Entrevista | Matías González Docente e investigador del Instituto de Turismo y Desarrollo Sostenible en la ULPGC

"Los empresarios deben entender que en su propio bien está reconciliar el turismo con la naturaleza y la sociedad"

Matías González, investigador del Instituto de Turismo y Desarrollo Sostenible de la ULPGC, defiende que el persistente impacto de la actividad en las costas se deriva de un problema cultural y de percepción

El doctor en Económicas y Empresariales aboga por un enfoque más cualitativo basado en proveer de experiencias valiosas a los visitantes

Destrucción costera: el precio del turismo descontrolado en Canarias

Matías Gonzalez, doctor en Economía y profesor de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, donde también investiga en el instituto de Turismo y Desarrollo Económico Sostenible.

Matías Gonzalez, doctor en Economía y profesor de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, donde también investiga en el instituto de Turismo y Desarrollo Económico Sostenible. / LP/DLP.

Iván Alejandro Hernández

Iván Alejandro Hernández

Las Palmas de Gran Canaria

En el último Observatorio sobre sostenibilidad del turismo en Canarias se evidenciaba la falta de datos para medir el impacto ambiental del turismo, ¿por qué ocurre esto?

Hemos mejorado mucho en la disponibilidad de datos, aunque aún queda mucho. Modestamente, creo que la colaboración entre las universidades canarias y los sistemas estadísticos dependientes de los gobiernos regional e insulares está contribuyendo significativamente a la menora del sistema de información. En cualquier caso, el de Canarias no está nada mal si se le compara con el de otros territorios. No obstante, la tarea no es solo mejorar en la cantidad de información, sino sobre todo en la cultura de fundamentar las decisiones en buena información; el verdadero sentido de un sistema de información turística es usarlo para fundamentar mejor las decisiones.

¿Cuáles son los ámbitos de la actividad turística que pueden generar un mayor impacto en las costas canarias?

Evidentemente hay dos: la construcción de infraestructuras (puertos, marinas, espigones o escolleras) y los vertidos, desde tierra y desde el mar, la mayoría de unas y otros ligados al turismo. Y también hay que sumar la sobrepesca. Entre los tres explican la evidente depauperación de nuestros ecosistemas marinos que, no lo olvidemos, conforman buena parte del atractivo turístico de las Islas. Detrás de todo ello, hay una percepción errónea de la verdadera naturaleza del turismo.

¿Cuál es esa percepción?

Para muchos, el turismo es construir hoteles y llenarlos de turistas, pero en realidad tiene más que ver con la creación de experiencias recreativas valiosas. Pongamos el ejemplo de Maspalomas: el imperio de la lógica turismo = infraestructuras, condujo a un desarrollo urbanístico agresivo, resultado de una combinación de codicia, ignorancia y cortoplacismo, que redujo los aportes y aceleró la salida de arena del sistema dunar. Resultado: hoy la cantidad de arena que vemos es menos de la mitad de la de 1960, al igual que la altura media de las dunas. Si hubiéramos entendido que el turismo consiste en crear experiencias valiosas mediante la valorización inteligente, sostenible, de ese y otros recursos naturales y culturales; si hubiese reinado una planificación turística pensada para el bien común, hubiéramos ideado un urbanismo compatible con la conservación de aquel paraíso. Porque es esa naturaleza, el verdadero artífice del valor de la experiencia recreativa del turista, y no la infraestructura, no el hotel. Este no es el fin de la actividad turística, es el medio. El verdadero capital turístico son las Dunas de Maspalomas, un ecosistema único, con un probable origen de fábula (terremoto de Lisboa y posterior tsunami); vivo, que se mueve; y que alberga especies que no existen en ningún otro lugar del Planeta. Entonces, la verdadera fuente de creación de valor turístico son las Dunas, son, en general, los recursos naturales y culturales; ellos conforman la imagen y el atractivo del destino. Si las Dunas se degradan, si el entorno se degrada, la gente pagará menos por viajar al lugar, y los hoteles y otros negocios turísticos serán menos rentables. Esto hay muchos que aún no lo entienden…

¿De qué otra forma se puede concebir, entonces, la experiencia turística en el entorno de las Dunas?

