La grancanaria acaba de recibir en Francia el prestigioso premio Mujeres Arquitectas en la categoría Joven Arquitecta 2022, un galardón que reconoce el trabajo desarrollado por profesionales menores de 40 años con obra construida en 2022. El jurado destaca su aportación en zonas alejadas de las grandes urbes.
¿Qué significa para usted el reconocimiento a la calidad de su obra arquitectónica construida en Francia en su joven carrera antes de cumplir los 40 años?
Me siento muy honrada de haber recibido tal distinción. Tanto para mí como para todo el estudio Burlat & Vega Architectes es una alegría saber que los ideales y valores que defendemos en el ejercicio de nuestra profesión son reconocidos y premiados. Hay que tener en cuenta que esta distinción nacional en Francia es bastante respetada y premia a arquitectas con una obra consolidada tanto en el ámbito nacional francés como a nivel internacional, con unas trayectorias remarcables en la gestión y ejecución de proyectos, presupuestos, obras, con escalas de realizaciones muy importantes. Hablamos de estudios que tienen sedes en una o varias grandes ciudades que gestionan proyectos que van desde edificios de viviendas colectivos a museos o extensiones de aeropuertos. Figúrate la sorpresa cuando deciden recompensarnos a nosotros: un joven estudio de arquitectura con menos de ocho años de existencia, que se sitúa en una población de menos de 10.000 habitantes (Paray-le-Monial, cuya densidad demográfica es inferior a la mitad de población que existe en el barrio de La Isleta en Gran Canaria) en plena Francia rural dentro de la región de Borgoña. Un estudio de arquitectura que está compuesto solo por dos personas, yo misma y mi socio –yo, canaria; él, francés–, que nos ocupamos de hacer todo (responder al teléfono, atender clientes, hacer proyectos, seguir obra y, si hace falta, limpiar el estudio…). Y así hemos funcionado durante estos ocho años: intentando hacer lo que creemos que debe ser un buen trabajo, defendiendo los intereses de las personas y ayuntamientos que decidieron confiar en nuestra manera de ver y realizar la arquitectura.
¿Como usted acabó en ese país?
No estaba en mis planes de vida mudarme a Francia. Me encanta mi Isla, pero se dio una serie de motivos que me empujaron a tomar la decisión. El primero fue que, tras terminar la carrera, comencé a trabajar en un buen estudio de arquitectura canario y, aunque el trabajo era bueno, yo sentía que no aprendía lo suficiente para formarme como la arquitecta que yo quería ser. Luego llegó la crisis de la construcción que atravesaba España y la inexistencia en Gran Canaria de una oferta suficiente de empleos que me ofrecieran lo que yo estaba buscando. El tercero es que soy bastante curiosa y siempre me ha encantado aprender, salir a descubrir lugares nuevos, conocer gente diferente y enfrentarme a nuevos desafíos. Y la cuarta razón, la más importante, es el amor a mi pareja y actual socio, que se encontraba en ese momento trabajando en Lyon.
¿Y qué le empuja a montar el estudio Burlat & Vega Architectes?
Tras la obtención de mi título y la finalización de mi primer trabajo comencé a darme cuenta de que no estaba interesada en continuar ejerciendo de ese modo, dibujando en un ordenador realidades teóricas que me eran desconocidas y que quizás nunca alcanzaría experimentar. Yo quería seguir formándome como arquitecta en aspectos que la universidad no me había ofrecido. Y como me interesaban muchísimo el contacto directo con los clientes, el trabajo de campo y el aporte social que podía hacer en mi trabajo, me pareció fundamental abrir mi propio estudio. Además, como con mi actual socio comparto muchos valores e ideales de cómo ejercer la profesión, qué mejor persona que él para acompañarme en mi descubrimiento del mundo de la Arquitectura. Un día lo hablamos seriamente, nos pusimos de acuerdo en una serie de condiciones, tomamos la decisión de lanzarnos y nos mudamos de la ciudad a Paray-le-Monial.
"La consecuencia lógica para que pueda existir un futuro para todo es la sostenibilidad"
Los especialistas dicen que su trabajo destaca por acercar la gran arquitectura a lugares que casi fueron olvidados por el desarrollo estructural durante el siglo XX. ¿Refleja su leitmotiv creativo?
