Entrevista | Paula Calavera Muralista

Paula Calavera: «El arte urbano permite que la clase obrera se dedique a la creación»

«Estamos ante un patrimonio que hay que conservar, o que al menos dure lo máximo posible», afirma la muralista

Paula Calavera frente a un mural realizado por ella en la Poeteca de Canarias, en el lagunero 
Parque Estudiante Javier Fernández Quesada. | MARÍA PISACA

Paula Calavera frente a un mural realizado por ella en la Poeteca de Canarias, en el lagunero Parque Estudiante Javier Fernández Quesada. | MARÍA PISACA

Patricia Ginovés

Patricia Ginovés

Paula Calavera tiene 35 años y, aunque nació en Ceuta, se trasladó a Canarias con 4 años. El arte entró en su vida gracias a su madre, aunque fue su padre quien la animó a formarse en Bellas Artes. Hace más de una década que se dedica el muralismo, una actividad que le ha permitido recorrer España y el extranjero dando forma a obras de gran formato. Celebra el buen momento que vive el sector en Canarias y asegura que el reto está en crear redes de apoyo entre profesionales

¿Desde cuándo y por qué decidió comenzar a pintar murales?

Cuando yo era adolescente, los grafitis, que son los antecesores del mural, se consideraban un rito de iniciación para entrar a formar parte de los grupos, sobre todo en entre los hombres. Estamos hablando de las décadas de 1990 y los 2000, cuando el ocio aún estaba muy segregado entre hombres y mujeres. Yo entré en contacto con los murales cuando empecé a estudiar Bellas Artes. Es así como lo hemos hecho la mayoría de las mujeres de mi generación. Me crié en La Orotava, y allí muchos crecimos viendo cómo Sabotaje al Montaje hacía sus murales. Pero nunca me imaginé siendo alguien como él, en parte porque el sector ha cambiado mucho desde entonces y se ha convertido en una actividad económica profesional, mientras que cuando yo era adolescente era una práctica de ocio.

¿Y cuándo comenzó a considerar esta práctica una profesión?

Cuando terminé la carrera, en 2013, me presenté a un concurso para realizar el diseño artístico del Muelle de Los Cristianos, un proyecto que se restringió al ámbito universitario. Gané la convocatoria, aunque siempre he dicho que fue un proyecto que me venía muy grande, porque no tenía experiencia. Pero me sirvió para comprender que eso era lo que me gustaba y que había oportunidades de trabajo. Después también me encargué del diseño del ambulatorio de Ofra.

Haber iniciado su carrera como muralista con esos dos proyectos avalados por las instituciones, ¿ha marcado la forma en la que el público puede acceder o comprender su obra?

Siempre he creído que he tenido mucha suerte en ese sentido. Y eso también lo digo como mujer dentro del colectivo. Aún habiendo empezado a trabajar más tarde, al haber tenido esas dos primeras oportunidades, he logrado hacerme internacional antes. Para mí ha sido una carta de presentación.

¿Cómo vivió el salto del pequeño formato que desarrollaba durante sus clases en la Universidad a los grandes murales?

Durante la carrera ya había tenido la oportunidad de pintar lienzos grandes y también tuve una asignatura centrada en el mural. Pero es cierto que, hasta que no me enfrenté al proyecto de Los Cristianos, no entendí de verdad el uso de las herramientas, el manejo del material, la logística...

¿El mensaje que pueda enviar a través de una obra en pequeño formato varía mucho a la que pueda proponer en un mural?

Sí, sobre todo por el público al que va dirigida cada pieza. En la calle, el trabajo que realizamos es para la gente que pasa por delante, por lo que las ideas tienen que ser más democráticas, del gusto de la mayoría, para que lo entienda cuanto más gente, mejor. Por el contrario, cuando hago una obra pequeña, no me pongo ese filtro, no estoy pensando en nadie.

«Cada vez hay más trabajo porque es el arte público del momento y estamos en el imaginario»

¿Qué situación vive el arte urbano en Canarias actualmente?

En Tenerife, la presencia del Grado en Bellas Artes de la ULL ha hecho que la escena en la isla sea un poco más fuerte a nivel profesional. Compañeros de otras islas que vinieron a Tenerife a estudiar, como Sabotaje al Montaje, y se quedaron aquí, fueron abriendo camino. En Gran Canaria, hay escena, pero quizás más centrada en el grafiti. Por otro lado, en las islas más pequeñas no hay mucha actividad porque los jóvenes se trasladan a Tenerife o Gran Canaria, o a otras ciudades. Pero es cierto que en las Islas hay un colectivo importante si lo comparamos con otros territorios de la Península. A nivel profesional, podríamos equipararnos a lugares como Granada porque actualmente en Canarias contamos con una veintena de personas que se dedican de manera profesional al muralismo contemporáneo. Hay una escena interesante porque también se han celebrado festivales muy punteros, en islas como La Palma o Gran Canaria, que tuvieron renombre internacional. Estos fenómenos han hecho que la gente descubriera una salida profesional en este sentido en Canarias.

Paradójicamente, el arte urbano en Canarias vive un muy buen momento pero las Islas no cuentan en la actualidad con una red de festivales en este sentido.

Sí, es verdad, es curioso que no haya una continuidad. Las iniciativas más longevas son Sumérgete en Santa Cruz, de Fundación Moeve, y Seis de Doce, en Los Realejos. En 2018, los propios miembros del colectivo hablábamos de si esto sería una burbuja pero ha resultado que no, que cada vez hay más trabajo y más demanda porque considero que éste es el arte público del momento. Además, nos están incluyendo en el imaginario general porque ya aparecemos hasta en anuncios de perfumes.

