Canarias sin playa: el futuro climático que trae El Niño

La irrupción de este fenómeno natural en el Pacífico se suma al cambio climático antropogénico acelerando el aumento de temperaturas media del planeta hasta alcanzar los 1,5ºC de más en los próximos cinco años. Las consecuencias

de este aumento transitorio de temperaturas serán un preludio del futuro

climático para el que Canarias está mejor preparada, pero no lo suficiente.

El Niño, telonero del futuro climático

El Niño, telonero del futuro climático / LP/DLP

Verónica Pavés

Verónica Pavés

El planeta está cerca del punto de no retorno y Canarias no es ajena a ello. Los científicos han advertido desde el minuto cero que rebasar 1,5ºC de temperatura por encima de los niveles preindustriales será el principio del fin. Al ritmo actual de emisiones de gases de efecto invernadero en el mundo, se estima que el planeta alcanzará ese punto en 2030. Pero cuando apenas quedan ocho años más de margen para articular medidas eficaces para la acción climática, un revés de la naturaleza puede situar a la humanidad en ese escenario de forma prematura, aunque transitoria. Lo que abre una pequeña conexión con el futuro para palpar las consecuencias de la catástrofe climática sin precedentes a la que se está enfrentando todo el planeta.

Según el sistema de pronóstico de la década del Supercomputing Center de Barcelona (BSC, por sus siglas en inglés), entre 2023 y 2027 la temperatura media de La Tierra se situará entre 1,44 y 1,55ºC por encima de los niveles preindustriales (promedio de temperatura entre 1850 y 1900). Estas previsiones han llamado la atención de la comunidad científica porque, por primera vez, se estima que el planeta podrá rebasar el umbral crítico propuesto por el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) y ratificado por el Acuerdo de París en 2015. No hay dudas de que el incremento de las temperaturas medias del planeta está causado por el cambio climático antropogénico, pero la posible aparición del fenómeno natural de El Niño –tiene un 60% de posibilidades de hacer acto de presencia a finales de verano– echará más leña al fuego.

Aumento de temperaturas

La presencia de esta gran corriente de agua caliente que se prolonga por el océano Pacífico se relaciona con un incremento de los termómetros en esa parte del planeta. Por tanto, su aparición dará como resultado un incremento de las temperaturas medias de la Tierra, «aunque no afecte de la misma manera a todo el planeta», tal y como explica Borja Aguiar, oceanógrafo de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC).

Como El Niño se conoce a la fase cálida del sistema climático del Pacífico ecuatorial llamado El Niño-Oscilación del Sur o ENOS, que aumenta la temperatura de esa franja del océano y se cree –aunque no hay ningún estudio que lo avale de manera fehaciente– que tiene repercusiones en el clima del resto del planeta. Además de El Niño, la ENOS cuenta con dos fases más. Una neutra, en la que los vientos alisios soplan desde América del Sur hasta Australia de manera suave. En esta circulación, que los científicos consideran la «normal», los vientos arrastran el agua superficial más fría de las costas de Sudamérica hasta las de Australia. Esta es en la que se encuentra el planeta hoy en día. La otra fase es la fría, denominada La Niña. «En esta fase los vientos alisios se intensifican, arrastrando mucho más el agua superficial y facilitando que las aguas frías del fondo reemplacen la masa de agua», explica Aguiar.

La Niña

En los últimos tres años, La Niña ha dominado el Pacífico. «El primer evento apareció en 2020 y luego se enlazó con otros dos», explica el meteorólogo y divulgador científico José Miguel Viñas. La oscilación mantiene un ciclo muy variable en el que es común que se cambie de una situación fría a una cálida en cuestión de meses. «Después de esta triple niña los modelos predictivos muestran que puede haber un Niño», afirma Aguiar, que insiste en que aún hay mucho margen de error. No obstante, como advierte Aguiar, a día de hoy las predicciones cuentan con un margen de error tan grande que «puede ser que ocurra, o no».

Si finalmente se produjera dicho aumento de temperaturas hasta rozar los 1,5ºC de más con respecto al período preindustrial, el mundo corre el riesgo de vivir un anticipo del futuro climático. Y las consecuencias no son baladí. El aumento de temperaturas no solo implica que durante el verano los termómetros canarios vayan a marcar una media de 30ºC en lugar de los 28,5ºC actuales. El problema va mucho más allá. Se estima que un incremento medio de temperaturas en la superficie del planeta en ese grado y medio provoque, además de un intenso calor, una alteración que afectará a todo el sistema, incluidas las relaciones entre la atmósfera y el océano, los ecosistemas marinos y terrestres e incluso en la salud de la población.

