El secreto de la influencia

Quienes verdaderamente han despegado y se han mantenido como estrellas de este negocio son aquellos que fueron a pecho descubierto basando sus carreras en uno de los pilares de la influencia: la nada

El secreto de la influencia

El secreto de la influencia

Carlos Ventura

Carlos Ventura

No hay cosa que cause un revuelo mayor en una conversación que la palabra influencer. Están quienes, como buenos nativos digitales, optan por hacer una defensa a ultranza del mundo de la creación de contenidos y la narración casi minutada del día a día de las estrellas de las redes sociales mientras que, en el otro lado de la balanza, se encuentran aquellos y aquellas que con cierto desprecio y arraigados tintes de supremacismo cultural tuercen el gesto como si la palabra influencer fuese propia de una indescifrable lengua que no tienen intención de conocer.

Con solo poner en cierto buscador de internet la palabra maldita para los eruditos, una larga lista de consejos y trucos se despliega ante los curiosos ojos del usuario como si de una farmacia expresamente creada para ellos se tratase, cargada de remedios y recomendaciones para congregar a una enfervorecida y fiel legión de adeptos detrás de la pantalla. El objetivo es claro: muchos son los que viendo el mundo que se mueve entorno a estos amados y odiados rostros de internet buscan subirse al carro de la influencia y sus innumerables beneficios pero ¿cuántos son los que conocen qué se esconde tras este mal entendido ecosistema?

En Canarias hay multitud de jóvenes que han estado durante años coqueteando con las maravillas que ofrecen santuarios digitales como Instagram o TikTok. Sin embargo, solo unos pocos han sabido entender el juego de las redes sociales como lo que es: un trabajo.

Un complejísimo, denostado, criticado y vilipendiado modo de vida que, por el contrario, se ha convertido en una férrea vía económica y en el salvavidas de multitud de pequeñas y medianas empresas que han conseguido reflotar su actividad o darse a conocer gracias a los influencers.

Estos exitosos comunicadores han conseguido desde sus casas poner en el foco la cantidad de prejuicios y miedos que existen sobre los cambios pero lo divertido de ser ‘influenciador’ es que ellos también desconocen cuál es la fórmula secreta del éxito.

El ‘plus’ de la idiosincrasia canaria

No es nada fácil identificar cuál es la tecla que se debe activar para hacerse un hueco en el abarrotado olimpo de los influencers. Sin embargo, varios expertos en comunicación y marketing han señalado que los creadores de contenidos de nuestro archipiélago cuentan con un elemento diferenciador que les sitúa en un universo más próximo al gran público: la canariedad.

En el Archipiélago, este ‘plus’ con el cual nacen las mujeres y hombres que generan contenidos made in Canarias tiene como marca de la casa la cercanía, el cariño, la complicidad e, incluso, el sentimiento de acogida, señas reconvertidas en herramientas claves para despuntar en una agresiva y competitiva selva digital cuyo tránsito cada vez es más complicado de recorrer. Esas características, sin embargo, nada tienen que hacer por sí solas si no se entremezclas con otros ingredientes fundamentales, como si del potaje de una abuela canaria se tratase.

Ser influencer es el resultado de un apabullante y aturullante conglomerado de elementos a tener en cuenta en el que se deben cuadrar a la perfección un sinfín de componentes como, por ejemplo, los contenidos expuestos, la honestidad, la verdad, la espontaneidad y la conquista.

Transparencia para con los contenidos

Si hay algo que no se escapa de las feroces críticas de los usuarios que consumen contenidos en redes sociales es que los influencers dejen de lado la transparencia y la naturalidad antes mencionadas para mutar sus perfiles en una especie de teletienda donde se vende por vender. Saber manejarse en esa fina línea es ser un perfecto malabarista digital porque, para muchos, la transparencia y la venta son el equivalente al agua y el aceite en el mundo de

Muchos creadores de contenidos no son conscientes de que cualquier ápice de mentira, parafernalia o exageración percibidos por el respetable pueden convertirse, en cuestión de segundos, en la mayor de sus pesadillas traducida al mundo de las redes en forma de unfollow, o lo que es lo mismo, dejar de seguir y darle carpetazo al influencer. Si, además, se riza algo más el rizo, la relación concluye con un “hasta luego, Maricarmen” en toda regla.

Libres de aditivos

Como si de la golosina más producida del mundo se tratase, muchos influencers creen haber descubierto la clave de un enrevesado y convulso mundo digital haciendo un constante alarde de lujos, viajes, éxitos, trabajos e inquebrantable felicidad cuando, los que verdaderamente han despegado y se han mantenido como estrellas de este negocio, son quienes han ido a pecho descubierto basando sus carreras en uno de los pilares de la influencia: la nada.

Pese a que muchas y muchos puedan ofenderse ante tan categórica afirmación, es la nada la que les ha dado la oportunidad de estar en constante contacto con una realidad en la que resulta muy fácil perderse. Las verdaderas figuras de las redes sociales han sabido aprovechar como nadie el regalo de esa nada que, bien exprimida, actúa a modo de pasaporte para alcanzar una cómoda vida y, además, les proporciona la llave con la cual acceder a una comunidad de seguidores que solo un apagón mundial les impediría mantenerse en contacto con sus gurús digitales. La nada les ha permitido bucear en la espontaneidad, en la verdad, en la coherencia o en emociones desgarradoras y determinantes como la ansiedad, el estrés, la presión, la exposición mediática o el insulto los cuales mal gestionados podrían suponer el fin de esta labor. Lo que también les ha permitido esta nada ha sido aprender de los mejores. De los y las influencers que no se dedican a las redes sociales pero que lo han sido toda la vida, mucho antes de que las actuales estrellas digitales estuviesen en proyecto y que influenciar fuese un trabajo.

Hoy las redes son los escaparates perfectos para aconsejar, guiar y aleccionar sobre cualquier temática: belleza, salud, estudios, moda, deporte, limpieza... Nada se escapa de las garras de esta rueda social de la que todos somos partícipes. Pero los influencers de ahora, sin darse cuenta y sin saberlo, han estado años y años aprendiendo de aquellas y aquellos que jamás tuvieron o tendrán la oportunidad de enseñar al mundo lo que son capaces de hacer.

Ejemplo de ello son las amas de casa que, durante años, han estado impregnando de sabiduría, conocimientos, trucos y remedios a quienes estaban a su alrededor con la finalidad de proporcionarles herramientas necesarias para defenderse en la selva de la vida diaria. Como ellas, un larguísimo listado de personas y profesionales que, sin saberlo, fueron prescriptoras y prescriptores de tendencias en diversos ámbitos mucho antes de que existiera la figura actual de las y los influencers; un incontable número de almas a quienes no les hizo falta un ordenador o un smartphone conectado a internet para esparcir su influencia sobre los demás echando mano solo de maña, dedicación y, en ocasiones, algo de fuerza.

El misterio de la influencia, por lo tanto, está en la nada porque ya estaba resuelto. Pero han sido los más inteligentes, avispados, sensitivos y observadores quienes han sabido dar con la clave para sumergirse dentro del elemento más poderoso y complicado de los seres humanos: las emociones.

Es evidente que los influencers son herederos y herederas del tradicional boca a boca, cuando no existían las redes sociales; sólo ha cambiado que ahora contamos con distintas plataformas cuyo altavoz multiplica a nivel global el mensaje porque la influencia, antiguamente o en la actualidad, se sustenta sobre el crédito de aquellos y aquellas que basan en sus propias experiencias esas recomendacione . Y ante eso no hay secreto que valga.

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