Víctor Camacho: «Hay que minar al máximo la valoración positiva del alcohol»
Licenciado en Psicología por la Universidad de La Laguna, cuenta con una trayectoria de más de 40 años en drogodependencias en Canarias. Ha trabajado en el ámbito público y privado, ha coordinado planes municipales sobre adicciones, fundado asociaciones y participado en congresos y jornadas de formación.

Víctor Camacho / LP/DLP
Últimamente se habla de un descenso del consumo de alcohol entre la juventud. ¿Percibe que la denominada Generación Z bebe menos alcohol?
Es cierto. Hay entidades que están potenciando y desarrollando la idea del anticonsumo de bebidas alcohólicas. Pero creo que está en una fase inicial y no tiene un alcance importante.
¿Cuáles son los riesgos asociados al consumo de alcohol en edades tempranas?
Sobre todo, la búsqueda de la satisfacción inmediata frente al esfuerzo gratificante. Entre los 14 y 16 años, cuando se comienza a beber, se genera una búsqueda placentera basada en elementos externos como el alcohol y otras drogas. El esfuerzo es algo que se ha borrado. Y luego aparecen los problemas en el mundo laboral. Luego, el deterioro. El alcohol, aparte de ser un depresor, que es algo que no ayuda mucho en la vida, deteriora el cuerpo, además del desarrollo personal y mental. También aparece una delincuencia asociada al consumo de alcohol. El alcohol te da una serie de libertades que te pueden llevar a cometer actos delictivos. Eso, en jóvenes. Si hablamos de padres, se dan también los destrozos familiares.
¿Por qué se bebe?
Por la satisfacción inmediata. El alcohol produce la desinhibición del córtex cerebral, pero luego genera un estado depresivo. Por ejemplo, en una fiesta, cuando todo el mundo está riéndose, pero luego terminan llorando. Tiene esa combinación. Pero el inicio en el consumo suele ser por satisfacción, por ocio, por divertimento, por romper la timidez. Esa es la norma principal del inicio del consumo. Con el tiempo, suele ser por problemas que llevan a refugiarse en el alcohol. Pero también suele ser estacional. En carnavales, por ejemplo, está aceptado emborracharse. Pero a nadie le interesa preguntarse: ¿por qué bebemos? Nadie quiere reconocer que tiene un trastorno o falta de herramientas para moverse en el día a día.
¿Observa diferencias en la forma de consumir alcohol entre generaciones anteriores y la actual?
El alcohol, ya desde la época romana, se utilizaba en situaciones festivas. Se bebía vino, principalmente. En España, el consumo siempre había sido de vino y, posteriormente, de cerveza. Hablamos de un nivel de graduación bajo, en contextos sociales. Las bebidas de alta graduación, como el whisky, no existían hasta las décadas de 1970 y 1980. En Canarias, el whisky llegó a ser la bebida alcohólica por excelencia durante la década de 1970. En las últimas décadas, desde el auge del botellón, se llega al absurdo de cogerse la borrachera antes de mover el pie. Son cantidades altas de alcohol en poco tiempo.
El consumo actual, ¿es preocupante?
Estamos llegando a unos niveles en los que el tema de las adicciones en general se está desbordando. En España se habla de entre 5 y 7 millones de alcohólicos y unas 450.000 personas con patologías derivadas del alcohol. Pero nadie está haciendo nada. He trabajado temas de drogas en el servicio público y en la parte privada y lo planteo desde una perspectiva más amplia. El tema del alcohol lo llevan asociaciones y entidades privadas financiadas por el Gobierno. Hay una unidad de desintoxicación en el hospital, con cinco camas. Para entrar, hay lista de espera. Un absoluto despropósito. Y en el ámbito privado, los psicólogos están trabajando este tema a toda pastilla, porque hay mucha demanda. El tema de las drogas hay que enfocarlo como un problema de salud pública y, específicamente, de salud mental.
¿Por qué?
Es clave. No lo estamos enfocando desde la salud mental, entre otras cosas, porque no existe ninguna red de salud mental en Canarias. Tradicionalmente, se aborda con un psiquiatra que receta una pastilla. Pero el alcoholismo, como la drogodependencia, es un problema de salud mental. Por ejemplo, la gente piensa que la ansiedad es una enfermedad, pero es un síntoma. Yo la defino como una respuesta defensiva que da el organismo ante una situación de emergencia, sea percibida como real o imaginaria. El problema no es la ansiedad, sino lo que la genera, como las preocupaciones, los problemas no resueltos, etc. Por lo tanto, la única manera de abordar seriamente la ansiedad es trabajando lo que se llama, desde 1909, higiene mental.
