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Una hora menos: dulces sueños, gastos amargos

Canarias recuperó anoche el horario de invierno en el que la población tendrá un sueño más reparador pero tendrá que ‘rascarse’ los bolsillos para afrontar el gasto de más.

Una hora menos: dulces sueños, gastos amargos Adae Santana

Desde hoy las manecillas del reloj de los canarios marcan una hora menos. El sol saldrá antes y se pondrá más temprano. Las dos de la mañana se ha convertido en la una, y así los canarios han recuperado los minutos hurtados por el verano. Pero lo hacen, un año más, a costa de limitar el tiempo en el que los rayos de sol iluminan la jornada y asumiendo en sus hogares el ahorro que durante el invierno sí repercute en las empresas. Pese a que estos cambios horarios resultan ser para muchos cada vez más pesados y molestos, Europa los mantiene ante la reticente mirada de la población y el aval de la inacción política que busca un acuerdo comunitario común que no llega. 

El principal escollo entre los veintisiete se encuentra en dirimir qué horario es mejor. Y es que mientras para los estados del sur el de invierno sea el más adecuado por adaptarse mejor a los biorritmos naturales de la población, entre los países miembros más lejanos al ecuador mantener dicho horario supondría condenar a sus ciudadanos a no ver apenas la luz del sol. 

Mientras Europa debate sin llegar a ningún acuerdo sobre qué horario mantener tras la eliminación de los cambios de hora, el Ministerio de la Presidencia español ha fijado el inicio y el final del horario de verano e invierno hasta 2026 a través del Boletín Oficial del Estado. Después del 25 de octubre de 2026, el futuro es incierto

Europa lleva casi 50 años abogando por aplicar la misma política bajo el argumento de un hipotético ahorro energético y, sin embargo, a día de hoy ni los patrones de consumo energético ni la situación de los países que conforman la Unión es la misma que hace medio siglo. En 1974, la crisis del petróleo durante la guerra de Yom Kipur fue la que dio pie a la instaurada costumbre de cambiar la hora en toda Europa dos veces al año

Por aquel entonces una maltrecha comunidad europea aún asolada por las guerras pasadas, esgrimió un potencial ahorro energético para convencer a los ciudadanos de los beneficios del cambio de hora bianual. Desde entonces, cada año los europeos han cambiado sin rechistar las manecillas de su reloj dos veces al año (en marzo y en octubre) para adaptar el sol a sus necesidades sociales. 

Pero en 2018 dijeron basta. Una encuesta de la Comisión Europea mostró el rechazo contundente de la población al cambio de horario. El 84% se posicionó a favor de eliminarlos y pasar a un horario fijo todo el año. Los españoles fueron aún más tajantes: hasta el 93% pidió acabar con el cambio de hora. En septiembre de 2022 el barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) mostró que el 64% de los españoles prefiere acabar con los cambios estacionales de horario y el 92,9% considera que habría que hacerlo de inmediato. 

Test cambio de hora 2023 | ¿Estás a favor o en contra del cambio de hora?

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La medida del cambio de hora también ha encontrado oposición entre los miembros de la comunidad científica que llevan un tiempo advirtiendo de que el adelanto de los relojes una hora durante el verano es una medida «artificial» que juega en contra de la regulación natural de los biorritmos del ser humano. Y es que si bien el horario estival tiene ventajas, como salir del trabajo o de la escuela antes o disponer más horas de luz para el ocio, la realidad es que también puede dificultar la conciliación del sueño, empeorar la productividad e, incluso, incrementar los accidentes de tráfico o los problemas cardiovasculares a partir de los 60 años. 

Así lo corroboró un grupo internacional de investigadores en 2019 tras realizar una revisión de varios análisis sobre el cambio de hora en Estados Unidos. El artículo, publicado en Journal of Biological Rhythms, concluye que el cambio de hora en verano «va en contra de los biorritmos naturales» e insta a mantener el horario de invierno porque «si queremos mejorar la salud humana no deberíamos luchar contra el reloj biológico».  

Afecta, pero no tanto

El fisiólogo de la Universidad de La Laguna (ULL), Manuel Mas, reconoce que el cambio de hora puede «afectar a las funciones fisiológicas», pero modera el posible impacto: «solo es una hora de diferencia, no es como el jet lag que se produce tras un cambio importante de huso horario». 

Por esta razón, como insiste el catedrático ya retirado, aunque «el cambio de horario se puede notar» su efecto «insignificante» y poco duradero. «Es verdad que puede crear ciertas alteraciones del sueño, pero esos problemas apenas duran un día o dos, luego nos adaptamos», revela.

