Enfoques

Los inicios del turismo, el principio de la degradación urbanística de Canarias

Los sures de las islas como Tenerife y Gran Canaria se entregaron a construcciones turísticas bajo un modelo de crecimiento

Adefesios arquitectónicos de Lanzarote y el ejemplo de La Geria

Soraya Déniz

Iván Alejandro Hernández

Iván Alejandro Hernández

A inicios de los años sesenta, el franquismo elimina los límites a la participación de capital extranjero en España y, en Gran Canaria, esa apertura se simboliza hoy con una escultura hecha por el artista Pepe Dámaso en una rotonda de San Agustín. La obra emula una estaca colocada por el conde de la Vega Grande, Alejandro del Castillo del Castillo, que marcaba el punto de partida de la primera urbanización turística sureña. El octavo conde de la familia que obtuvo el título nobiliario en 1777 por la Corona de Castilla, abrió el camino para la turistificación del sur cuando creó el Concurso Internacional de Maspalomas Costa Canaria, en 1962.

"Lo ganó un equipo francés con un diseño fabuloso, muy cuidadoso con el paisaje, teniendo presente la separación entre módulos edificados o su altura. Pero, ¿qué pasó? Que eso no era aceptable jurídicamente. Y entonces se hizo una transformación basada en la codicia, que es lo que hoy vemos en el sur. No es que sea la peor ciudad turística del mundo, pero evidentemente no es lo que los franceses dijeron ni lo que algunos soñaron", relata Faustino García Márquez, arquitecto en la especialidad de Urbanismo que durante más de una década fue jefe de servicio de Ordenación Territorial en el Gobierno de Canarias.

En líneas generales, los sures de las islas como Tenerife y Gran Canaria se entregaron a construcciones turísticas bajo un modelo de crecimiento. "Básicamente, fueron operaciones muy descuidadas desde el punto de vista de la forma urbana, de la manera de tratar un territorio, de cómo se eligen los sitios en función de la proximidad a una playa en lugar de por su mejor adaptación a un paisaje muy frágil. En cualquier caso, distorsionaron la imagen de un paisaje natural que existía en esos lugares y posteriormente los resultados no han sido tan elocuentes como deberían serlo", resume Mirallave.

Costa Adeje, en Tenerife.

Costa Adeje, en Tenerife. / Ana Jacob

Modelo especulativo

En la misma dinámica que la deriva que había tomado el territorio nacional desde los últimos años del franquismo, Canarias apuesta por un modelo de crecimiento turístico ilimitado y especulativo. "Si se elige ese tipo de crecimiento, tiene las consecuencias que tiene", apunta García, quien considera que las responsabilidades son compartidas entre toda la sociedad. Las consecuencias son visibles y en numerosas ocasiones han desembocado en los tribunales como casos de corrupción urbanística o de destrucción del paisaje, que han implicado tanto a funcionarios públicos como a empresarios del sector inmobiliario y de la construcción.

Canarias tiene uno de sus mayores exponentes en los dos hoteles construidos en los años setenta sobre las dunas de Corralejo (Fuerteventura), en una zona de dominio público antes que el espacio que ocupaban fuese así considerado. El conflicto generado por la concesión para seguir explotando turísticamente los complejos en un espacio en el que la ley impide ese uso ha perdurado hasta la actualidad y entre medias incluso se produjo el traspaso de la Isla de Lobos -que pertenecía a la entonces propietaria de los hoteles- al Estado a cambio de poder prolongar ese permiso por ocupar terreno público.

Imagen del Hotel Tres Islas, de la cadena Riu, en la costa de Corralejo.

Imagen del Hotel Tres Islas, de la cadena Riu, en la costa de Corralejo. / La Provincia

La excepción de César Manrique

Esa dinámica encuentra una excepción en la figura del artista César Manrique en Lanzarote entre las décadas de 1950 y 1970, de la mano de su amigo José Ramírez (alcalde de Arrecife desde 1955 hasta 1960 y presidente del Cabildo de Lanzarote entre 1960 y 1974). El pintor pasó de proyectar la singularidad del paisaje de la isla en sus lienzos a preservar y potencia su belleza en un proyecto arquitectónico armonioso que pudo desarrollar gracias al político.

"Se da una coyuntura de situaciones interesantísimas. Es decir, aparece, por un lado, el artista visionario que tiene en la cabeza estas ideas en principio utópicas y el gestor de lo público", recuerda Alfredo Díaz, portavoz de la Fundación César Manrique, quien remarca que no había ningún parangón, sobre todo, porque todas las obras eran públicas. "Es decir, una isla que estaba absolutamente denostada y que apuesta por un modelo de desarrollo fundamentado en el turismo, pero no de cualquier manera", añade Díaz.

Pero cuando ve la deriva especulativa que va tomando la isla y su visión va quedando en saco roto, Manrique evoluciona a una faceta más activista y protesta enérgicamente, sobre todo durante la década de 1980, contra "la pérdida de identidad", dice Díaz, y lo que denominaba "mafia especulativa". En este sentido, el portavoz de la Fundación ilustra que al artista le gustaba proyectar miradores para "enseñar a mirar" y a "sensibilizar con el patrimonio natural y la belleza del Archipiélago", siendo uno de sus máximos exponentes el Mirador del Río que da a La Graciosa.

Recorte de una entrevista a César Manrique.

Recorte de una entrevista a César Manrique. / LP / DLP

El movimiento ecologista

De forma paralela a ese consumo de territorio, van surgiendo movimientos ecologistas, con la Asociación Canaria de Amigos de la Naturaleza (Ascan), constituida en Gran Canaria en 1970 y la Asociación Tinerfeña de Amigos de la Naturaleza (Atan), formada en Tenerife en 1971, que conflicto a conflicto tratan de poner freno al crecimiento ilimitado.

Adefesios arquitectónicos de Gran Canaria

Soraya Déniz

Eugenio Reyes, portavoz de la Federación Ecologista Canaria Ben Magec, pone como ejemplo la demolición en 1989 del Hotel Dunas, que había surgido en los años sesenta y se ubicaba junto a la charca de Maspalomas, tras casi una década de lucha por liberar un espacio natural. "Eso fue una batalla larga. Esto venía de los pelotazos del franquismo, sin licencia, sin nada y en un espacio natural protegido. Primero se paró durante muchos años y luego se ganó en los tribunales la sentencia de derribo, pero tardó un montón de años en derribarse", rememora Reyes.

El músculo de los movimientos ecologistas cogieron fuerza y en la década de 1990 se aglutinó en la Federación Ecologista Canaria Ben Magec. Reyes también trae a colación la lucha por "Salvar Veneguera", uno de los mayores hitos de la movilización ciudadana en las islas que no solo impidió la urbanización turística del paraje natural ubicado en Mogán, sino que impulsó una mayor protección del territorio y hasta la primera de las moratorias que ha dado luz verde Canarias. También, Reyes cita la manifestación en contra de las torres de alta tensión en Vilaflor, que aglutinó el 22 de noviembre de 2002 a 100.000 personas, que también logró su objetivo.

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