralizado alcalde de Adeje, José Miguel Rodríguez Fraga, no estaba, por ejemplo.

Aunque el jefe del Gobierno canario, Ángel Víctor Torres, esgrimió vagamente razones de seguridad como excusa para no abarrotar un estadio deportivo, no sonaron demasiado consistentes. Fuera una veintena de personas -no más- siguieron el acto por una pantalla de televisión. Costaba encontrar a alguien de menos de treinta años y en cambio abundaban los jubilatas drapeados con móviles listos para inmortalizar a Sánchez mil veces.

Después de tantos años te encuentras ahí a encargados de la organización que ya peinan canas o que ya no les queda nada por peinar. Gente que la ha echado muchas miles de horas de trabajo al partido pero a los que conoce apenas el secretario general local. Por supuesto no cobran, aunque algunos los tienen a sueldo por aquí o por allá. No solo son los responsables de los equipos de imagen y sonido, o los encargados del servicio de orden; también los que tienen la delicada misión de animar a la patulea en los momentos de tensión dramática.

Ayer le tocó el turno de animador a uno de los mejores. Sabía perfectamente cuando comenzar a gritar: «¡Presi-dente, presi-dente!» para reactivar al público y estimular la eucaristía psocialista. Ni en las comedias de Lina Morgan lo haría tan bien el apuntador. Lo cierto es que todo funcionó ayer a la perfección. Un mitin de un entusiasmo perfectamente descriptible -todos los mítines se disfrutan hoy como si se asistiera a un programa de televisión en directo- pero técnicamente impecable. Con los oradores que componían el cartel no se podía esperar mucho más.

Con apenas quince minutos de retraso llegó Pedro Sánchez con camisa vaquera impecablemente arremangada y acompañado por Torres, Martín y Hernández, como si fueran una correduría de seguros. Los presidentes y la futura alcaldesa de Santa Cruz, como recitó la voz divina que introducía el acto. Y al final Pedro Sánchez, acompañado de Héctor Gómez, ministro de Industria y Turismo en el que parecía no reparar absolutamente nadie. Tampoco se refirieron a él los tres candidatos canarios y Sánchez tuvo que llamarles indirecta y delicadamente la atención: «Hombre, que tenemos aquí al ministro de Industria y Turismo, que también es de Guía de Isora». Entonces, y solo entonces, la gente reparó en él y le proporcionaron algunos caritativos aplausos.

Ciertamente el presidente tuvo unas deferencias que sus compañeros de estrado no compartieron, como piropear a Julio Pérez como «consejero de Emergencias» (ya le condecoraron, sin dejar de ocupar el cargo, con la orden Isabel la Católica), aludir al eurodiputado Juan Fernando López Aguilar, o incluso algo tan estrambótico como dirigirse a José Segura, que a la chita callando, y al borde de los 79 años, sigue levantándose 84.000 euros anuales como director general de Casa África. A la que no citó, seguramente por falta de tiempo, es a María Dolores Pelayo, que nada más acabar el mitin enfiló hacia la salida a toda velocidad.

Patricia Hernández contó que su hijo Romeo le había regalado esa mañana unos tenis. Servidor debe ser un cronista raruco y misantrópico, porque esa técnica de citar al hijo y contar un acto familiar íntimo me parece deleznable. Las zapatillas, por supuesto, son, según precisó Hernández, para recorrerse Santa Cruz y visitar a los vecinos, pero si ese es el caso, hasta dentro de cuatro años el pibe no tiene que regalarle otras.

Después dijo que Santa Cruz debe volver a ser la ciudad vibrante, divertida y hermosa del pasado. Lo de hermosa es un recurso tan sutil que tal vez se le escapó a alguien. También insistió en ponerles ascensores a los vecinos que tienen derecho a salir de sus casas. Y canchas deportivas a la juventud de todos los barrios. Y le advirtió a Sánchez que en la capital tinerfeña -otra prueba de ingenio- la Junta Electoral no tiene problemas con las inauguraciones de obras públicas, porque no hay inauguraciones. Bermúdez no hace nada, Tarife visita sex shops: todo es un desastre. Uno no sabe si es peor evitar las inauguraciones en precampaña electoral o inaugurar como propias obras hasta licitadas por tus adversarios políticos.