Imagínate un urbanismo que no perturba la dinámica del sistema dunar; una política pública que da prioridad al diseño de una gestión de visitantes inteligente, que hace sentir al visitante que está en un verdadero santuario de la naturaleza. Imagina, además, que no hemos llenado el entorno inmediato de carretas y coches. Que en lugar del pateo por las crestas (les invito a comparar dos paisajes de las dunas, uno con las crestas pateadas y otro con las crestas modeladas únicamente por el viento), diseña miradores en altura, que son en si mismo esculturas hermosas, estilizadas, para observar las dunas en toda su majestuosidad. Imagina un centro de interpretación que empleando maquetas móviles o a través de realidad virtual, muestra al visitante cómo pudo crease ese ecosistema único, cómo el proceso de formación de las dunas, por qué les decimos móviles (¡se mueven!) y qué caracteriza a la biota endémica de ese lugar. Imagina, en definitiva, que somos conscientes de que las dunas son un verdadero capital natural, sobre el que se asienta el atractivo y la creación de valor del turismo, que luego se refleja en lo que los turistas pagan por el alojamiento, la restauración, etc., y entonces en vez de dejarlas morir, invertimos decididamente en su conservación y mejora, y, con inteligencia, hacemos de esta inversión un componente más y valioso de la experiencia recreativa de quienes nos visitan. Y lo mismo te podría decir sobre cómo tendríamos que fundamentar la relación entre los demás iconos de nuestro patrimonio natural y cultural (Roque Nublo, la necrópolis de Arteara y Risco Caído, por citar solo algunos) y el turismo; una industria que bien dirigida podría cimentar un bienestar más equitativo y sostenible para Canarias.

¿La actividad turística en Canarias es compatible con la sostenibilidad en la realidad actual?

Claro que sí, aunque hay que cambiar muchas cosas. El turismo no es esencialmente distinto a cualquier otra actividad, agrícola, ganadera o industrial. No es la activida la que es sostenible o no, es el modo en que se lleva a cabo. La inercia del turismo en Canarias y en el mundo no es sostenible. Reorientarlo hacia la sostenibilidad es la tarea; no es fácil, pero sí posible. Esta inercia tiene que ver con prácticas muy asentadas en buena parte del tejido empresarial (beneficio a corto plazo), de la administración pública (política centrada en la promoción para atraer más turistas y plazas de avión) y de la sociedad en general (más es siempre mejor). Esta inercia se refleja en los indicadores que usamos para medir el éxito. Así, si el número de turistas está aumentando, todo va aparentemente bien, entonces ¿para qué cambiar?; y cuando las cosas van aparentemente mal (el número de turistas se estanca o decrece), entonces se dice que no es buen momento para hacer cambios. Creo que tienen razón los que dicen que no es posible cambiar la dirección de una máquina que va a toda velocidad, y que hay que parar para dar oportunidad al cambio. Para explicarme mejor: con la localización, clima y atractivos naturales y paisajísticos de Canarias, atraer millones de turistas es, sinceramente, lo fácil, y es de lo que muchos se vanaglorian. Lo realmente meritorio, hubiera sido conciliar el crecimiento del turismo con el sostenimiento de los equilibrios sociales y ambientales a los que me he referido, y que en Canarias se han roto. Sinceramente, no creo que la cosa dé para que nadie saque pecho… Las prioridades de la sociedad canaria y del turismo debieran ser las mismas; regenerar el medio ambiente degradado y aliviar las tensiones sociales derivadas de la congestión y las tensiones en mercados clave, como la vivienda, para que los turistas puedan vivir experiencias más valiosas y la sociedad canaria mejorar sus niveles de bienestar y felicidad.

En ese sentido, ¿ve voluntad por parte del sector privado o debe ser impulsado por políticas públicas?

