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Justo Hernández Profesor de Historia de la Ciencia de la ULL

Justo Hernández: «No se puede entender la Revolución Científica sin Canarias»

«Debemos estudiar, divulgar, enseñar historia de la ciencia e investigar sobre ella», afirma el profesor de Historia de la Ciencia de la ULL

El historiador Justo Hernández en su despacho de la Universidad de La Laguna (ULL). Andrés Gutiérrez

La historia de la ciencia en Canarias se pude resumir en una palabra: aventura. Justo Hernández, especialista en Medicina Renacentista y docente e investigador de Historia de la Medicina en la Universidad de La Laguna (ULL) desde hace 25 años, recuerda que el Archipiélago ha sido testigo del paso de los grandes científicos y defiende la necesidad de recordar todas las grandes hazañas para seguir avanzando.

¿Qué papel ha jugado Canarias en la historia de la ciencia?

Relevante. No se puede entender la Revolución Científica sin Canarias. Canarias será clave en el atlantismo científico que supone el comienzo de la ciencia moderna asociada a los siglos XVI y XVII. Ninguna navegación que tuviera entidad ha dejado de hacer escala en el archipiélago y, en muchos casos, de estudiarlo. Tenemos decenas de ejemplos de ellos, desde el paso de Cristóobal Colón, hasta las expediciones de Magallanes-Elcano, pasando por grandes figuras de la ciencia como Plukenet, Feuillée, Cook, La Perouse, Bougainville, Glas, Humboltd-Bonpland o Balmis.

¿De qué ha adolecido la investigación canaria históricamente?

El principal problema fue la poca difusión de las investigaciones durante los siglos XVI y XVII, debido a la ubicación periférica de Canarias. Lo bueno es que esto se remedió en el XVIII, que es considerado como el gran siglo de Canarias.

¿Y qué fue lo que provocó que nuestro Archipiélago pudiera vivir ese «gran siglo»?

Como es un periodo prolífico en cuanto a la exaltación de la ciencia se refiere, se desarrolla mucho la comunicación científica a través de la correspondencia. Coincide con el momento, además, en el que se llevan a cabo las principales expediciones que pasan por Canarias, se fundan las Reales Sociedades Económicas de Tenerife y Gran Canaria, contamos con la gran labor científica de Viera y Clavijo y recibimos a la expedición de la vacuna.

Desde el siglo XVI en adelante, la posición estratégica de Canarias propició que se convirtiera en un puerto de paso permitió que los científicos internacionales descubrieran y analizaran por primera vez las islas, ¿cómo influyeron esas primeras expediciones en el devenir de la ciencia?

Sin duda, para Canarias, su situación geográfica fue determinante. En aquellos años, gracias a la gran cantidad de expediciones que se financiaban, Canarias se convirtió en sujeto y objeto científico. Esto pudo ser posible gracias a que es un lugar privilegiado para desarrollar una variedad de estudios en todo tipo de disciplinas, desde la antropología física y la historia natural pasando por la geografía, la geología y hasta la astronomía.

¿De todos los científicos que pasaron por las Islas cuál destacaría por su contribución al conocimiento canario?

Sin lugar a dudas, el naturalista prusiano Alexander von Humboldt. Su estancia en las Islas fue breve, de apenas seis días, pero en ella logró contribuir al conocimiento científico de las Islas de manera inabarcable. Humboldt descubrió Canarias a sí misma y, a la vez, mostró el Archipiélago al mundo entero.

¿Qué figuras han sido importantes para el desarrollo de la ciencia en las Islas, tanto locales como internacionales?