Protección contra ciclones

«A partir de este valor, el comportamiento de la atmósfera empieza a no ser lineal», explica Abel López, geógrafo de la Cátedra de Riesgos de Desastres y Ciudades Resilientes de la Universidad de La Laguna (ULL). En otras palabras, «los riesgos asociados al cambio climático empiezan a adquirir un comportamiento exponencial». Una vez superado ese umbral crítico, según advierte el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC), crecen las posibilidades de que se desencadenen fenómenos meteorológicos mucho más severos. Es decir, sequías más largas y profundas, olas de calor con temperaturas más altas, lluvias torrenciales y tormentas tropicales o huracanes más dañinos.

Por otra parte, «alcanzar una temperatura por encima de los 1,5ºC significa que los ecosistemas entran en un marco desconocido», tal y como resume Aridane González, químico marino de la ULPGC. Rebasar ese límite resulta «tan controvertido» porque la comunidad científica sabe cuál es el impacto que tiene en la naturaleza. «Es un margen importante para la estructura de los ecosistemas y para la supervivencia de muchas especies», advierte González.

Canarias, afectada

Este apresurado aumento de las temperaturas mundiales pone contra las cuerdas a Canarias. Este punto de no retorno atmosférico hará a las Islas aún más vulnerables frente al cambio climático, lo que obligará a acelerar las inversiones y acciones en materia de adaptación que estaban preparadas para un horizonte de 2040. «Cada décima de grado por encima de ese valor se traduce de una forma directa en mayores pérdidas económicas y lo que es más importante en términos de vidas humanas», resume Abel López, que insiste que las consecuencias de ese 1,5ºC serán transversales con consecuencias tanto a nivel político como económico. De ahí que el consejero de Transición Ecológica, José Antonio Valbuena, advierta que en estos cinco años el Archipiélago «va a tener que acelerar la toma de decisiones».

Una de las consecuencias más preocupantes del incremento de temperatura por encima del umbral crítico son los eventos de origen tropical. Estos fenómenos, de los que Canarias no ha estado ajena a lo largo de su historia –ejemplos de ello son el Delta de 2005 o las riadas de 2010– «han sido y serán el mayor reto para un territorio como Canarias», señala López.

Preparación

El consejero de Transición Ecológica del Gobierno de Canarias, José Antonio Valbuena, alega que Canarias está hoy mejor preparada para asumir un evento de este tipo. La tormenta tropical que arrasó el Archipiélago en 2005 dejó numerosos destrozos, heridos e incluso muertes, pero también dio pie a que Canarias mejorara sus sistemas de alerta temprana y coordinación entre administraciones. Ejemplo de ello son las decisiones que se adoptaron para reducir los riesgos del paso de la tormenta tropical Hermine, que dejó lluvias históricas en todo el Archipiélago. El Gobierno emitió su nivel más alto de advertencia y pidió a la población que se quedara en casa. La tormenta finalmente obligó a cancelar o interrumpir 850 vuelos, dañó carreteras y estructuras por un valor total de 10 millones de euros y dejó a 3.000 personas sin electricidad durante horas. Pero no se registraron muertos ni heridos.

Sin embargo, como advierte López, una combinación de rachas de viento como las del ciclón tropical Delta acompañada de precipitaciones muy intensas como las que se dieron con Hermine este año pasado, puede dar lugar a un evento para el que «muy difícilmente estemos todo lo realmente preparados que deberíamos». «Ahora mismo se me hace muy difícil pensar que nuestras islas podrían afrontar un evento tropical de moderada envergadura», concluye.

Canarias sin playa

Los ciclones y las lluvias no son los únicos peligros que acechan cada vez más de cerca a Canarias, también están las consecuencias derivadas de la subida del nivel del mar. «Nos preocupan nuestros frentes de costa, porque este incremento de temperaturas se traduce en embestidas de mar en esas zonas», resalta Valbuena. A día de hoy al menos 5.000 canarios viven cerca del mar y están expuestos a estos temporales marinos. Además, el 10% de las playas (147) corren el riesgo de desaparecer en 2050. «El aumento del nivel del mar pone en riesgo grandes y esenciales infraestructuras, pero también núcleos urbanos de Canarias», destaca Aridane González.

«No es un reto sencillo», advierte el consejero, que para hacer frente a estos fenómenos Canarias debe adaptar infraestructuras y corregir ubicaciones, un reto que, a día de hoy, muchas administraciones isleñas «no están mentalizadas de las decisiones que se tienen que tomar en el conjunto de Canarias».

Los problemas asociados al cambio climático en el mar también se expanden mar adentro. A día de hoy, el Atlántico que rodea los archipiélagos de la Macaronesia, incluido Canarias, absorbe aún más dióxido de carbono del que expulsa. Es decir, es un gran almacén del carbono sobrante de la atmósfera. Pero «no es un servicio gratuito».

De aliado a enemigo

Una ligera modificación en los termómetros marinos colapsaría este cuidado sistema de absorción, impidiendo al océano realizar esta función. Si así ocurriera, el océano canario tornaría sus cartas y pasaría de ser un aliado indispensable a un auténtico enemigo. Se convertiría en una sopa ácida en la que muy pocas especies estarán dispuestas a vivir. El incremento de CO2 no solo afecta a la temperatura dentro del océano, también genera una disminución del pH (ácido) y un descenso del oxígeno.