Supongo que cada arquitecto tiene su propia interpretación de lo que significa la Arquitecturar. Para mí, la parte fundamental de la Arquitectura es el impacto social que genera. La Arquitectura es una disciplina que influye sobremanera en la sociedad y que puede contribuir a solucionar ciertos aspectos sociales, a plantear preguntas que sienten premisas para el desarrollo de cuestiones futuras, o simplemente, a existir por sí misma como un ejercicio formal que responde a un programa y promueve una emoción estética en el espectador. Estoy convencida de que la Arquitectura es una disciplina que puede contribuir a generar mucho bien si hay la voluntad de ello. La mayoría de los arquitectos imaginan cómo mejorar con su proyecto la realidad que ya existe y crear una respuesta que intente aportar soluciones válidas. Mi convicción personal es que, cuando se lleva a cabo un trabajo, hay que hacerlo de la mejor manera posible y estar a la escucha de las necesidades que se planteen, defendiendo los intereses del cliente, público o privado, mientras simultáneamente se le orienta aportando guía y consejo. En nuestro caso, buscamos siempre lograr un equilibrio entre el cumplimiento de sus expectativas, lo que se puede hacer de manera realista y, al mismo tiempo, que sirva para contribuir socialmente en la medida de lo posible. Y cuando hablamos de la potencial contribución social que puede comportar con el trabajo de arquitecto, solemos pensar que esta contribución a la sociedad se realiza exclusivamente a través de proyectos públicos o urbanos, más que privados. Pero en nuestro estudio defendemos que siempre se puede contribuir socialmente, en mayor o menor medida, a la hora de hacer un proyecto. Solo es cuestión de voluntad.
¿Como se puede contribuir socialmente con un proyecto privado?
Por ejemplo, pensando en la descarbonización de materiales utilizados; la reutilización de deshechos en la obra mediante sistemas de consumo de energía sostenibles en la construcción, buscando materiales que tengan bajo coeficiente de consumo en energético; o haciendo un proyecto que requiera menos consumo de energía al habitarlo, construyendo con pequeñas empresas locales para fomentar la economía local y disminuir la huella de carbono del transporte de materiales. En síntesis, los límites de un proyecto y de las soluciones aportadas se sitúan exclusivamente en la cabeza de quien proyecta, ya que las estrategias y respuestas pueden ser infinitas. Yo no creo que la armonía de mi arquitectura construida resida en la estética, pero si hablamos de nuestro estilo, diría que solemos construir una arquitectura funcional, sobria, en la que se percibe una aparente simplicidad espacial que esconde una enorme cantidad de trabajo y reflexión; siempre prestando una enorme atención al detalle, sin olvidar minimizar nuestra huella ecológica a lo largo del proyecto e intentar aportar siempre algo al contexto en el que nos situamos. Esos parámetros son los que definen la forma que acaban teniendo nuestros proyectos, no al revés. Por esto, no creo que la formalización estética de lo que hacemos sea el factor determinante de nuestra arquitectura, sino que forma una parte de un todo. Es verdad que la estética de un proyecto es lo que vemos todos, la respuesta que acaba siendo construida, pero yo diría que la importancia reside en el proceso que se sigue para llegar a obtener esta respuesta. En definitiva, creo que la línea fundamental de nuestra arquitectura es la búsqueda constante de esa contribución que podemos hacer, más allá de las necesidades planteadas por el cliente, y a esto llegamos mediante la escucha atenta y el proceso creativo inherente a nuestro estudio.
¿Como llega usted a la arquitectura?
Yo no llegué a la arquitectura, a mí me llevaron. A día de hoy, si lo pienso detenidamente me doy cuenta de que sí que tenía una cierta sensibilidad espacial cuando era pequeña, pero nada ni nadie anunciaba que fuera a terminar estudiando arquitectura. De hecho, durante mis estudios de primaria y secundaria nunca pensé en estudiarla, siempre estuve convencida de estudiar Filosofía, pero resultó que un maravilloso profesor de dibujo técnico de mi colegio, que era también profesor de dibujo en la Escuela de Arquitectura de Las Palmas, nos llevó de visita a la escuela y nos explicó lo que hacía un arquitecto. Finalmente, me inscribí y comencé a estudiar en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Las Palmas de Gran Canaria. Pero pese a os conocimientos que nos da la universidad, creo que la Arquitectura, con mayúsculas, es una idea que va construyendo cada una, poco a poco, según nuestras experiencias e interrogantes. Probablemente no existan dos arquitectos que la perciban exactamente de la misma manera. Por tanto, no sabría realmente decir en qué momento llegué a ella: puede ser que aún no lo haya hecho, o que mi idea de lo que es hoy evolucione, y sea diferente dentro de 10 años.
"Canarias es un laboratorio maravilloso para implementar cambios pioneros en materia de consumo"
Pertenece usted a una hornada de arquitectos canarios que están logrando un notable éxito con edificaciones fuera del Archipiélago. ¿A qué cree que se debe?
