Entrevista | Mª Lourdes González Luis Catedrática de Historia y Filosofía de la Ciencia, la Educación y el Lenguaje de la ULL

«Las universidades se han convertido en parques temáticos»

María Lourdes González Luis, catedrática de la Universidad de La Laguna, posa en el Parque García Sanabria. | |

María Lourdes González Luis, catedrática de la Universidad de La Laguna, posa en el Parque García Sanabria. | | / Andrés Gutiérrez

Verónica Pavés

Verónica Pavés

La catedrática de la Universidad de La Laguna, María Lourdes González Luis, conocida como Kory, lleva casi 40 años estudiando la crisis de la institución universitaria. Como reseña, la universidad ha estado sumergida en una contradicción desde sus inicios eclesiásticos, sin embargo, ha sido la mercantilización del mundo sujeta a un modelo capitalista lo que ha provocado su debacle progresiva en las últimas décadas. 

La universidad parece estar sumida en una crisis que se eterniza, ¿cuándo cree que da comienzo esa debacle?

Para poder dar respuesta a esa pregunta hay que echar la vista atrás. La universidad nace en los años 1.000 con una contradicción y una dificultad por aunar su doble vocación. Nace bajo los preceptos del studium generale y la particularización de los saberes universales, pero progresivamente se complementa con el elemento de la formación para el empleo. Esa dualidad siempre ha estado presente en la universidad. En la edad media, con la caída de los grandes dogmas y el inicio del Renacimiento, la universidad empieza a tener como objetivo la búsqueda del proyecto humanista. Cuando llega la modernidad, el humanismo dejó de dar respuesta a las necesidades del capitalismo. A partir de entonces, y con el avance de la modernidad, la universidad pasó por diferentes etapas. Todas ellas, evidentemente, tratando de integrarse en el modelo hegemónico que es el capitalismo y poniéndose al servicio de esos nuevos intereses. Cuando llegamos al siglo XX o posmodernismo, el capitalismo da un salto cualitativo. Desde entonces el mundo en el que vivimos está subyugado por un neoliberalismo feroz del que no se libra ninguna institución.

¿Cómo influye ese neoliberalismo que empapa las instituciones en la universidad actual?

Recordemos que en la universidad de los orígenes la institución era la iglesia. Era fácil deducir que el sujeto detrás de la iglesia era el vasallo. La modernidad vino marcada por la idea del Estado y el sujeto, en ese caso, era el ciudadano. Y en esta etapa de posmodernidad, la razón fundante es el mercado, cuyo sujeto es el consumo o mercancía. El sujeto, por tanto, se disuelve, y en ese proceso los grandes paradigmas, concepciones y epistemologías del vector humanista que atravesaba el sentido de alta cultura, se ha ido disolviendo también.

La universidad atraviesa tres crisis: de hegemonía, legitimidad e institucional

Entonces, ¿la universidad ha dejado de ser alta cultura?

Ha dejado incluso de ser cultura. Mire, Boaventura de Sousa Santos, un portugués de vanguardia, atribuye claramente tres grandes crisis a la universidad de hoy. La crisis de hegemonía, la de legitimidad y la crisis institucional. La primera crisis, la de hegemonía, fue producto de las contradicciones entre las funciones tradicionales de la universidad y la que les fueron atribuidas a lo largo del siglo XX. Por un lado se le exigía la producción de alta cultura, pensamiento crítico y conocimientos ejemplares y transgresores; y, por otro, la producción de patrones culturales medios y de conocimientos instrumentales. Esa contradicción ha llevado al Estado y a los agentes económicos a buscar esas respuestas en otras alternativas fuera de la universidad, por lo que la institución ha dejado de ser la única en el campo de la educación superior y de investigación. La crisis de legitimidad empieza cuando la universidad deja de ser una institución de consenso. Cuando surge la contradicción entre la exigencia de la democratización y de la igualdad de oportunidades para todas las clases y la jerarquización de los saberes y, por tanto, restricción de acceso a ellos. La tercera y última crisis es la institucional que, desde luego, también es resultado de otra contradicción, entre la reivindicación de la autonomía para que las universidades definan sus valores y objeto de estudio y la presión insoportable del sistema que la somete a criterios de eficiencia, productividad y naturaleza empresarial.

¿Se podría afirmar que la universidad está atravesando una crisis de contradicciones?

Sí. Pero no es más que el reflejo de lo que ocurre en todos los demás órdenes. En los años 80 del siglo XX comenzó todo ese proceso feroz neoliberal que buscaba establecer un modelo global de un capitalismo avanzado y acumulativo. Se creó una subversión en el modelo tradicional de la universidad como reducto de libertad y de juicio crítico. Y esto ha provocado que el ámbito universitario se vincule, progresivamente, a un poder determinado. La universidad ha dejado de ser aquel campus de la disidencia y lugar de revoluciones, para convertirse, en las últimas décadas, en parques temáticos.

¿Por qué lo dice?

Porque en las universidades ahora hay una parte de circo, otra de velocidad extrema, otra de vértigo… Tanto el profesorado como el alumnado hoy están contaminados por una obsesión por la habilitación que se impone a la habitabilidad.

¿Cuándo empieza a producirse este fenómeno? Hay quienes lo suelen suscribir a la introducción del Plan Bolonia.

Empezó antes. Yo calculo que a finales de los 70 o los 80. La vocación universitaria debe ser la de la búsqueda del alto conocimiento para mejorar la vida del mundo. Si no, no tiene sentido. Pero ese conocimiento se ha convertido en mercancía, maquillada con una razón tecno-científica. Claro que el avance tecnológico ha mejorado muchas cosas y es magnífico. No puedo estar en contra. Pero la tecnología a nivel de aprehensión del conocimiento tiene que ser una herramienta o un medio y se ha convertido en el fin en sí mismo.