¿Qué es la higiene mental?
Es la necesidad que tenemos todos de incorporar estrategias de autoaplicación para resolver nuestros problemas cotidianos. El pensamiento es una máquina que hay que saber manejar, si no, te lo dirigen los demás; cómo fomentar la autoestima, la independencia, el criterio propio… ¿Quién enseña higiene mental? No hay pastillas para aprender a pensar. Nos encontramos con que los centros escolares solo están para formar y que los que deben educar son los padres; con lo cual, uno de los espacios más importantes no da esa cobertura. Quizá se debería crear una asignatura de salud y hablar de los cuidados físicos y mentales.
¿Cuándo se puede considerar una adicción el consumo de alcohol?
Cuando se rebasa el autocontrol y beber se convierte en una necesidad, empezamos a tener problemas de consumo excesivo de alcohol. Hay muchos tipos de alcoholismo. Principalmente, el alcoholismo de fin de semana; el dipsómano, que consiste en pasar periodos de tiempo sin beber, como uno o dos meses, pero luego la ingesta se incrementa al volver a consumir. También está el bebedor social. Hay muchas variables e incluso casos de alcoholismo solo de cerveza. En el momento en el que se usa el alcohol como un complemento de vida diaria, social, familiar o personal, hay riesgo. También hay personas que experimentan, lo conocen y luego lo dejan porque entienden que eso no les lleva a ningún lado. Los que se quedan enganchados suelen ser personas con una problemática encubierta de higiene mental. El problema es que no hay higiene mental. Las personas no se dan cuenta porque no tienen parámetros ni estrategias para ser conscientes de que están entrando en un problema.
¿Qué tipo de terapia es más efectiva ante estas conductas?
La terapia combinada. Cuando hay un problema grave de alcoholismo, hace falta medicación. En algunos casos, desintoxicación. Y, por supuesto, psicoterapia, que es fundamental. Ya hay una conciencia de que no todos los problemas se solucionan con farmacología, que hay problemas psicológicos tan graves o más que los psiquiátricos.
¿Las campañas de prevención contra el alcohol son efectivas?
Deberían ser más duras. Estamos siendo muy laxos, porque sigue habiendo muchas muertes en accidentes de tráfico relacionados con el consumo de drogas. Ha habido anuncios muy buenos y seguro que han hecho su efecto, pero esto debe ser mucho más contundente.
¿Qué opina del anteproyecto de ley de prevención del consumo de bebidas alcohólicas en la infancia y la adolescencia?
Hay un factor que comentó la ministra de Sanidad: incorporar a las familias al programa para que intervengan más en este tipo de actos preventivos. Sería muy interesante, pero la pregunta es, ¿cómo? ¿Cómo se llevarán a cabo las medidas educativas? Quitar, por ejemplo, la recomendación de un consumo responsable en los anuncios de bebidas alcohólicas me parece muy bien. Se debería eliminar toda la publicidad de bebidas alcohólicas.
¿De manera similar al tabaco?
El tabaco es otra incongruencia. La gente tiene derecho a fumar, si quiere. Pero es necesario educar para que no sea visto como un derecho, sino como algo perjudicial. Curiosamente, la cantidad de ingresos hospitalarios por alcohol y tabaco es impresionante. ¿Lo permitimos o no? Pagamos impuestos, pero, por otro lado, perdemos más en Sanidad. Son dilemas en los que hay que tomar posicionamientos más efectivos.
¿Qué estrategias considera más adecuadas para mejorar en la prevención?
Todo lo que sea restringir el consumo es fundamental. Luego hay otras circunstancias, como que los botellones, a pesar de estar prohibidos, se siguen haciendo. Hacer cumplir la ley sería una de las medidas más importantes. También, minar al máximo la valoración positiva del consumo de alcohol y de tabaco. Y seguir haciendo publicidad diaria y cotidiana que sea efectiva. Pero, sobre todo, trabajar medidas de prevención como es la higiene mental, que no solamente es para las drogas, sino para tener herramientas con las que afrontar toda una serie de problemas diarios.
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