Una persona cambia la hora en las manecillas de su reloj. La Provincia

No dormir bien tiene múltiples consecuencias que impactan directamente en la salud de la población. Así lo apunta la Sociedad Española del Sueño que explica que un sueño «insuficiente, desorganizado y de mala calidad» favorece la aparición de enfermedades graves y con tan alto impacto social y económico como el cáncer, el alzhéimer, la hipertensión arterial, la obesidad, la diabetes, el infarto de corazón, el ictus, la depresión y la ansiedad.

El cambio de hora produce cambios incluso en nuestro cerebro. «Al cerebro no le gusta la oscuridad», resalta Raquel Marín, neurocientífica de la ULL y autora del libro Alimenta el sueño para un cerebro sano.  

Cuestión de tamaño

Como explica la científica, cuando giramos las manecillas del reloj a nuestro antojo también estamos influyendo en el tamaño de algunas partes de nuestro cerebro. En invierno «se puede hacer más pequeño», porque «se usa menos». Se refiere en concreto a lo que ocurre en el núcleo supraquiasmático, un grupo de miles de neuronas del hipotálamo capaces de regular los ritmos circadianos. «Esta estructura cerebral se va cargando de luz durante el día para cargarse de cansancio y así producir melatonina», explica Marín.

El horario de verano dificulta la conciliación del sueño, empeora la productividad, e incluso, incrementa los accidentes de tráfico y los eventos cardiacos

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En el horario invernal hay menos horas de luz diurna, lo que para el cerebro significa que puede dormir más, y para ello produce una ingente cantidad de melatonina. Sin embargo, no hay una de cal sin una de arena. Y es que la oscuridad también puede provocar trastorno afectivo estacional (conocido por sus siglas SAD por su nombre en inglés Seasonal Affective Disorder), una patología que afecta hasta el 20% de los adultos -al menos en el norte de Estados Unidos- y que se debe a la baja producción de otro neurotransmisor: la serotonina. 

«Las personas que sufren este trastorno estacional tienen tendencia a dormir más, a tener más apatía, a tener menos ganas de realizar actividades físicas o deportivas y a ellos también se les abre el apetito, y su cuerpo reclama carbohidratos», explica Marín. La persona que lo sufre se encierra entonces en un ciclo que se retroalimenta en el que siente «una pereza que le lleva a la culpabilidad y que, por ende, también le produce desesperanza», explica Marín.  

El horario de invierno, el mejor para Canarias

Aun así, Marín defiende que el horario de invierno es el más adecuado para la latitud en la que se encuentra Canarias. «La mayoría de la población se adapta mejor fisiológicamente cuando pasamos del verano al invierno», resalta la neurocientífica, que admite que adelantar una hora en el reloj reduce la fatiga mental, estimula el sistema inmunitario y mejora el rendimiento físico, con lo que también reduce la tendencia a engordar. 

De hecho, en las pocas poblaciones del mundo que no se rigen por la tiranía del reloj, los beneficios son aún más patentes. «Los reductos nómadas, que siguen los patrones de las poblaciones ancestrales, duermen hasta 40 minutos más en las fases de invierno», insiste Marín. Por ello, destaca que en estos meses fríos se produce una mayor sincronización de los biorritmos humanos la naturaleza que «es más favorable» para la población. 

Pero más allá de los problemas fisiológicos que pueda generar esta medida en la población, el debate de los últimos años se centra en si existe o no un ahorro energético que pueda justificar un cambio de tal calado. El horario de verano que los canarios han dejado atrás esta madrugada sirve, en teoría, para aprovechar los rayos solares y encender menos las luces artificiales. Sin embargo, en la práctica los datos sobre el supuesto ahorro energético no son concluyentes.

Quema de petróleo, gas y carbón. Agencias

¿Ahorro energético?

La primera persona en hablar del horario de verano fue Benjamin Franklin en 1784. El científico y padre fundador de Estados Unidos ya argumentaba en aquel entonces que el horario de verano permitía reducir el uso de luces artificiales y, por tanto, el consumo eléctrico. Sin embargo, no fue hasta 1916 que el Consejo Federal Alemán decidió implementar el cambio horario para aumentar sus posibilidades de ganar la guerra reduciendo la demanda de carbón para generar electricidad. Esa medida ayudó a aumentar en 150 horas la duración de la luz solar y poco después fueron otros países, como Reino Unido, Francia y Estados Unidos los que se subieron al carro.

