Encuentro con la marmota

Un momento del acto de Coalición Canaria celebrado ayer en el Parque Marítimo de Santa Cruz de Tenerife.

Un momento del acto de Coalición Canaria celebrado ayer en el Parque Marítimo de Santa Cruz de Tenerife. / CARSTEN W. LAURITSEN

Alfonso González Jerez

Alfonso González Jerez

Los ancianos que descendían de los autobuses –cuatro o cinco vehículos sin propaganda electoral– no hablaban para nada del mitin. Hablaban de la última reunión en casa de Juanita, del luctuoso cierre de un guachinche, del cumpleaños de un nieto. Y es que parecían ya acostumbrados a los rituales coalicionísticos; como mucho, la expectativa más extendida era ver y escuchar a Ana Oramas. Lo que para sus nietos y bisnietos son los superhéroes de Marvel es para ellos Ana (Ani) Oramas, un cruce entre la Viuda Negra y Hulk. Junto al Parque Marítimo, en el salón de un pequeño restaurante que también ofrece clases de baile, se celebró el sacramento gerontofílico al que los dirigentes coalicioneros prestan especial atención en cada convocatoria electoral.

Los socialistas suelen comentar sardónicamente que si CC se preocupa tanto mitinescamente por los ancianos es porque cada vez que fallece uno de ellos pierde, en efecto, un votante. Llegaron poco más de doscientos y tomaron asiento para escuchar a José Bermúdez, Rosa Dávila, Oramas y Fernando Clavijo, que se sentó esquinado y silencioso, casi para no molestar. Alrededor, como colaboradores en la organización, estaba la gente de siempre, los colaboradores anónimos de toda la vida. Como han evidenciado las listas electorales de este 2023, CC tiene un grave problema en la selección de su personal político: con alguna que otra extraña excepción, no hay una verdadera renovación en las listas, sino cierta reubicación de sus efectivos. De los que hablaron ayer junto al Parque Marítimo es Fernando Clavijo el que lleva menos tiempo en la política activa. Oramas está en la brega –como diría ella misma– desde finales de los setenta; Dávila y Bermúdez, desde principios o mediados de los noventa. La generación que ahora mismo los sigue –los treinteañeros– corren el riesgo de ver frustradas sus aspiraciones políticas personales. Es una situación que se agrava –a veces hasta la agonía– en las organizaciones políticas cuando se quedan fuera del poder y la situación conduce a una verdadera oligarquización de la dirección del partido. Como los dirigentes coalicioneros no han leído a Robert Michels, no parecen excesivamente preocupados. Pero un día –y ese día no tiene por qué ser muy lejano– pueden encontrarse solos en la intemperie, mirar a su espalda y descubrir que ya no hay nadie ahí.

El lenguaje se ha endurecido, no por miedo, o por nerviosismo o zarandajas similares, sino porque los dirigentes coalicioneros creen que han ejercido –en el Parlamento, en el Cabildo y en los ayuntamientos– una oposición razonable, serena y respetuosa, y lo que han recibido, por parte de las fuerzas integrantes del Ejecutivo es una descalificación sistemática y hasta con recochineo. Sencillamente se han calentado. Tal vez en demasía. Rosa Dávila llamó ayer a los socialistas «golfos», «gente ruin», «políticos sin corazón», apuntando directamente a la gestión de Pedro Martín en el Cabildo y al cierre del programa Ansina, una torpeza socialista ciertamente incomprensible. Clavijo estuvo más contenido pero, por supuesto, además de repetir ese homenaje interminable y pelotero que recibe del coalicionerismo tinerfeño Ana Oramas («a Ani le llamamos la jefa y yo soy un alumno suyo y muy agradecido de serlo») denunció que las administraciones públicas controladas por el PSOE y Podemos han dado la espalda a los mayores en Canarias y se comprometió a cambiar la situación: las colas en la Seguridad Social, en los hospitales, en los servicios sociales y asistenciales... Bermúdez ya había echado su discurso unos días antes, en la presentación de su candidatura, bajo ese principio milagroso de que CC no es de izquierdas ni de derechas, porque Coalición solo es igual a sí misma, incluso solo se parece a sí misma siempre que le dé la gana, y allá arriba, en un Empíreo de gofio, romerías y chácaras, persiste en su ser indefinidamente como el Dios de Spinoza. Es curioso que con un tópico tan sobado se pretenda pillar o conservar algún voto. Hace mucho tiempo un ilustre militante de ATI –el doctor y rector universitario José Carlos Alberto– definió su partido como «una fuerza política nacionalista de espíritu liberal y praxis socialdemócrata». La definición les encantaba a Manuel Hermoso y a Adán Martín. Desde hace tiempo se han abandonado estas delicadezas conceptuales. Incluso después de haberse disuelto en un proyecto como CC y aprender a definirse como nacionalistas, en Tenerife se sigue pretendiendo ofrecer a los electores el apoliticismo como una opción política.

Tanto Bermúdez como Dávila y Clavijo se arregostaron satisfechos en sus asientos cuando Oramas tomó la palabra. Como oradora, Ana Oramas tiene varias especialidades; una de las más notables es su habilidad con el público más o menos arteriosclerótico. Es inevitable quitarse el sombrero ante el manejo de sus recursos, su emotividad precisa y próxima, su eficaz mezcla de ordinariez y delicadeza. No se suficiente decir que Pedro Martín ha actuado torpe y ruinmente con los ancianos tinerfeños, mejor llamarlo –sin mencionarlo siquiera– papafrita. «Y encima le molesta la gratuidad en el transporte público porque según dijo eso solo beneficia a la gente… ¡Pues claro, papafrita!». Jolgorio instantáneo. A la parroquia le encanta y aplauden a rabiar y a menudo entre risas. Recuerdos de Hermoso: «a mí me cogió Hermoso y me dijo: Ana, tú serás alcaldesa de La Laguna». Recuerdos de Adán Martín. Recuerdos de hitos de gestión, de infraestructuras, de éxitos económicos y políticos... Recuerdos de costumbres con las que su público se identifica: «Mis hermanos, somos diez, nos reunimos a comer todos los domingos». Y un llamado: «Necesitamos que el día 28 ustedes, los hombres y mujeres mayores que están aquí, pero sobre todo las mujeres, que somos más decididas y tenemos más lengua, voten y lleven a votar por Coalición, que voten sus hijos, que voten sus nietos, que convenzan a toda la familia, para que Canarias se defienda desde Canarias, para defender a nuestra gente, para decidir desde aquí lo que tenemos que hacer aquí, porque si somos fuertes, en Canarias, en los cabildos, en los ayuntamientos y en el Congreso de los Diputados, podremos exigir y defender lo que necesitamos». Aplausos y vivas. En el salón adyacente estaban preparando cafés y juguitos.

Después proyectaron un vídeo de Bermúdez que, según Oramas, demostraba que el alcalde de Santa Cruz es un ser de luz fundamentalmente bondadoso que solo piensa en el bienestar físico y espiritual de todos los seres humanos que se acumulan entre los límites de su municipio. Lo más terrible fue el final: alguien tocó un botón y por los altavoces sonó música pachanguera y varios candidatos saltaron al escenario y se pusieron a bailar espasmódicamente ante los ancianos. Pero qué necesidad.

Suscríbete para seguir leyendo