La gran desconocida

El empresariado tiene que cargar con todo el peso del alcance de su target, invirtiendo grandes cantidades en publicidad, sin ningún soporte informativo por parte de los grandes medios

La gran desconocida

La gran desconocida / LP/DLP

Enrique Camacho

En términos de difusión informativa nacional, todo lo que sucede en el territorio español de Gibraltar hacia abajo, es como si naciera y muriera en un gran agujero negro. El ostracismo al que se somete en los medios de comunicación a las actividades culturales que han sucedido y suceden en las Islas sólo es comparable con el interés que muestran por eventos e informaciones de lo más truculento o bizarro. Feminicidios, pateras, volcanes, gastos políticos dudosos y pasajeros ebrios son algunas de las noticias que admiten como nacionalmente interesantes en los boletines patrios. ¿No existen referencias de alguna otra temática? Claro, a base de una insistencia cerril y una obstinación propia de la gota malaya, casi nunca encontrando un espacio por derecho propio, con honrosas y escasas excepciones, propiciadas casi siempre por el interés personal de algún infiltrado en esos medios nacionales.

Las administraciones públicas jamás tuvieron el más mínimo interés en apoyar el acercamiento informativo de los medios de comunicación nacionales (cuánto menos los internacionales) a la verdadera realidad de Canarias, que no solo está dibujada sobre las cifras de pobreza, indigencia intelectual, turismo y patriarcado enquistado, sino sobre un trazo firme marcado por una ciudadanía heterogénea, de inquietudes sociales y culturales diversas. Existen empresas que arriesgan su capital; empresarios, y trabajadores que los secundan, dejándose la vida para sacar adelante proyectos de primera categoría, que deberían poner a las Islas en las primeras planas. Da igual que un artista abra gira en Canarias, da igual si una muestra magnífica pasa primero por las Islas o si un estreno internacional se produce en una ciudad del Archipiélago; lo que no sucede en Madrid y su extrarradio, no interesa; y lo que no se difunde, no existe. El empresariado tiene que cargar con todo el peso del alcance de su target, invirtiendo grandes cantidades en publicidad, sin ningún soporte informativo por parte de los grandes medios.

La lejanía no es un sentimiento, sino una realidad que se hace más palpable cada vez que uno intenta dar un impulso a cualquier proyecto sumando artistas de carácter nacional o internacional. La aparición de nuevos festivales y la consolidación de otros de ya largo recorrido es un soplo de aire fresco para la cultura del Archipiélago pero, incluso con buenos números en la venta de entradas, aquí casi nadie se hace rico. En los cachés de artistas internacionales se barajan cifras astronómicas que no pueden compensarse con la taquilla, en la mayoría de las ocasiones, porque Canarias no es Nueva York, y la población no está acostumbrada a pagar tres cifras por ver a sus ídolos –al menos no en su propia tierra, y llevaría a otro análisis saber por qué hay gente que no compra entradas aquí pero sí está dispuesta a pagar billete, alojamiento y ticket de acceso fuera del país–. El apoyo de las instituciones, por lo tanto, es condición sine qua non para que quien arriesga su capital no acabe en una lista de morosos, como ya ocurrió con conocidos empresarios locales que quisieron embarcarse en aventuras preciosas pero utópicas, que acabaron en clamorosos fracasos económicos.

Una vez le preguntaron a David Trueba si el cine sobreviviría sin subvenciones y él, siempre tan clarividente, aseguró: «Claro que sí, lo que no sobreviviría sería la fábrica de la SEAT y la Fasa Renault. El cine sí y la prueba es que tienes cine en países como Palestina o Bolivia. El cine es la pulsión narrativa de un país. (...)». Algo parecido se dice de toda la industria cultural, que suele ser la gran desconocida. La realidad es que gran parte de este empresariado es gente apasionada del mundo del espectáculo, personas que dan trabajo a muchas familias y que dinamizan la economía del entorno; desde las compañías de logística hasta las de limpieza posterior, en medio hay innumerables pequeños negocios que ven en estos eventos una oportunidad de sobrevivir: imprentas, montaje de espacios, sonido, riders, catering, diseño, comunicación, empresas de gestión medioambiental o de auditorías sobre impacto económico…

Es importante, pues, que las empresas se sientan respaldadas en su intento de colocar a las Islas como referentes de la industria cultural. Para ello es imprescindible también la simplificación burocrática, y que desaparezca la espada de Damocles que pende sobre ellas a la hora de justificar la presencia visible de las administraciones públicas patrocinadoras. Los pliegos deben ser claros, las ayudas deben llegar a tiempo («Estoy arriesgando mi casa, si hago la programación, que tengo que cerrar ya, y, finalmente, por condicionantes ajenos a mi, no se sustancia la ayuda prometida, lo pierdo todo», me decía un promotor hoy) y la relación entre los privados y las administraciones debe ser de confianza y colaboración mutua, sin cláusulas draconianas que más parecen destinadas a asegurar la presencia del político de turno –o del logo de la corporación– en las fotografías que un verdadero interés de servicio público. El retorno de las administraciones está más que justificado cuando la subvención revierte en la población en forma de dinamización de la actividad económica, ocupación de restaurantes, hoteles, taxis, bares, restaurantes etcétera...

Desde hace mucho, Canarias ha sido referente en la música latina (que, de tan próxima, a veces no la consideramos como internacional); tras varios intentos por convertirnos también en parada de giras anglosajonas, parece que empieza a despegar la posibilidad de que la condición tricontinental se haga efectiva con la llegada de intérpretes europeos o norteamericanos. Más allá de la música, en el ámbito de las artes escénicas, desde Veranos del Taoro también hemos apostado por este mestizaje. Ya el año pasado conseguimos contar con la presencia de un soberbio John Malkovich y, con un cartel sin anunciar aún, pero que estará a la altura de las expectativas, este festival sigue su camino de consolidación de una propuesta que, salvando las distancias, solo tiene paralelos en Nueva York o Londres. Usemos estos hitos como escalones con los que alcanzar la tan ansiada diversificación económica; consolidemos la industria de la Cultura, un ámbito con un futuro sostenible y prometedor que garantiza la consecución de una Canarias moderna y diversa.

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