El crecimiento acelerado del turismo postpandemia es un síntoma del deseo de viajar constreñido, que luego explota. Unido a esto, las recurrentes crisis en el Mediterráneo han generado una coyuntura de crecimiento de visitantes y precios absolutamente excepcional. Pero pueden ser señales engañosas. Ya la comunidad internacional está presionando para que el turismo internalice los costes de sus emisiones, por lo que viajar debe ser más caro, y eso es justo. Canarias, si no lo remediamos camina rápidamente hacia la desertificación, la seguridad de la que hemos gozado puede verse amenazada en cualquier momento, el clima se hace más extremo e impredecible. Todo ello aconseja prudencia y cuidar nuestras fortalezas, aumentar nuestra resiliencia frente a turbulencias de cualquier origen. Creo que los empresarios tienen que entender que deben implicarse en la conservación de lo que nos hace fuerte como destino, deben entender que en su propio bien está reconciliar el turismo con la naturaleza y la sociedad de Canarias. Y las administraciones, asumir que tienen el reto de dar un salto de calidad en el liderazgo de la gobernanza del turismo, que implica mejorar la coordinación entre administraciones, hoy muy deficiente, y dar voz y cauce a las demandas sociales, con formas más participativas de toma de decisiones. Las manifestaciones del 20 de abril, que fueron primera página en muchos medios internacionales, fueron un primer aviso, y vendrán más, de que nos adentramos en un cambio de época en la manera de entender, gestionar y distribuir los beneficios y costes del turismo. Y no tengo muy claro que esto esté siendo entendido en algunos cenáculos del poder político y empresarial de las islas. No obstante, creo que este cambio de visión, aunque lentamente, llegará.

¿Cómo valora la medida de imponer límites al número de turistas en zonas naturales?

El objetivo tiene que ser siempre compatibilizar las visitas a los espacios naturales que proporcionen experiencias de alto valor, por ejemplo, a través de una interpretación bien diseñada, con la estricta conservación, y si es necesario, con la mejora del estado de conservación, de las áreas visitadas. La sostenibilidad se alcanza mediante el equilibrio entre el flujo de visitantes y la capacidad para gestionarlo sin que produzca daños irreversibles. El número de visitantes tiene que estar limitado por nuestra capacidad de manejo de los mismos. Esto se hace en todos los lugares en los que se persigue una correcta gestión de los espacios naturales.

¿En qué ejemplos se podría mirar Canarias para ser un destino más sostenible?

Hay muchos. En España, el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido limita el número de visitantes y lo controla mediante una lanzadera en guagua que es la única vía para acceder al mismo. Desde luego, nada que ver con loa colapsos de tráfico que lamentablemente podemos ver en la carretera que cruza el Parque Nacional del Teide. También puede ser inspirador para organizar un acceso más sensato al Roque Nublo, que debería ir acompañado de una tarea de regeneración urgente de las zonas más erosionadas. Nueva Zelanda está ahora embarcada en una estrategia muy potente de turismo regenerativo, liderada por una académica de gran prestigio, Sussane Becken, rediseñando todo su sistema turístico para la recuperación de los ecosistemas dañados, con una fuerte inspiración en la cultura maorí y activando la participación de todos los sectores sociales. Es, en mi opinión, una referencia imprescindible para el cambio que necesitamos.

¿En Canarias se trabaja en ese sentido?

En Canarias tenemos algunas iniciativas que van en la buena dirección. En Tenerife ASHOTEL lidera un fantástico proyecto de economía circular que además crea sinergias entre agricultura y turismo: los residuos hoteleros con compostados, con ellos se fertilizan fincas agrícolas que producen alimentos que pasan a formar parte de la oferta culinaria de los hoteles, que ofrecen así una gastronomía de calidad y cercanía, cerrando el círculo. El resultado es una agricultura más sostenible y rentable, una oferta turística de mayor calidad y valor, y la recuperación de la fertilidad natural de los suelos, uno de los mayores retos de para el desarrollo sostenible de Canarias. Canarian Hospitality, por su parte, va mucho más allá de pedirle a los turistas que usen una vez más la toalla para reducir el consumo energético y de agua. El ahorro en costes que ello supone es derivado a Foresta para que lleve a cabo planes de reforestación. Planea incluso que sus clientes visiten las zonas reforestadas y que se impliquen en las tareas de reforestación. Hay más, pero esas y otras iniciativas podrían florecer e ir mucho más rápido si tuviéramos una administración pública más sensible y eficaz, que acompañara esos procesos con asistencia técnica y eliminando trabas burocráticas. Hay mucho talento humano e iniciativas muy interesantes, pero que no siempre tienen el acompañamiento que requieren. Un problema de gobernanza que conforma el núcleo de nuestros problemas para avanzar hacia un turismo más sostenible.