Y para asumir todo ese éxito y crecimiento, ¿el sector se está uniendo y preparando?

Yo siempre digo que, en este trabajo, nosotros somos nuestra propia marca, con nuestro propio estilo. Aunque es un trabajo que muchas veces se hace con asistentes, aunque parezca que así las obras que hacemos tienen menos valor. La figura del genio creador lleno de talento está metida en la mente del público, pero como colectivo poco a poco nos vamos ayudando más los unos a los otros. No tenemos sindicatos pero poco a poco nos vamos relacionando para establecer unas mínimas condiciones laborales. Es algo que se ha notado desde el año 2015, y creo que es necesario para que continuemos creciendo.

¿Es precisamente ese el siguiente paso del arte urbano en Canarias, asociarse?

Sí, eso nos puede hacer crecer, abordar el tema de las buenas prácticas, garantizar la formación de las nuevas generaciones...

«La ULL ha ayudado a la defensa de las buenas prácticas y a desarrollar la actividad profesional»

El muralismo y sus antecesores, los grafitis, estuvieron durante mucho tiempo asociados con el vandalismo en las calles. En el caso de lugares como Tenerife, ¿cómo ha ayudado la presencia de las Facultad de Bellas Artes para cambiar esa concepción?

Creo que ha sido clave para que la sociedad no criminalice lo que hacemos, porque es verdad que durante mucho tiempo el grafiti ha estado asociado a la droga o a espacios en deterioro. Además, en el caso de Canarias, no son muchas las personas autodidactas que luego se han profesionalizado, mientras que la experiencia de la universidad ha sido indispensable para la mayoría. Y precisamente eso explica por qué se han desarrollado proyectos más grandes en Tenerife que en Gran Canaria. La presencia de la Universidad ha ayudado a la defensa de las buenas prácticas y a desarrollar la actividad profesional.

Precisamente usted no ha abandonado la parte académica y se encuentra investigando sobre la historia del mural en Canarias.

Sí, llevo cinco años porque es difícil compaginar la investigación con la actividad artística. Es un tema que no se ha estudiado mucho a nivel internacional, y prácticamente nada en el ámbito canario. Me interesa ahondar en lo que ha pasado en las Islas en los últimos 30 años para descubrir por qué tenemos este panorama actual.

¿Cuál fue el hito que marcó la diferencia para que en Canarias se esté desarrollando este sector como lo está haciendo ahora?

Creo que, al igual que en la fotografía, se ha producido una democratización del arte. El arte urbano representa la posibilidad de la clase obrera de dedicarse a la creación artística. Además, nos encontramos ante una práctica que está integrada en la sociedad, es popular y no forma parte de la alta cultura. En muchos casos nos encontramos con personas que empezaron haciendo grafitis, que luego pasaron por la universidad y que han logrado elevar sus proyectos y moverse a nivel burocrático.

¿Puede el muralismo convertirse en un reclamo turístico para Canarias?

Creo que sí. Hace poco estuve restaurando un mural en Lanzarote y, mientras lo hacía, muchos turistas nos sacaban fotos. Creo que estamos ante un nuevo patrimonio. Igual que hay muchas personas que, cuando viajan, visitan iglesias, habrá personas a las que les interese visitar murales.

Canarias, y sobre todo Tenerife, se está convirtiendo también en un lugar al que acuden grandes muralistas internacionales. Vienen a trabajar y finalmente se quedan a vivir.

Sí, además de por la presencia de importantes iniciativas, también es importante el lugar que ocupa Canarias en el imaginario global. Nos encontramos ante un entorno más libre también.

«La escasa presencia de la mujer se debe a la falta de referentes; no se imaginan haciendo esto»

¿Cómo valoraría la presencia de la mujer en el muralismo?

Nos encontramos ante un trabajo físico duro, pero en ese sentido yo creo que esto, más que del género, depende de la guerra que uno quiera dar. Creo que la escasa presencia de la mujer en el sector se debe, más bien, a la falta de referentes, que hacen que muchas mujeres no se imagen en este mundo. También es verdad que nos encontramos ante entornos muy masculinizados, donde hay falta de costumbre de tratar con mujeres, pero creo que las cuotas femeninas nos han venido bien. Al principio se podía considerar algo negativo pero ha sido una política efectiva. Además, si se hacen murales de temática femenina, lo ideal es que lo pinte una mujer, y esa también ha sido una vía para nosotras. Nuestros compañeros hombres también han trabajado en ese sentido, dando primeras oportunidades.

Al contrario que los grafitis, que eran más efímeros, los murales se realizan con una idea de mayor permanencia.

Nos encontramos ante un patrimonio que hay que conservar, o que al menos dure lo máximo posible. El problema es que estos proyectos muchas veces no incluyen la reparación de las pinturas. Hay que ser conscientes de que hay que tratar las paredes antes de intervenirlas y eso debe ir incluido en el presupuesto. También es cierto que nos encontramos ante lenguajes, recursos y formas de expresión que no son fáciles de conservar. Así que es prácticamente imposible que una obra mural sea eterna. No solo caduca la obra a nivel material, sino que lo hace el mensaje. Creo que, tras 20 años, la imagen creada puede ya no estar acorde con la estética y la ética de un momento determinado. Lo importante es que, una vez que se conquista un espacio para el arte, se siga pintando, que no vuelve a ser una pared vacía.

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