Se pueden ir destacando por el momento en el que vivieron. Los primeros científicos relevantes en este sentido son Francisco Hernández (1515-1587) y Leonardo Torriani (1560-1628). Posteriormente tuvimos a Leonard Plukenet (1642-1706) y Louis Feuillée (1660-1732). Quizás el siglo XVIII fue en el que aparecieron más figuras científicas vinculadas a Canarias de una u otra forma. Ejemplo de ello es el ingeniero Agustín de Betancourt (1758-1824) o el navegante de la Marina Real Británica James Cook (1728-1779). Pero también en esta época se pueden destacar las contribuciones de Jean-François de La Pérouse (1741-1788), Alejandro Malaspina (1754-1810), José de Viera y Clavijo (1731-1813), Alexander von Humboldt (1769-1859), Aimé Bonpland (1773-1858), William Heberden (1710-1801), Francisco Javier Balmis (1753-1819), Leopold von Buch (1774-1853), Philip Barker Webb (1793-1854), Charles Lyell (1797-1875), Sabin Berthelot (1794-1880). Del siglo XIX hay que destacar la visita de Charles Darwin (1809-1882), aunque no llegara a desembarcar. En esta época también son dignos de mención los nombres de Ernst Haeckel (1834-1919), Gegrorio Chil y Naranjo (1831-1901), Juan Bethencourt Afonso (1847-1913), Diego Guigou (1861-1936), Jean Mascart (1872-1935) y Wolgang Köhler (1887-1967). A principios del siglo XX, las figuras más relevantes de la incipiente ciencia de las Islas son, sin duda, Tomás Cerviá (1902-1962) y Antonio González (1917-2002).

Fueron muchos los científicos que pasaron por Canarias y todos ellos realizaban estudios en áreas muy dispares, ¿hubo alguna que se desarrollara antes en Canarias?

La primera área de conocimiento que se desarrolló en las Islas fue la de Geografía e Historia Natural. Y tiene hasta cierta lógica, pues lo primero llama la atención a estos viajeros al echar el ancla en las Islas es la orografía y la flora y fauna.

¿Qué papel han tenido las universidades en la consolidación de la ciencia y la investigación en el Archipiélago?

La Universidad de La Laguna (ULL) cuyos orígenes se remontan al año 1701, creció gracias a las aportaciones del investigador Antonio González quien se encargó de desarrollar importantes programas de investigación en química orgánica desde mediados del siglo pasado. Es importante reseñar, asimismo, la fundación del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC), en el año 1975, puesto que ha estado vinculado en parte a la Universidad de La Laguna y ha puesto la astrofísica y la astronomía, que se hace aquí, en unos niveles altamente competitivos a nivel mundial.

Hay muchos personajes masculinos en la ciencia canaria, ¿qué ha ocurrido con las mujeres científicas y sus contribuciones?

La presencia de la mujer canaria en la ciencia del Archipiélago es cada vez mayor. Baste recordar a María del Carmen Betancourt y Molina (1758-1824). La realejera es conocida, además de ser coautora de la máquina epicilíndrica (para el hilado de la seda), por presentar a la Sociedad Económica de la Laguna, en 1779, el documento titulado Método económico para tintes de carmesí fino, que incluye dos recetas de tintes para la seda junto con unas muestras de tejido teñido siguiendo las indicaciones de las recetas. Se trata, muy probablemente, de la primera memoria científica firmada por una mujer en Canarias

¿Qué nos enseña la historia de la ciencia que podamos trasladar a nuestra sociedad actual?

Son muchas las enseñanzas que podemos sustraer de la historia de Canarias. Pero si tuviera que resaltar algo sería la necesidad de estudiar, divulgar, enseñar historia de la ciencia e investigar sobre ella. Hacerlo nos haría recordar los grandes proyectos científicos canarios abandonados como la Casa Amarilla donde el psicólogo de la Escuela de Gestalt, Wolgang Köhler, desarrolló una de las investigaciones más reveladoras de la psicología. La Casa Amarilla, situada en el municipio de Puerto de la Cruz está actualmente en estado de ruina. Por otro lado se encuentra el sanatorio antituberculosos de Las Cañadas, al que acudían familias de todo el mundo esperando poder beneficiarse de la «cura climática» que ofrecía la meteorología en el Parque Nacional. Estas casas acaban de ser demolidas.

De los hitos científicos históricos en los que Canarias ha sido partícipe, ¿cuál destacaría?

La estancia de la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna (1803-1804) dirigida por el médico español Javier Balmis fue un hito a nivel mundial para el ámbito sanitario. Fue la primera vez que se pudo trasladar un medida tan efectiva contra la viruela a distintos países de la corona española. La expedición llegó a Santa Cruz de Tenerife, donde pasó un mes vacunando. Salió de Canarias el 6 de enero de 1804 hacia Puerto Rico.

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