La sobriedad como elección

La sobriedad como elección / LP/DLP
Victor Camacho
Es bien sabido que el consumo del alcohol está ampliamente implantado en nuestra cultura de raíces cristianas, donde el milagro trataba de convertir el agua en vino. De uno u otro modo, el consumo de esta sustancia siempre ha estado presente en nuestro día a día, asociado normalmente a festividades y celebraciones, aunque no es menos cierto que se ve ampliamente demandado en otros contextos menos puntuales y por tanto más frecuentes como aperitivos, almuerzos o reuniones de amigos. Si lo analizamos bien, lo podemos encontrar en un sinfín de situaciones de ocio cotidianas, seguramente en muchas mas de las que a priori imaginamos.
No es mi intención aburrir al lector con los perjuicios ocasionados por el consumo, y sobre todo, abuso del alcohol. Todos lo sabemos, recordamos fielmente las numerosas campañas públicas de Sanidad, Tráfico, Guardia Civil… y, quien más quien menos, ha podido comprobarlos de primera mano.
Resulta cuanto menos curioso, y a todas luces criticable, el fenómeno de presión social que se manifiesta en torno al no bebedor por parte de los que si lo hacen: ¿Acaso el abstemio, o el que simplemente no le apetece beber, no tiene el mismo derecho a no hacerlo que aquellos que si? Invita a reflexionar un poco. Supuestamente nos encontramos en una sociedad de valores liberales, o por lo menos se intuye que vamos en esa dirección. En tal caso, ¿por qué se da? ¿En qué es peor objetivamente el no bebedor con respecto al resto? Se esgrimen argumentos como «aburrido» o «viejuno» para aquellos que deciden disfrutar de su ocio de forma más sana, cuando es mas que evidente que no hay una relación directa entre esos apelativos y la conducta, muchas veces inteligente, de no beber. Toca reconocer también que la cultura, y en gran parte el cine, han romantizado este comportamiento de forma absolutamente irresponsable pues, grosso modo, se omite toda o gran parte de la oscura historia que viene asociada al uso y el abuso de esta sustancia.
El respeto al libre albedrío del individuo es un concepto complejo según se mire. Se supone que todos respetamos al prójimo y no invadimos el espacio ni la libertad que le corresponden pero, ¿en verdad es así? Parece evidente que no, o por lo menos no siempre. En el caso que nos ocupa, parece sensato abogar porque el individuo esté informado, al corriente de los riesgos asociados al uso y al abuso de estupefacientes, para luego tomar sus propias decisiones y, eso sí, afrontar las consecuencias de sus actos en el caso de que las cosas no vayan según lo esperado.
Esto cobra especial relevancia en el consumo de sustancias, pues si bien muchas personas no desarrollan problemática severa o grave, hay otras que si. La sociedad, o población, se distribuye según la distribución normal, evidenciada por la curva o campana de Gauss. Habría que imaginar un continuo donde la mayoría de individuos o personas se sitúan alrededor de la «media» que sería lo que entendemos como normalidad, como lo mas común o frecuente. Alrededor de esta media se situarían casos menos frecuentes, siéndolo cada vez menos desde y hasta el infinito. Esto significa que, con respecto al riesgo de desarrollar problemas por consumo o abuso de alcohol, pese a que a la mayoría de la población no le ocurra, no podemos estar seguros de que a un individuo no le vaya a pasar. Sin embargo, si que podemos saber que a mas cantidad se consuma y más veces se haga, las probabilidades aumentan exponencialmente. Debemos entender que los números están ahí, y con ellos vienen los riesgos.
De todas formas, ¿significa esto que estamos todos abocados a consumir alcohol de alguna u otra manera? Por todo lo analizado, podemos decir que la exposición a contextos o situaciones donde su uso esté normalizado y promovido está mas que asegurada, pero sería ciertamente presuntuoso y reduccionista dar por hecho que es la única vía para socializar y disfrutar del ocio y el tiempo libre. La capacidad de decisión individual es crucial en esta materia, pues no debemos de olvidar que solo nosotros somos los dueños y responsables de nuestros actos. Somos seres de costumbres, hábitos y rutinas, y muchas veces por estos procesos acabamos relajándonos y cediendo ante las presiones sociales y culturales. Sin embargo, no deberíamos olvidar que existe todo un abanico de posibilidades en cuanto al uso, disfrute y aprovechamiento de nuestro tiempo libre. Depende de nosotros elegir y no infravalorarnos.
Aquellos que trabajamos con personas sabemos que «hay gente para todo», y en este ámbito no es una excepción. Bien es cierto que, aunque parezca que la tendencia mayoritaria contempla el uso y abuso del alcohol como forma de ocio frecuente, no tiene por qué ser necesariamente así. Las personas se mueven por corrientes de opinión, y muchas veces hay partidarios y detractores de ellas. O ¿acaso pensamos que no hay gente, joven y adulta, que ven el alcohol como perjudicial? ¿No hay nadie cansado de la presión social en cuanto al consumo? ¿Y qué pasa con aquellos antiguos consumidores que han tenido problemas de diversa índole relacionados con la bebida, aunque no hayan desarrollado propiamente adicción grave? ¿Son pocos? ¿No existen? Es muy posible que estemos equivocados, pero aún no nos hayamos dado cuenta.
Merece la pena traer a colación iniciativas interesantes a este respecto que pueden ayudar a ilustrar esta corriente, tan entendibles como revolucionarias. Se han dado principalmente en el mundo anglosajón, con Estados Unidos a la cabeza. Históricamente, ya desde el siglo XIX se construyó el movimiento por la templanza, motivado por la correlación entre abuso de alcohol y violencia doméstica. Llegó a tener unas 8.000 agrupaciones locales, y alcanzó su culmen con el establecimiento de la famosa ley seca, donde beber estaba penado por ley. Otro movimiento en la misma dirección, ya de más actualidad, es el conocido como sober curious o interesados por la sobriedad, que postula que el hecho de no beber también puede ser popular, y pretende generar tendencia a través de una oferta de bebidas creativas que no lleven alcohol en su elaboración. Éste último trend, aunque no lo parezca, no nace exclusivamente desde una perspectiva moralista sino mas bien de marketing, ya que las compañías han detectado un notable descenso de consumo de bebidas alcohólicas entre los jóvenes y, como en todo, «al cliente lo que pida».
No reduzcamos el ocio a una sola actividad, no infravaloremos nuestras capacidades como individuos. Infórmate, analiza y actúa en consecuencia. Experimenta y equivócate, a tu ritmo, pero aprende.
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