Cuando se habla de renovables en la Unión Europea (UE), no es difícil que el caso de El Hierro aparezca en la conversación. Todavía sigue siendo noticia que un espacio de las dimensiones de la isla canaria logre autoabastecerse completamente con energías libres de emisiones, al menos de forma puntual. La transición energética avanza de forma vibrante -la potencia renovable instalada en el mundo superó en 2017 los dos millones de megavatios- y avanzamos hacia un contexto en el que las zonas 100% renovables serán lo habitual.

Las islas vienen manifestándose desde hace tiempo como laboratorios a cielo abierto de este proceso, quizá por ser los territorios tremendamente conscientes de lo que implica ser vulnerable al calentamiento global, no solo por el aumento del nivel del mar sino también por el riesgo a la desertización, los cambios en los regímenes hídricos o la exposición a los fenómenos meteorológicos extremos, entre otros impactos. Además, la insularidad convierte a la dependencia energética exterior y la garantía de suministro en desafíos que, sin duda, han animado a las diferentes administraciones a avanzar con mayor rapidez en la búsqueda de soluciones tecnológicas, regulatorias y organizativas para impulsar la transición ecológica.

En el caso español, no hay duda alguna del potencial: Baleares y Canarias son ricas en sol y en viento, y referente de impulso renovable en una UE, que tiene unas 2.200 islas habitadas. Impulso que, sin duda, traerá la consolidación de sistemas energéticos basados en energías limpias, e interesantes propuestas de movilidad libre de emisiones y, con seguridad, en el desarrollo de comunidades energéticas locales y un espaldarazo al autoconsumo, que cuenta además con la ventaja de ayudar a minimizar el impacto de las instalaciones energéticas en espacios reducidos y, sobre todo, de gran valor ambiental.

El futuro renovable de nuestras islas no sólo es positivo y necesario si España quiere cumplir con los compromisos que adquirió en el histórico Acuerdo de París de lucha contra el cambio climático. Es también lo más sensato desde el punto de vista económico, ya que un sistema energético más resiliente -especialmente, en el caso de los territorios extrapeninsulares- será un sistema con menos costes, lo cual incidirá positivamente en la factura que todos debemos abonar a fin de mes.

Estamos ya trabajando. Desde el Ministerio para la Transición Ecológica y el Instituto para la Diversificación y el Ahorro de Energía (IDAE) estamos diseñando una estrategia para apoyar a nuestras islas. Como primeros pasos, estamos lanzando líneas de ayuda para impulsar energías renovables en territorios extrapeninsulares cofinanciadas por el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER), destinado a fortalecer la cohesión económica y social en la Unión Europea, corrigiendo los desequilibrios que existen entre sus regiones. La primera convocatoria, aprobada recientemente por el Consejo de Ministros, destinará 80 millones de euros al fomento de proyectos eólicos en Canarias. Con ella, se posibilitará la entrada de al menos 180 megavatios de potencia renovable en la comunidad autónoma.

Tenemos el potencial, conocemos los beneficios y la Ciencia nos advierte de que es urgente actuar. Los territorios insulares españoles tienen un futuro energético brillante por delante y desde el Gobierno estamos convencidos de que será un paso definitivo para garantizar prosperidad en todos los sentidos.

Teresa Ribera es ministra para la Transición Ecológica del Gobierno de España