Las consecuencias ya se empiezan a percibir. Los corales se están blanqueando, las especies que se instalan en Canarias son cada vez más tropicales y los animales con esqueletos de carbonato cálcico están en peligro de extinción. Aparte, «la tropicalización del océano, la presencia de calimas y otros factores también favorecen la presencia de algas y cianobacterias que generan floraciones masivas, y la invasión de especies, que vemos como llegan a Canarias y se adaptan», resalta González. Para tratar de paliar estos daños, Canarias está probando algunos nuevos proyectos para ayudar al océano para que siga funcionando como un sumidero de carbono.

En el caso de los ecosistemas terrestres la llegada a ese umbral no supone «ningún salto cuantitativo ni cualitativo», según explica el ecólogo de la ULL, José María Fernández-Palacios, como sí ocurre con la atmósfera. No obstante, cómo advierte, rebasar ese límite sí que empieza a colocar a la humanidad en una situación de mayor «incertidumbre» con respecto al futuro.

Cambio climático

Para la fauna y la flora de las Islas el cambio climático ya lleva tiempo haciéndose notar, aunque ni animales ni plantas «entiendan lo que está ocurriendo», como recalca Fernández. «En Canarias empezamos a ver casos de redistribución altitudinal», explica. Esta consecuencia del calentamiento global supone que las especies de flora ascienden hacia las cumbres en busca de unas temperaturas más acordes a sus necesidades.

Uno de los lugares en los que se ha manifestado este cambio es en el Parque Nacional del Teide donde, como explica Fernández, ya se pueden ver hierbas pajoneras y conejeras han empezado a invadir la cumbre. «En el camino hacia el pico del Teide se ven estas plantas que jamás habían llegado tan alto», resalta el ecólogo. El problema grave que las islas encuentran con este fenómeno –que también ocurre en otros lados del planeta–, es que «no todas las Islas tienen cumbres tan altas y puede llegar el momento en que las especies no tengan a dónde ir». En la península de Jandía en Fuerteventura por ejemplo, hay una vasta reserva de especies endémicas, pero «con 800 metros de altitud no tienen a dónde ir y, probablemente se extingan», insiste Fernandez-Palacios.

A eso se añade la alta vulnerabilidad de las especies endémicas de Canarias (al menos 600) que están amenazadas tanto por las modificaciones abruptas de temperatura, la acción humana y las especies invasoras. Para evitar la muerte prematura y consecuencia desaparición de especies, en algunos casos se está tratando de llevar a cabo una técnica llamada «traslocación asistida», que consiste en trasladar especies vegetales de un lugar en el que las temperaturas y el clima en general sea poco favorable hacia uno que tenga unas mejores condiciones climáticas. En el caso del Teide, por ejemplo, se han llevado especies de la cara sur –más seca y calurosa– hacia la norte –más fresca y húmeda–.

Más noches tropicales

El aumento de temperaturas que ya está sufriendo el Archipiélago también está cambiando los ciclos de vida o fenológicos de las plantas. «Los inviernos están siendo más cortos por lo que la fructificación se altera», explica Fernández-Palacios. Además, al hacerlo a distintas velocidades, «los sistemas se están desincronizando». Por otro lado, cuando se habla de incremento de temperaturas una de las más preocupantes son las nocturnas. Muchos estudios ya apuntan hacia un incremento de las noches tropicales y ecuatoriales en las islas. Una tendencia que irá en aumento con cada pequeña décima de temperatura de más, y que tendrá un efecto directo en la mortalidad en algunos sectores de población como las poblaciones mayores. Por esta razón, los científicos insisten en la importancia de adaptar, asimismo, las ciudades a este tipo de fenómenos. ¿Cómo? Entre otras cosas con la instalación espacios verdes que refresquen las ciudades y permitan reducir el efecto de isla calor nocturna que se da en estos enclaves.

En este escenario, los investigadores insisten en la necesidad de acelerar la acción climática. «El Acuerdo de París sentó las bases para limitar ese 1,5ºC y, sin embargo, seguimos viendo como las emisiones aumentan año tras año», replica López. De hecho, tal es la inacción en materia de mitigación de los gases de efecto invernadero –debido fundamentalmente a los intereses contrapuestos– que los científicos creen que ya solo queda «aspirar a la responsabilidad individual de algunos de estos países y seguir apostando fuertemente por las acciones de adaptación».

La acción climática es vital. Ya no solo por el planeta, por los ecosistemas y por nuestra salud sino también por nuestro bolsillo. «Si los turistas vienen a Canarias es por su eterna primavera y por su riqueza ecosistémica», destaca González, quien advierte que todo ello «corre el riesgo de desaparecer».

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