El último reducto de la identidad canaria

El campo canario preserva los formas gramaticales que se

utilizaban antaño y que se creían extinguidas, convirtiéndose así

en un testigo vivo de la evolución de la lengua en las Islas

El último reducto de la identidad canaria

El último reducto de la identidad canaria / LP/DLP

Verónica Pavés

Verónica Pavés

En el campo canario es fácil ser testigo de unos usos de la lengua nada comunes para el resto de la población. No es difícil escuchar a un anciano espetar un más nunca cuando cree que jamás volverá a realizar una acción concreta; un dígole, mientras recuerda aquella acalorada conversación que tuvo con un vecino o, incluso, un ¿ya vos váis? para tratar de retener a sus nietos unos minutos más en casa. Son construcciones gramaticales que se han perdido en las décadas de evolución de la lengua isleña, pero que perviven en la pequeña burbuja del mundo rural: el último reducto de la identidad canaria.

Los hablantes de Canarias son únicos. El uso de lengua influida por el trasiego de viajeros que echaban amarre en las Islas para reponer fuerzas antes de un largo trayecto, les ha dotado de uno de los dialectos más ricos de todo el estado español. Sin embargo, si bien el seseo y palabras como pulover o cotufas son bien conocidas entre la población isleña, mucho menos lo son las estructuras gramaticales – muchas de ellas predominantes en tiempos pretéritos– que aún perviven en las zonas rurales de las Islas.

La influencia de los hablantes de todo el mundo han construido poco a poco un dialecto español con pinceladas de guanche, andaluz, portugués, inglés y latinoamericano. Muchas de las construcciones gramaticales que surgieron de esa mezcla de idiomas y dialectos en Canarias se han ido «corrigiendo» con la norma española y la progresiva alfabetización de la población. Sin embargo, en el mundo rural y en concreto, en las personas más mayores, se conserva la idiosincrasia que antaño formaba parte del habla popular de las Islas.

Todas estas particularidades han sido recogidas en el Corpus Oral y Sonoro del Español Rural (Coser), un proyecto que comenzó en 1990 auspiciado por el empeño de la catedrática en Lengua española de la Universidad Autónoma de Madrid y miembro de la Real Academia de la Lengua (RAE), Inés Fernández Ordoñez, por descifrar las particularidades que caracterizan el habla de todos los hispanohablantes. En Canarias se realizaron, entre 2015 y 2016, cerca de 200 entrevistas personales a ancianos de las zonas rurales del Archipiélago –que están disponibles para su consulta en abierto– . Conversaciones que demuestran que hay formas de hablar que, lejos de extinguirse, están más vivas que nunca.

Las encargadas de llevar a cabo el trabajo de campo en las Islas han sido un grupo de investigadoras de las universidades de Zurich, Lausana (ambas en Suiza) y Gante (Bélgica), liderado por las filólogas Carlota Benito, Mónica Castillo y Cristina Peña, el que consiguió que se pudiera realizar el estudio en Canarias. «Para nosotros era muy caro», recuerda Fernández, que admite que si no hubiera sido por estas científicas, hubiera sido imposible llevar a cabo el estudio en las Islas. Gracias a la financiación de sus respectivas universidades, las lingüistas no solo pudieron realizar el viaje con sus alumnos predoctorales y postdoctorales hasta las Islas, sino que llevaron a cabo el estudio más completo de una región dentro del Coser. Con una estancia de 3 a 4 días por isla, el grupo de investigación mapeó en apenas unas semanas todo el Archipiélago grabando en cada municipio a una o dos personas mayores que se mostraban encantadas de explicarles cómo vivían las fiestas, en qué trabajaban o, incluso, cómo cortejaron a sus parejas.

Se trataba, como explica Inés Fernández, «de realizar preguntas breves y no demasiado precisas», de modo que se estableciera una «confianza mutua» y que la persona entrevistada se sintiera tan cómoda como para expresarse como lo hace de manera habitual. Es la misma estrategia que ha seguido para investigar estos mismos fenómenos en otras partes de España, en su empeño por ampliar la información existente sobre la dialectología en España.

