Durante siglos una parte del análisis económico ha considerado que su objetivo consiste en perseguir una máxima utilitarista clásica: «la mayor felicidad para el mayor número». Jeremy Bentham acuñó tal máxima dejando en el aire algunas cuestiones trascendentes: ¿Nos debemos preocupar entonces por las minorías o no? Si el comportamiento de las personas está dominado por el dolor y el placer, ¿es moral perseguir el placer y huir del dolor a cualquier precio? Y aún más en lo concreto, ¿el placer se obtiene maximizando la apropiación de bienes y servicios?
En la actualidad, no podríamos afirmar que tales propuestas utilitaristas sean compartidas por la mayoría de los economistas. Parece existir consenso en que la buena vida no depende tan sólo del consumo de bienes y servicios de mercado.
Hace décadas de este convencimiento, pero lo cierto es que las políticas económicas siguen orientándose al crecimiento económico, esto es, a la producción y consumo de una mayor cantidad de bienes y servicios para la mayor parte de la población. Así que, aunque cada vez más nos repetimos aquello de que el dinero no da la felicidad, en realidad seguimos siendo tan utilitaristas, o casi, como en el siglo XVIII.
Es cierto que desde hace años hay una constante preocupación por medir el bienestar de la población y no sólo la cantidad de bienes y servicios producidos y consumidos. Hay que reconocer que esa incomodidad con la máxima utilitarista ha tenido un notable impulso a partir del encargo que en 2008 el expresidente de Francia, Nicolás Sarkozy, hizo a tres reconocidos economistas: Amartya Sen, Joseph Stiglitz y Jean-Paul Fitoussi. El encargo titulado Informe de la Comisión sobre Medición del Desarrollo Económico y del Progreso Social, puede consultarse en la red con facilidad. El informe citado no es un caso aislado. Tanto la OCDE, como Eurostat, Naciones Unidas o el Instituto Nacional de Estadística de España, han ido publicando en las últimas décadas trabajos que conducen a la obtención de indicadores que miden la calidad de vida, superando las limitaciones del PIB o el PIB per cápita como indicador de bienestar.
Avanzamos lentamente hacia un cambio de enfoque que va desde los recursos de las personas a la valoración de sus capacidades. Amartya Sen en su libro La Idea de la Justicia escribe: «Puesto que la idea de capacidad está ligada a la libertad sustantiva, asigna un papel central a la habilidad real de la persona para hacer diferentes cosas que valora.» Ocurre así con los territorios, en tanto que en los territorios se materializan las oportunidades que tienen las personas para desarrollar sus capacidades. Aún estamos lejos.
Pero por algo se empieza. De ahí la importancia de medir la calidad de vida a través de los indicadores que publica el Instituto Nacional de Estadística. Los últimos, en octubre de 2023. Estos indicadores nos permiten comparar la oportunidad para desarrollar una buena vida que tienen las personas que residen en Canarias con las que residen en otras comunidades autónomas. Los indicadores de calidad de vida-medición multidimensional de la calidad de vida, (Apartado 2 del informe Medición del progreso, el bienestar y el desarrollo sostenible, aprobado por el Comité del Sistema Estadístico Europeo) son un número relevante, sesenta, agrupados en nueve dimensiones, pero aún son insuficientes. Especialmente insuficientes son los que se refieren a gobernanza (dimensión 7) y medio ambiente (dimensión 8). Aun con todo, es un buen ejercicio compararnos con nuestro pasado y con otras comunidades autónomas usando la información que se nos ofrece.
Lo primero que salta a la vista es que el índice general (Índice Compuesto Mazziota-Pareto Ajustado, AMPI), que agrega los indicadores de las nueve dimensiones, ha mejorado ligeramente respecto al momento en el que comenzó la crisis financiera y económica de 2008. Sin embargo, la diferencia con el AMPI total de España se ha incrementado. Esto es, hay divergencia desfavorable para Canarias.
En segundo término, ¿en qué indicadores Canarias supera al conjunto de España? En los indicadores de dos de las dimensiones: a) ocio y relaciones sociales (satisfacción con el tiempo disponible, asistencia a eventos culturales y deportivos; frecuencia de las reuniones con amigos, satisfacción con las relaciones personales; tener familiares, amigos o vecinos a los que pedir ayuda; tener a alguien con quien hablar de temas personales; confianza en los demás); b) experiencia general de la vida (satisfacción global con la vida; sentimientos y emociones; sentido y propósito de la vida).
Tercera cuestión, ¿en qué indicadores Canarias está peor que el conjunto de España? Se deduce de los anteriores comentarios que Canarias está peor que el resto de España en siete de las nueve dimensiones. Tomando como referencia la información del 2022, las Islas tienen diferencias notables en las condiciones materiales de vida (condiciones económicas, materiales y seguridad económica) y en trabajo (cantidad y calidad del trabajo). Sorprendente que las diferencias mayores se detectan en los indicadores de entorno y medio ambiente (contaminación y ruidos; acceso a zonas verdes y de recreo; entorno medioambiental).
Es fácil llegar a la conclusión de que no nos gusta la imagen que los indicadores nos devuelven de Canarias. La pregunta entonces es ¿por qué? Hay dos clases de motivos. Unos se deben a razones derivadas de las características de las islas: territorios pequeños, fragmentados, alejados de los mercados continentales desarrollados, con un entorno de regiones en vías de desarrollo. Son limitaciones evidentes que condicionan la inserción en la economía internacional. Otros, son responsabilidad nuestra: tomamos malas decisiones, tanto para resolver los obstáculos que las islas nos imponen como para desaprovechar las ventajas absolutas que también nos ofrecen las Islas.
En cualquier caso, el escrutinio que nos permiten hacer los indicadores es un ejercicio que merece el esfuerzo porque nos acerca a una mayor racionalidad en el debate. Y este debe ser uno de nuestros objetivos: mejorar la calidad de los debates sobre los problemas.