Mientras la sombra del Teide crece en dirección a Gran Canaria en torno a 75 visitantes se disponen a presenciar un atardecer único; una puesta de sol que estira sus miradas hasta las islas de La Palma, La Gomera y El Hierro. La visión es tan limpia que uno de los guías se atreve con el más difícil todavía. "¿Igual vemos hasta San Borodón?", ironiza con un grupo de turistas peninsulares sobre el mito de la igualmente conocida como "la Encantada", "la Encubierta" o "la Perdida".

San Borondón, finalmente, no se dejó ver. A 3.718 metros de altura el silencio es casi absoluto. El único ruido que se percibe es el del cable de acero que se tensa para anunciar la llegada de una cabina del Teleférico del Teide, el murmullo de varios visitantes y el viento que recibe a las personas que decidieron alistarse en la actividad gestionada por Volcano Teide Experience

Antes del ascenso los grupos se han dividido por idiomas: el alemán, el español, el francés y el inglés segmentan al pelotón. Todos han sido alertados de las dificultades que supone permanecer durante más de una hora a más de tres mil metros de altura -con un 30% menos de oxígeno- y de las prohibiciones a las que están sujetas las personas con problemas asmáticos, de tensión o con anomalías cardiacas. También se recomienda no realizar esta actividad a la embarazadas. Los primeros minutos son de aclimatación. La supervisora pregunta si alguien se encuentra mal y ante la ausencia de respuestas negativas decide reanudar la marcha.

La siguiente parada está al inicio del Sendero 12. Allí sobre una balconada natural desde la que se observa el Valle de Ucanca encadena varias lecciones cortas. La presencia del roque en un billete nacional ya fuera de uso, las teorías del naturalista y geólogo portuense Telesforo Bravo, la importancia que tuvieron las reservas de zinc para la construcción de armamento en la Segunda Guerra Mundial o el uso que se le daba a las gigantescas placas de hielo para conservar los alimentos en un periodo de tiempo en el que los frigoríficos eran algo más que un sueño.

Las fumarolas que se alinean en torno al Sendero 12 son los únicos puntos de calor de una tarde que ya está por debajo de los ocho grados centígrados. Aún así, la sensación térmica es mucho más agradable que lo que indica los dígitos del termómetros.

La curva que anuncia el cara a cara con el sol se encuentra a unos 700 metros. El viento empieza a ser generoso, pero nadie se quiere perder una vista que reúne en un único plano a las cuatro islas de la provincia occidental del Archipiélago. Las puntas de los pies apuntan al Pico Viejo, pero en cuento la mirada toca el mar aparecen La Gomera, El Hierro y La Palma.

El naranja y el negro conquistan la cima antes de que llegue la oscuridad. La brisa se ha convertido en frío que recuerda la altitud. Los turistas revisan las fotos de sus móviles y cámaras, comentan con sorpresa la remontada del Liverpool en el mítico Anfield y casi degustan una bebida caliente -los tradicionales optan por el café y todas sus variantes; los más frioleros por un chocolate- antes del inicio de la actividad nocturna que acompaña a un atardecer desde la "azotea" de España. Varios especialistas de Volcano Teide Experience supervisan el montaje de los telescopios.

El Cúmulo de Hércules o Messier 13 (M13), el Cúmulo Abierto "El Pesebre" (M44), una estrella doble que se encuentra en la constelación de la Osa Mayor (Mizar) y, por último, la Galaxia del Cigarro son cuatro de los elementos astronómicos que se puede ver en el transcurso de una observación que se alarga durante algo más de una hora. El silencio casi monacal que se percibió en la montaña se transforma en pequeñas señales de admiración y alegría ante unos hallazgos que anudan la noche a un sentimiento mágico de cercanía con el más allá. Ahora la protagonista es la luna, un satélite con la apariencia de la media luna que aparece en la bandera turca. No hay tiempo para más.

Las últimas frases tienen un aroma a despedida que se certifica en cuanto los extranjeros inician el camino de vuelta a las guaguas que les han traído al ático del país para ser testigos de un "sunset" de catálogo.