Supongo que se debe a la buena combinación que hacen las bases de conocimientos inculcadas en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la ULPGC, junto al carácter y valores que tenemos los canarios como personas. La Escuela de arquitectura nos dio una serie de conocimientos técnicos durante la carrera, pero yo destacaría que, sobre todo, nos formó un espíritu crítico. En otras palabras, nos inculcó que todo podía ser cuestionado, que había que encontrar nuestras propias soluciones a los problemas, esforzándose en pensar de forma alternativa y autónoma, ya que, éramos los únicos que podían encontrar las soluciones válidas en el futuro, puesto que nadie nos las facilitaría si no las encontrábamos nosotros mismos. Esto, conjuntamente a la dinámica de trabajo que nos inculcaban, la cual nos enseñaba que el esfuerzo era la única manera de obtener buenos resultados. Creo que, acabó dando como resultado gente preparada técnicamente, capaz de pensar de forma autónoma y con una capacidad de esfuerzo enorme, que va más allá de cualquier dificultad. Si a esto le sumas que, quizás con un poco de suerte, podíamos además tener una personalidad con los valores canarios arraigados de: familia, trabajo, amigos, esfuerzo, amabilidad, ayuda a los demás, amor a nuestra tierra y buen carácter, pues, llegas a una combinación que creo, puede salir bien parada frente a todas las dificultades que se encuentre en la vida.
En materia arquitectónica, ¿qué le sugiere lo que se está haciendo en Canarias durante los últimos años? ¿Y en el pasado?
Siempre han existido buenos referentes canarios en cualquier periodo histórico y disciplina, no solo en arquitectura, sin tener que envidiar a cualquier profesional de cualquier lugar del mundo. Particularmente, yo siento fascinación por la arquitectura tradicional canaria, que me parece maravillosa. Siempre he pensado se puede aprender enormemente analizando y reinterpretando la arquitectura tradicional de un lugar. Y tenemos la suerte de tener una que está cargada de significado, artesanía, historia y muchas más particularidades. Es precioso cuando una trabaja con la arquitectura tradicional, el darse cuenta de que tienes que comprender bien de dónde vienes para decidir a dónde vas. En las Islas hay muchísimas obras de arquitectura que me conmueven, como las obras de Martín-Fernández de la Torre o De la Peña, que son una maravilla a pesar del paso del tiempo. O las obras de Manrique, que, a pesar de no ser oficialmente arquitecto, son de una sensibilidad espacial y paisajística innegable, por no hablar de su labor social en la protección del paisaje conejero. Es innegable que Canarias tiene un buen nivel en la arquitectura contemporánea.
Como territorio insular y ante la masificación de la población las islas corren el riesgo de colapsar su espacio finito. ¿Por dónde cree que se debe afrontar el futuro teniendo en cuenta, sobre todo, la fragilidad natural de las Islas y su importancia como reclamo turístico, sin el cual sería inconcebible el desarrollo nuestra región?
El primer paso sería un análisis exhaustivo de los modelos turísticos de las islas, analizando el empleo que generan para las islas, la ganancia económica que suponen y a quién está destinada, y el impacto medioambiental que generan. Tras esto continuaría implementando una serie de normativas más estrictas, que limitaran mucho el impacto que el turismo genera ecológica y socialmente, y que ayudaran a fomentar el empleo digno y estable. Comenzaría a desarrollar de igual manera, una mutación del modelo turístico actual que se fomenta en las Islas hacia un modelo más limitado y sostenible a largo plazo, con infraestructuras que estuvieran regularmente controladas a nivel de impacto medioambiental.
¿Y en ese sentido, la solución pasa por la sostenibilidad?
La consecuencia lógica para que pueda existir un futuro para todos es la sostenibilidad. Ya existe multitud de organismos y colectivos que intenta dar mejores respuestas a temas recurrentes del pasado que siguen sin resolverse y habría que volver a cuestionarse. El problema no es tanto la existencia de soluciones para llegar a la sostenibilidad, de las que hay muchas, diversas, validas y útiles. El problema es la toma de consciencia general de todos y poder exigir este tipo de soluciones para que su puesta en marcha tenga cada vez menos impedimentos. También es fundamental la voluntad política de que se produzca un cambio a gran escala, y que, aunque quizá, no veamos completado en su totalidad, sentará las bases de un futuro sano y mejor para los que vengan detrás. Y gracias a las características inherentes a ser islas, Canarias es un laboratorio maravilloso para implementar cambios pioneros en materia de consumo de energía, reciclaje, construcción o turismo sostenible ya que, al ser un territorio europeo, reducido en extensión y tan bien posicionado entre tres continentes, permitiría experimentar a escala reducida propuestas de estrategias sostenibles que podrían exportarse luego a mayor escala.