Del leísmo a la paragoge

«Quería hacer un trabajo sobre el leísmo, pero cuando empecé a estudiarlo me percaté de que no existía información sobre en qué territorios se mantenía y en cuáles no», rememora. Acudió a aquellos pueblos del norte del país en los que se presumía que aquella construcción gramatical seguía presente así como en las regiones colindantes. Cuando apretó el botón de on para grabar su primera entrevista se sorprendió con la cantidad de información lingüística que podía recoger de una sola entrevista. «Me di cuenta de que había muchos otros fenómenos que ni siquiera se estaban documentando», destaca.

En Canarias las investigadoras han logrado describir al menos una decena de rasgos gramaticales que forman parte del habla canaria y que, o bien se encuentran extinguidas en el resto de España o provienen del estrecho contacto con otros países hispanohablantes. «Una de las cosas más interesantes de estudiar estas formas gramaticales, que eran más comunes en otros períodos históricos y que solo se conservan en el habla rural, es que informan sobre la evolución del español», describe Cristina Peña, investigadora de la Universidad de Lausana (Suiza).

Las lingüistas se percataron de que en las islas occidentales aún es común que los hablantes utilicen el indefinido todo después de un sustantivo. Por ejemplo, un palmero tiende más a decir las casas todas están ahí que todas las casas están ahí. Cambiar el lugar habitual de las estructuras gramaticales es una característica que llega a ser común en las Islas y se cree que su origen más probable es la influencia portuguesa. No en vano, este intercambio de posición entre palabras también ocurre con las expresiones más nunca o más nada, bastante extendidas en el Archipiélago, pero muy poco usadas por el resto de hablantes del territorio español.

Parecerían estas construcciones similares a la que invierte el adverbio más para reforzar el superlativo, pero la realidad es que al decir lo más que me gusta, en vez de lo que más me gusta, los canarios comparten una estructura gramatical muy extendida también en países de latinoamérica. «De hecho, a día de hoy, es exclusivo de Canarias y de Puerto Rico», explica la profesora de lingüística iberorrománica de la Universidad de Zurich, Carlota de Benito.

Y aunque los canarios han tomado por bandera el uso del pronombre ustedes para referirse a la segunda persona de plural, mucho menos conocido es que en las Islas existen reductos que utilizan la forma más arcaica del vosotros. «No es la misma que se utiliza en el resto del país», advierte Benito. Si bien en algunas zonas de La Palma, La Gomera y el sur de Tenerife se conserva la segunda persona del plural del español estándar, lo hacen en su forma antigua. Es decir, es un vosotros acortado y utilizado solo en algunas circunstancias concretas.

A alguno le sonará la frase ¿ya vos váis?, a menudo utilizada entre las abuelas gomeras para interpelar a sus nietos cuando les ven la intención de marcharse. Como explica Benito, «esta es la forma antigua del latín». De ahí que este tipo de construcciones gramaticales sean una muestra viva «del habla antigua» y constituyan una pieza clave en el ejercicio de entender mejor cómo ha evolucionado la lengua española a través de los siglos.

La paragoge

Pero si hay un rasgo distintivo del canario que llamó la atención a estas investigadoras fue el uso de la «e paragógica», a la que dedican un capítulo entero del libro Como dicen en mi pueblo: El habla de los pueblos españoles. Una obra que concentra el titánico esfuerzo de estas autoras –y otras participantes en el Coser– por aunar los fenómenos gramaticales más curiosos con los que se han encontrado a lo largo de los años en el entorno rural español, dado que lo consideran «una pieza imprescindible para comprender el puzzle de la historia del español». Fue cuando empezaron a hacer entrevistas en el norte de Tenerife cuando descubrieron que este fenómeno, considerado extinto, se mantenía tan vivo como en tiempos pretéritos. «Antes...ningún padre ni ninguna madre dejaba salire». Son las palabras transcritas e incluidas en el Coser de una mujer de 76 años de San José en San Juan de La Rambla que confirma, haciendo uso del paragoge, que la vida antaño no era como es ahora. La «e paragógica» o paragoge es la tendencia a rellenar el vacío sonoro que se forma al terminar una frase con una palabra acabada en -r, -l o -s con una -e. Un hablante con este rasgo, entonces tendería a decir mare en lugar de mar, o señore en lugar de señor.