Sin embargo, lo que en su momento suponía una magnífica medida para ahorrar energía, con el paso del tiempo y cambio de hábitos de utilización de la electricidad, ha pasado a tener un impacto «irrisorio» dentro del sistema. Y es que si bien en 1960 la energía que se utilizaba para iluminar casas y oficinas suponía el 25% del total, hoy con la popularización de los LED y la llegada de otros electrodomésticos más demandantes de energía (como el aire acondicionado o la calefacción), la luz ya no supone el problema principal. 

Un reciente estudio, publicado en Energy Reports en 2021, añade más leña al fuego y concluye, además, que los beneficios del horario de verano dependen del clima, las características geográficas y la localización (longitud y altitud) del lugar donde se aplique. De esta forma, serían los países que se sitúan más cercas de los polos los que conseguirían un mayor beneficio. En otras palabras, a más lejanía del ecuador, más provecho se puede sacar del horario de verano. 

En Canarias, debido a la latitud en la que se encuentra, el horario de invierno sería el que más se adaptaría a los biorritmos de la población

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Así por ejemplo, mientras en países como Eslovaquia se ha estimado que el ahorro energético puede llegar a ser del 1%, en otros como España se ha estimado que ese consumo apenas se reduce entre un 0,22% y un 0,34%, y como mucho un 0,5%. En Canarias, según el ingeniero de la ULL, Benjamín González «la energía consumida es casi, casi la misma en horario de invierno que en el de verano». La variación, como destaca, es mínima, de apenas ese 0,5%, aunque no descarta que se deba «a un error experimental».

Una bombilla encendida. Alejandro Martínez Vélez - Europa Press

Además, si bien es verdad que el cambio de horario logra el ahorro energético en unos sectores, la medida siempre va en detrimento de otros. En verano, son los usuarios quienes salen ganando por disponer de más luz solar, pues tienden a encender menos las luces dentro de casa. En invierno, sin embargo, el beneficio se traslada a las empresas y administraciones públicas y son los hogares los que corren con los gastos que los negocios ahorran.

«Si anochece antes lo que va a pasar es que, como usuario, cuando llegues a casa vas a tener que encender las luces antes», explica González, eso supone que «aunque la isla consuma lo mismo en términos globales», el consumo va a hacer un trasvase hacia los usuarios. E incluso así, supone un ahorro casi irrisorio: apenas un 0,5%. 

Un horario común en Europa

Ahora bien, si no todo el mundo se beneficia por igual del horario de verano, ¿cómo se decide qué hora debe prevalecer en cada país? Esta es la pregunta que llevan más de dos años intentando responder la Unión Europea. 

La Unión Europea se extiende desde los 28 grados de latitud de Canarias donde el amanecer cambia apenas una hora y cuarenta minutos entre invierno y verano -si hubiera un horario fijo- y hasta los 70 grados (norte de Finlandia), donde el amanecer varía 24 horas de invierno a verano y el cambio de hora tiene una utilidad limitada. Por tanto, aunque la gran mayoría de los países europeos, científicos y población en general están de acuerdo en que esta medida se debe suprimir, ponerse de acuerdo se ha convertido en una tarea casi imposible. 

«No se aclaran porque es difícil definir una hora común», explica Manuel Mas, que insiste en que habrá que ponerse de acuerdo más temprano que tarde. En todo caso, el fisiólogo considera que es el horario de invierno el «preferible» para «nuestras coordenadas». «Es una hora más de descanso y más fácil adaptarse a él», concluye. Marín, por su parte, defiende que «el horario que se defina tendrá que tener en cuenta la zona geográfica y adaptarse».

La Sociedad Española del Sueño, a tenor de los resultados de varios estudios de la Universidad de Murcia, concluyen que «el horario de invierno en España es, por un lado, el que permite una mayor sincronía entre la salida del sol y el inicio de la jornada laboral y escolar; y, por otro, el que conlleva una mayor exposición a la luz solar durante la franja horaria laboral y escolar». 

Y aunque según el CIS el 69,4% de los españoles prefiere fijar el horario de verano, la ciencia difiere. «Si hubiese un horario de verano permanente, en los meses de invierno habría falta de luz por la mañana y en los de verano un exceso de luz por la noche, una situación que desajusta el reloj interno y puede provocar bajo rendimiento y vulnerabilidad a determinadas enfermedades», insisten desde la SES. Ahora bien, este no es el criterio para los países del este y esas diferencias pronostican un intenso y dilatado debate para acabar de una vez por todas con el cambio de hora.

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