Los poco más de 40 kilómetros cuadrados de superficie no hacen de San Bartolomé uno de los municipios más extensos de Lanzarote, sino más bien lo contrario, el segundo más pequeño. Pero si miramos los datos de población, la tabla de posiciones se da la vuelta, colocándolo como el segundo municipio en densidad poblacional, con 444 habitantes por kilómetro cuadrado, solo por detrás de la capital, Arrecife. Ante esta relación entre el habitante y el territorio se antoja crucial la gestión del espacio, de sus recursos, de sus necesidades energéticas y el equilibrio con el entorno.

Con estas premisas, la gestión del gobierno local debe tener en cuenta el pasado y el presente para pensar y replantear qué modelo de futuro se desea para su comunidad. Su historia, como corroboran los yacimientos arqueológicos, se remonta a la época prehispánica. Su ubicación privilegiada y su importancia agrícola favorecieron su desarrollo y expansión durante el siglo XIX y la primera mitad del XX. En los últimos veinticinco años, la nueva base económica, en torno al turismo, ha reconfigurado el panorama social, cultural y urbano de su población.

Como hoja de ruta de cara al futuro, una buena muestra ha sido la elaboración de su documento sobre el "Perfil de Sostenibilidad Ambiental" del municipio, que procura la identificación de aquellas áreas o sectores con un mayor potencial dentro de la comunidad para establecer una línea de base con la que articular el progreso para los próximos años. Con la mirada puesta en los principios básicos de la sostenibilidad, se propone avanzar hacia un equilibrio entre desarrollo económico, social y medio ambiental.

Lo primero es poder conocer la situación de partida en el contexto de los sectores predominantes dentro del municipio, identificando sus principales debilidades, amenazas, fortalezas y oportunidades para que, dentro de un contexto de participación ciudadana activa, se pueda trabajar en el desarrollo sostenible de toda la comunidad. A partir de ahí, y dentro del contexto del Sistema de Gestión Integrada para la Sostenibilidad (SIGS), que se está implementando a nivel insular, el objetivo es poder integrar y presentar un primer acercamiento a lo que deberá ser un Plan de Desarrollo Sostenible Local que contemple, tras un proceso de participación activo, acciones concretas para cada uno de los sectores analizados.

Limitaciones

En materia energética, San Bartolomé reconoce que sufre de debilidades como la dependencia exterior o las dificultades para la instalación de parques eólicos, así como la baja implantación de sistemas de bajo consumo. Del mismo modo, y al igual que en otros territorios, padece las consecuencias del aumento de las tarifas eléctricas de energía convencional y las limitaciones que impone la insularidad. Pero al mismo tiempo cuenta con aspectos a favor, como el gran número de horas de sol y viento para el aprovechamiento de energías alternativas, un cierto grado de sensibilización ciudadana, las subvenciones para el ahorro energético para el cambio de luminarias públicas o para la optimización del consumo a través de auditorías energéticas.

Del mismo modo puede apuntarse cómo las instalaciones solares térmicas en el municipio contribuyen a reducir las emisiones de CO2 a la atmósfera, la fuerte tendencia al crecimiento de la energía solar térmica para el calentamiento de agua por la obligación de su instalación a través del código técnico de la edificación y que San Bartolomé cuente con una de las mejores zonas para instalación de parques eólicos por las horas de viento.

Es cierto que este panorama debe complementarse con una gestión eficiente de los residuos, con un mejor aprovechamiento del punto limpio, una mejora sustancial de los procesos y acciones de vigilancia para reducir los vertidos ilegales y mitigar su impacto, así como una más profunda concienciación de la ciudadanía en la importancia de vincular la administración del hogar con un mayor respeto medioambiental.

En lo que respecta al agua, la solución a los problemas dependen más, si somos realistas, de la gestión insular que de la municipal, pero desde la corporación municipal no se entiende esto como un factor que provoque la paralización de las acciones que, en lo local, se puedan impulsar. De esta manera, se podrá contribuir con parte de las soluciones que se necesitan de cara a contrarrestar las debilidades y reducir el impacto de las amenazas, mejorando la calidad del producto final a partir del cumplimiento de los tratamientos terciarios del agua depurada. Esta actividad puede traducirse, por ejemplo, en que a iniciativa del municipio se promuevan y coordinen las tareas de vigilancia y control de calidad del agua saliente de la depuradora ubicada en el término municipal, así como el diseño e implementación de proyectos alternativos que permitan contar con un emisario en condiciones y un sistema separativo de aguas pluviales y fecales para su correcta canalización, ligado todo esto, a un proyecto de reutilización de las llamadas aguas grises para por ejemplo el riego de los parques y jardines del municipio.