¿Hay suficiente investigación al respecto?

En Canarias se hace mucha investigación, pero se debe orientar mejor a la resolución de los problemas y desafíos que plantea el desarrollo sostenible. Conocemos iniciativas de este tipo y estamos evaluando sus resultados. Por ejemplo, en el ámbito de la materia orgánica residual para el enriquecimiento de suelos, que posiblemente sería la tarea más importante para mantener la biodiversidad en este Archipiélago. También, toda la gestión del ciclo hidrológico; es una vergüenza la tasa de reutilización de las aguas depuradas, además de las que se vierten al mar sin depurar. Si Canarias se marcara como objetivo el vertido cero y reutilizara todas las aguas residuales depuradas que genera, tendríamos un recurso brutal, no solo para asistir mejor a la agricultura, sino también para operaciones muy interesantes, como la conservación de ecosistemas únicos, por ejemplo, los palmerales de fondo de barranco que sufren un estrés hídrico por el cambio climático.

¿Qué papel juega la tecnología? 

La tecnología es una aliada clave. Necesitamos mejorar mucho en la monitorización de los problemas de nuestros espacios marinos. Las dinámicas de las praderas de sebadales y otro tipo de fondos que pueden estar afectados por contaminación, generada por vertidos. La tecnología nos permite tener un conocimiento más exhaustivo del estado de conservación de nuestros ecosistemas marinos, saber cuales son los factores que le impactan e identificar las prioridades de actuación. Además, puede ayudar a decidir cuales son las soluciones más adecuadas. Los recursos que tenemos para atender la recuperación de ecosistemas dañados no son infinitos, por lo tanto, hay que usar aquellos más eficientes. 

¿Y la inteligencia artificial?

También puede ayudarnos, evidentemente, gracias a su capacidad de manejar datos y combinar fuentes de información. Por ejemplo, nos puede permitir averiguar cómo la calidad de los ecosistemas de praderas contribuyen a descontaminar a través de la fijación de la materia orgánica en suspensión. También, para evaluar cómo influyen distintos niveles de calidad de agua en la experiencia del turista o su disposición a pagar y repetir la experiencia. Necesitamos conocer mucho más toda esa cadena: desde cómo repercuten los impactos en los ecosistemas de los que dependemos y cómo esos cambios afectan a las decisiones de los turistas. 

¿Un destino sostenible es más caro para el turista? 

Un turismo sostenible es necesariamente más caro, sí. La lógica es que el visitante, además de pagar por la prestación de los servicios privados, debe pagar el coste de la conservación de los recursos naturales y culturales de los que disfruta, por el mantenimiento de ese capital natural. La buena noticia es que, si lo hacemos bien, estará dispuesto a pagar más por unos ecosistemas mejor conservados y por las consecuencias positiva de un turismo socialmente responsable (salarios, condiciones de trabajo, control de la congestión, vivienda, etc.). Más precio, no quiere decir menor demanda, si va acompañado de atractivos naturales y culturales mejor conservados y gestionados. En realidad, ese es el camino: una población activa más cualificada para una oferta de servicios más amplia y diversa, y de más calidad, debe dar lugar a un aumento del gasto por turista y día, parte del cual, mediante la función redistributiva que hacen los impuestos, debe ir a financiar los medios que necesitamos para gestionar los impactos negativos del turismo. Si alcanzamos la virtud en ese complejo equilibrio, el turismo en Canarias podrá seguir siendo una gran fuente de riqueza, pero además, más equitativamente distribuida y contribuyendo a conservar y mejorar nuestro inmenso y rico patrimonio natural y cultural.

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