Las universidades se nos han llenado de chamanes y gurús; el conocimiento ha perdido valor

¿Cómo definiría la universidad actual?

Estamos habitando universidades donde priman las inteligencias emocionales y las inteligencias artificiales, que luchan por no caer en las verdaderas garras de la inteligencia. Se nos han llenado las universidades de chamanes y gurús. El conocimiento ha ido perdiendo valor. Se ha perdido la curiosidad entre el profesorado y, desde luego, se ha eliminado la de los alumnos.

De los problemas que afectan a la universidad ¿cuál cree que está detrás de la pérdida de alumnado?

Parte tiene que ver con la distribución del conocimiento útil hacia otros lugares. También el hecho de haber incentivado las formaciones profesionales como elementos de mayor agilidad y rapidez para el acceso a un mercado laboral que, en realidad, es inexistente. La universidad se quiere convertir en una mala FP-3. Es absurdo decir que hay que buscar la utilidad cuando la mayor parte de los trabajos que van a desarrollar nuestros adolescentes y jóvenes de hoy están todavía sin inventar.

¿La universidad ha perdido entonces el sentido de la transmisión en el conocimiento en favor de la titulitis?

Por eso se ha perdido la curiosidad. La experiencia de la vida universitaria de los 70 era maravillosa. Había que vivirla y no solo en el aula. La universidad estaba en la discusión, la divergencia, la transgresión, el asombro, el aprendizaje, la lectura... La gente ya no lee, y si no hay lectura no hay conocimiento. Aquella experiencia maravillosa del conflicto y de la discusión, de las aulas asamblearias, de los pasillos, los garitos y de los museos ya no existe. Y esto es extrapolable a todas las universidades públicas, porque las privadas tienen otros motores.

Las privadas están creciendo de manera exponencial. En cinco años en Canarias, han aumentado su alumnado matriculado en un 700%. ¿A qué cree que se debe?

Es la gran estrategia del sistema. Ha ido desmantelando la universidad pública igual que lo ha hecho con la sanidad pública y todo lo que eran políticas públicas en general en favor del crecimiento de lo privado. Forma parte del proyecto neoliberal del que parece que la gente está absolutamente enamorada y no lo cuestiona. Todas esas conquistas sociales se están topando de frente, con la inteligencia del motor económico que, con cada crisis financiera, provoca un nuevo salto adelante en la privatización.

La crisis de la universidad no hay que verla como una tragedia, sino como una oportunidad

¿Cómo puede beneficiar una crisis económica a lo privado?

El capitalismo es un modelo herido de muerte pero como todo animal herido reacciona como el gran Leviatán: dando coletazos para recomponerse. Hasta la década de los 50 la gente veía el futuro en progresión. Pero ya no es así. Ha cambiado el sentido del tiempo. Ahora vivimos en un presente continuo de inmediatez y distópico. Esperamos un futuro incierto, que amenaza con ser todavía peor de lo que es el presente. Ese cambio de mentalidad se refleja en las aspiraciones, percepciones y estilos de vida de jóvenes y de adultos. Así es como se sostiene un modelo de mundo concreto y los cambios que se operen sobre él.

La universidad canaria tiene su propia crisis, ¿qué ocurre en las Islas?

Hay un profundo problema económico que dificulta que la institución pública se sostenga con dignidad. Falta voluntad política para que la gran carencia de recursos se cubra y tenemos un problema de sobresaturación del profesorado por falta de efectivos. Hay una precariedad tremenda al interior de la institución. Eso hace que la gente vaya perdiendo el entusiasmo y la ilusión. Las jubilaciones están a la orden del día así como la depresión, el estrés y el desencanto con la propia docencia. Luego están todas las presiones externas. Los informes PISA, el Ranking Shanghai y todo el sistema que se ha organizado desde Bolonia para valorar la producción investigadora. Es la trampa definitiva.

¿Qué le parece la nueva Ley Orgánica?

El problema no va a ser la ley. Nunca lo ha sido. Sino las interpretaciones y las formas de aplicarla posteriormente. Hay un criterio fundacional que pone el foco en que la universidad tiene que propiciar la alta investigación. Pero no es lo único. La universidad es también una institución docente y si erradicas esa misión, se acabó. Mataste la universidad.

Falta voluntad política para que la gran carencia de recursos de la universidad se cubra

¿Esta ley erradica la docencia?

Ahora mismo, el objeto prioritario es estar en la cresta de la ola investigadora para conseguir estabilidad, promociones, sexenios y ascensos. La gente se promociona no en función de su valía docente sino de la hipocresía investigadora.

¿Hay futuro en la universidad?

Dentro del despropósito, está el reto de solventar la crisis. No hay que verla solo como una tragedia, sino como una oportunidad. La misión fundamental de la universidad era convertirse en el lugar en el que emergieran alternativas de crecimiento científico, social, político, económico y artístico, en contra de la crueldad. En un momento como el actual, con la amenaza en ciernes de catástrofe ecológica y humanitaria, la universidad está llamada a ser el lugar que funde un modelo más justo, igualitario y digno. El sistema hasta ahora ha descuidado ese fin fundamental con el que nació la universidad. De ahí que ahora nos estamos debatiendo entre seguir el camino por el que nos empuja el modelo o regresar al que habíamos reconocido como propio.

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