Contar con el ciudadano

La participación ciudadana no ha quedado al margen del plan de San Bartolomé para ligar su futuro con la sostenibilidad. Así, el diseño, definición y aplicación de una metodología de participación ciudadana, a partir de la cual, y con la representación de todos los actores sociales de la comunidad (comunidad de vecinos, políticos, empresarios, sindicatos, asociaciones, etc.), se pueda consensuar una visión que les permita desarrollar una estrategia efectiva y con planes de acción muy concretos para cada sector y para caminar todos juntos en la misma dirección. La suma de todos estos planes sectoriales da forma al Plan de Desarrollo Sostenible Local.

Un elemento vital del perfil y de todo el trabajo posterior es la identificación de prioridades para cada área en relación con las necesidades de una mayor sostenibilidad dentro del municipio vs sus oportunidades, y de cómo dichas prioridades contribuyen a la sostenibilidad de la Isla en su conjunto, es decir, el impacto. Junto con todo esto, la meta es aspirar a un municipio flexible, preparado para el cambio. El desarrollo de una comunidad solo puede ser sostenible si se adapta a los desafíos que supone la sostenibilidad y es fuerte y previsora ante el impacto del cambio climático. Potenciar a los ayuntamientos para gestionar con mayor eficiencia todo esto es un elemento fundamental de cualquier agenda de desarrollo local.

Y si se pretende el objetivo de lograr un municipio verde no se puede dejar de lado el trabajo en pos de una mayor eficiencia energética, tanto desde el punto de vista del consumo, como de las fuentes para obtener la energía que el municipio necesita. Impulsar un cambio desde las propias instituciones reconvirtiendo edificios que se alimenten con energías renovables, adquiriendo una flota municipal de coches eléctricos, etc. En definitiva, liderando el proceso con el ejemplo. Clave para esto resulta el desarrollo de los procesos de toma de decisiones en sintonía con la sostenibilidad y la conservación de la biodiversidad y de los servicios ecosistémicos. Todo ello sin renunciar al desarrollo económico y social, buscando el equilibrio constante entre lo económico, lo social y lo medioambiental. Es decir, generar oportunidades de desarrollo económico respetando su entorno, facilitando el proceso y generando incentivos para todos los grupos sociales.

Problemas de fondo

Problemas de fondo

Desde el Ayuntamiento de San Bartolomé se tiene claro que el origen de los problemas ambientales que sufrimos a nivel general y a nivel particular está en el actual modelo de desarrollo, entendido como abandono del campo, urbanismo, producción, consumo y generación de residuos de nuestras ciudades con tendencias de expansión ilimitadas. Así, la omnipresente obsesión por el crecimiento solo económico y la competitividad eclipsa constantemente el debate en torno a los fines sociales y ambientales y al necesario e indispensable equilibrio entre estas tres fuerzas motrices, presentes en todas las comunidades.

En este sentido, resulta vital que los municipios, como primeros responsables de la gestión de una comunidad, impulsen un cambio real y decidido para dejar de aplicar tímidas políticas ambientales y que, con mayor frecuencia de la deseada, se caracterizan por ser sectoriales, poco integradas y de cosmética más que de fondo y con un impacto real en las bases. Se antoja necesario, por tanto, prestar atención la evolución de las Agendas 21 Local, el plan de acción propuesto por la ONU para conseguir entre todos un desarrollo más sostenible en el siglo XXI, una estrategia de desarrollo municipal sostenible que consiga el bienestar de la comunidad.

Aunque a veces se hayan logrado resultados muy interesantes y alentadores en materia de concienciación y participación ciudadana, en muy pocas ocasiones se ha conseguido reorientar las principales tendencias destructivas del suelo, el paisaje, la acumulación de residuos ilegales, la desaparición de especies autóctonas y la contaminación de las aguas, entre otros desafíos que deben afrontar las comunidades. Perspectivas como la del Ayuntamiento de San Bartolomé representan un paso firme hacia la consecución de objetivos de gran altura a la hora de la eficiencia energética y el desarrollo sostenible, para poner al futuro una cara amable que aune el crecimiento económico con el social y el medioambiental.