Pedro Martín fue, como siempre, una inmejorable imitación de sí mismo. Patricia Hernández -aunque ayer se mostró moderada- es una mitinera más eficaz. Martín siempre tiene una expresión de ligero y benevolente fastidio. Si no hubiera oposición. Si se pudiera vivir indefinidamente sin un proyecto para la Isla. Si Arriaga se hubiera dedicado a la pintura, como su antepasado. Si el Cabildo estuviera en Aripe. Pero nada. El destino puede ser cruel, como el metabolismo.

Como la ejecutoria de Martín es harto limitada, se puso hablar de lo que haría frente a la corporación insular en los próximos cuatro años. En vez de Con Fundamento debería ser Déjame sorprenderte cuatro años después. Después citó la expresión del secretario general de CC de Tenerife, Francisco Linares, quien aseguró hace unos días que iban a mandar a Martín de una patada en el culo a Guía de Isora. Es difícil mensurar quien estaba más dolorido, si el presidente o sus glúteos. Después de explicar que las derechas son así, ruines como carne de perro, y con una inocultable grandeza, explicó que los socialistas, en cambio, no son así, son buena gente, honrada y decente, y aportan ideas y proyectos y el emocionante anhelo de que en Tenerife pueda caber todo el mundo.

Ángel Víctor Torres, su secretario general, opina lo mismo con ligeras variaciones: en las instituciones pueden caber todos los socialistas. El presidente del Gobierno autonómico sufre una preocupante deriva retórica hacia el dadaísmo y el nonsense. A veces parece que improvisa chistes. «He visto a Pedro Martín, sí, lo he visto ponerse un casco para ir al túnel de Erjos», fue una de las afirmaciones que dejó ayer para el mármol. «Como Patricia, Pedro ha sido duro, pero muy duro con el Gobierno de Canarias», fue otra, aunque por fortuna no se arremangó la chaqueta para enseñar los verdugones. No se olvidó de citar las «conspiraciones en la sombra» para mover las sillas a Hernández o a Martín, que cuando las protagonizan los socialistas se llaman mociones de censura.

Habló de todos los proyectos que habían sacado adelante distintos gobiernos coalicioneros -la retirada de la Refinería de Cepsa, la remodelación de la playa de playa de Valleseco, la ampliación de la Estación Depuradora de Aguas -como si fueran triunfos propios sin cortarse un pelo y presumió de nuevo de los 80.000 puestos de trabajo más de los existentes en 2019. El apuntador del partido empezó a ulular, empapando los sobacos con el esfuerzo: «¡Presi-den-te, presi-den-te!», y todos rompieron a aplaudir y Nira Fierro estuvo a punto de romperse las muñecas.

Todo se centuplicó cuando tomó la palabra Sánchez. Otra vez: la derecha es esencialmente canallesca y vil. Lo suyo no es sanchismo, sino socialismo. Descubrió a los presentes que los estudiantes españoles «deben aprender el lenguaje de las máquinas» (sic). Y después la vivienda. Al cabo de cinco años en el Gobierno ha reparado ahora en que la vivienda es un problema extraordinario. Las derechas quieren que la vivienda sea un objeto de lujo, él quiere que sea algo chachi, es decir, un derecho para todos. Reconozco que me fascina este sectarismo a la par mendrugo y despiadado.

Admito una admiración mal reprimida cuando habla de «la austeridad y los recortes impuestos por la derecha», cuando conservadores, liberales y socialdemócratas votaron en el Parlamento europeo y aplicaron desde la Comisión esta estrategia para superar la crisis financiera de 2008. Como esperaba todo el mundo Sánchez soltó más atrapamoscas: usará el ICO para cubrir hasta el 20% de créditos hipotecarios para jóvenes menores de 35 años y construirá 300 viviendas en Tenerife. ¿Plazos, costo presupuestario, normativa regulatoria de tales medidas? Ninguna. Esto es un mitin, un programa de tele, un acto de marketing, una autoexaltación feliz y omnímoda. Mientras el apuntador gritaba de nuevo: «¡Presi-den-te, presi-dente»! el mitin ya había acabado.

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