Este uso gramatical poco habitual se da aún en el norte de Tenerife, en La Palma y en La Gomera. Los hablantes de esta última isla, además, cuentan con una peculiaridad adicional y es que su paragoge tiende a la conocida como «armonización vocálica». «Esto lleva a los hablantes de esa isla a utilizar la misma vocal de la última sílaba al terminar la frase, en lugar de una -e», explica Inés Fernández. De esta manera, haciendo uso de los mismos ejemplos utilizados anteriormente, podríamos decir que el gomero estaría más cómodo diciendo mara o señoro.

La decisión de estudiar los aspectos gramaticales de la lengua tiene su origen en la «poca información» que existe sobre ella a nivel general en España. En el caso concreto de Canarias, las investigadoras defienden que hay más conocimiento acerca del léxico y la fonética de las Islas, pero mucho menos de la gramática. «Sabemos que hay estudios, pero nunca se ha estudiado la vitalidad, ni la difusión que tienen estos fenómenos o si son puntuales», insiste Peña.

En Canarias hay varios estudios publicados por la Academia Canaria de la Lengua que hacen alusión a aspectos dialectales gramaticales del Archipiélago, como son los estudios del investigador Antonio Lorenzo Ramos. De hecho, en la misma Academia se ha empezado un proyecto similar, el Corpus Oral del Español de Canarias (Corpecan) que ya ha hecho encuestas en Tenerife y que espera financiación para extenderlo al resto de islas.

A Carlota de Benito los resultados que obtuvieron con el Coser la primera vez que acudieron a Canarias, le resultaron apasionantes. «Canarias interesa mucho, porque el español que hablan está marcado por la repoblación y por la mezcla de muchos dialectos», explica. De ahí la investigadora se haya lanzado a estudiar mucho más a fondo el habla de Canarias. «La idea es que en vez de entrevistar a una persona por localidad para cubrir un rango geográfico más extenso, se puedan entrevistar a muchas más personas pero acotando el lugar», explica Benito. El lugar de estudio elegido fue La Palma.

El 1 de septiembre de 2021 aterrizaron en la Isla Bonita con la intención de hacer entrevistas en varias localidades, incluidas Tazacorte y Tijarafe. El volcán, sin embargo, truncó sus planes. «Excluimos estas poblaciones y escogimos otras alternativas», explica Benito. Los investigadores permanecieron durante tres meses en la isla para reunir todas las entrevistas necesarias, tanto a mayores como a jóvenes. Esta vez, sin embargo, llevar a cabo las entrevistas no fue tan sencillo. Como narra Benito, a la población le costó algo más acceder a participar en las entrevistas. «En este tenían que firmar un consentimiento, que en el Coser es oral, y a veces no veían con buenos ojos la colaboración», explica Benito.

El objetivo final del trabajo era comprobar qué estructuras gramaticales han pasado de generación en generación. Con datos provisionales han podido ver que los jóvenes «corrigen» muchas de estas especificidades del habla cuando entran en la escuela.

Los datos recogidos en el Coser, sin embargo, no son solo interesantes desde el punto de vista lingüístico. Con cientos de entrevistas donde además de hablar, estas personas cuentan sus vivencias, tradiciones y forma de vida, este exhaustivo trabajo también adquiere «una dimensión antropológica, etnográfica y rural». «De alguna manera un estudio de historia oral donde la gente de a pie es quien narra hechos de su vida que tienen lugar en un contexto concreto», explica Inés Fernández.

Por otro lado, estos datos sirven para enaltecer el «interés lingüístico» que existe en el entorno rural. «Tendemos a considerar que las formas de hablar en el campo son pobres, porque solemos asociar el prestigio al poder», destaca Fernández. Tanto el Coser como el libro que trata de recopilar los datos más curioso de la investigación, quieren romper con el estigma que pesa sobre el mundo rural. «La idea es reivindicar que cualquier forma de hablar merece ser estudiada y escuchada», relata.

Además, con la obra también quieren reforzar la idea de que «no hay nada mal dicho». «Tenemos un conjunto de normas que se deben al azar», recuerda Benito, quien insiste: «se eligió lo que era el español estándar en base a cómo hablaban los grupos sociales más prestigiosos de la época». Por ello, y en pos del «pluralismo», es importante mostrar a la población cuáles son las características de su dialecto nativo para que sepan que existe y puedan usarlo sin miedo en los contextos adecuados.

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