Arquitectura

Fernando Menis: «Lo mejor que me pueden decir de una obra mía es que es atemporal»

«Creo que mi profesión vino de mis padres: mi padre era muy manual y mi madre muy imaginativa», afirma el arquitecto

Fernando Menis sostiene la pieza de una maqueta en su estudio de Santa Cruz.

Fernando Menis sostiene la pieza de una maqueta en su estudio de Santa Cruz. / María Pisaca

Santa Cruz de Tenerife

Razón y emoción, juntas, son la materia de la que se nutre la arquitectura. Al menos eso es lo que piensa el tinerfeño Fernando Menis, uno de los más laureados del país. Metido de lleno en la reforma del santacrucero Parque Viera y Clavijo, que albergará un Caixa Forum, habla en esta entrevista de la sede de Presidencia del Gobierno en Santa Cruz, que diseñó hace exactamente 25 años junto a sus compañeros Artengo y Rodríguez-Pastrana.

¿Cuándo y por qué decidió dedicar su vida a la arquitectura?

Fue a los 15 años, más o menos. Al principio quería estudiar Medicina. Me gustaba y sigo pensando que es una carrera preciosa. Creo que vino de mis padres: por un lado mi padre era muy manual y, por el otro, mi madre era muy imaginativa. Creo que esa combinación me definió. Mi padre era un hombre pragmático pero con muy buen gusto. De hecho, hacía muebles en sus ratos libres. De pequeño recuerdo fabricar ladrillos, con menos de diez años. Tuvo que ser, evidentemente, tutorizado por mi padre. Vivíamos en la calle Pozo Cabildo, en La Laguna, y recuerdo un horno. Hacíamos los moldes con arcilla de la Mesa Mota y eso me servía para construir casitas y castillos. Bueno, realmente era un Lego de aquella época. 

El proyecto del edificio de Presidencia del Gobierno, que celebra su 25 aniversario, surgió en la segunda etapa de Jerónimo Saavedra como presidente del Gobierno de Canarias. Era un concurso público con unas bases muy bien redactadas. ¿Ya trabajaba de forma estable con sus compañeros en aquel entonces Felipe Artengo Rufino y José María Rodríguez-Pastrana?

Sí, trabajábamos juntos desde antes. Un aspecto importante del proyecto, para mí, es que podía hacerlo y no había incompatibilidad. Mi hermano Adán era entonces presidente del Cabildo y además con un partido diferente. Además, era una época en que los partidos encontraban un punto en común para trabajar. Apareció entonces este concurso maravilloso. En aquel tiempo, yo llevaba mi parte del estudio en Barcelona. No solo se trataba construir la Presidencia, sino que abarcaba la plaza entera. En el concurso, la calle Bravo Murillo continuaba hasta la Tres de mayo y se cargaba toda la masa de laureles. Creo que una de las razones por las que nos lo dieron fue porque cambiamos eso e incluimos una sola plaza que une el Cuartel de San Carlos con la Presidencia. Se quedó como una isla gigante con esos árboles, que son espléndidos. Todos en el equipo estábamos muy impresionados con el tema de la geología de las Islas y por eso los adoquines emulan el movimiento de un magma que corre. También se incluyó la rehabilitación de la cercana iglesia de San Telmo, donde tuvimos la suerte de que apareciera el pavimento original de la plaza, que es el lugar donde estuvo situado el primer Ayuntamiento.

«En la zona donde ahora se levanta Presidencia había hasta alacranes en aquella época»

Debemos situarnos en el contexto de la época, el concurso se lanzó en 1985. Canarias acababa de estrenar su Autonomía y trazaba los primeros años de su andadura democrática. La Santa Cruz de la época, especialmente esa zona, era una ciudad muy distinta a la que conocemos ahora. ¿No es cierto?

En esa zona había hasta alacranes. Había un pozo de agua que todavía existe, donde estuvo la primera fábrica de hielo. Estaba al lado, pegadito, en lo que ahora es rotonda. Cuando yo llegué ya no estaba la fábrica de hielo, pero sí que estaba el pozo. Allí justo hay una placa que pone ‘Chinlu’, que es el lema con el que nos presentamos al concurso (risas). Fue una idea del delineante que teníamos en aquel momento porque se nos fue la luz a las siete de la mañana del día de la entrega. Y lo ganamos. Era un proyecto diferente al actual, pero con muchos puntos en común.

¿En qué sentido?

Jerónimo Saavedra quería un edificio muy representativo, muy protocolario. Con ese espíritu tan cultural que él siempre mantuvo. Y así lo hicimos y funcionó. Tenía dos pisos de 330 metros cuadrados, estancias para policías arriba y un sitio con un piano de cola. Era un palacio y de hecho sigue siéndolo. Pero fue tamizado luego por Manuel Hermoso, que le dio un carácter más de ingeniero que le ha venido muy bien: aspectos pragmáticos y muy racionales. De alguna forma se libró al edificio de ese peso tan tremendamente cultural y empezó a coger más el sentido de lo que es, que es una máquina administrativa. Se redujeron las habitaciones. Recuerdo que estuve en el despacho de Jordi Pujol en la Plaza de San Jaime para ver cómo funcionaban ellos, por ejemplo.

Era un edificio atrevido para la época, colosal.

Pues no sé, la gente lo que dice de los edificios que hago es que son atemporales. Y es algo que me gusta, la verdad. Presidencia es atemporal, igual que mi casa. Cuando la gente viene a verme no se pueden imaginar que la casa tenga 25 años, podría ser perfectamente de hace 40 y podría también construirse el año que viene. Las condiciones humanas no cambian. El hombre necesita siempre más o menos lo mismo. Realmente, las obras bien construidas y que están bien preparadas pues pueden sufrir bien el paso del tiempo. A mí lo que me interesa es que las obras que hagamos sean así. Es lo mejor que me pueden decir.

¿Y este está bien conservado?

Hombre, chapó. Todos los presidentes, sean del partido que sean, han respetado el trabajo que se hizo. Además, es un espacio cómodo para trabajar. Te pongo el ejemplo del Magma, todos los equipos que pasan por allí siempre destacan lo cómodo que es y eso, desde mi punto de vista como arquitecto, es de lo mejor que se puede decir de una obra mía. Te podrá gustar o no, pero es un espacio especial. Y no lo parece porque cuando entras, el Magma se asemeja más a un edificio plástico, de un artista. Pero creo que eso es producto de la combinación que te hablaba antes, de los rasgos de mi padre y de mi madre.

Piedra, madera y hormigón armado son los tres materiales sobre los que se asienta este proyecto, ¿verdad?

El carpintero, Teodoro, es una maravilla. Ya no trabaja y es una pena. El último trabajo que me hizo fue el de los bancos de la iglesia de Las Chumberas, algo espectacular. Y luego, claro, los pintores: Juan Gopar, Fernando Álamo, etcétera. Recuerdo que Fernando se lo tomó muy a pecho. Cuando él estaba allí pintando en el suelo, yo estaba muy metido en la problemática de la cubierta del Magma. Son dos edificios coetáneos. Y el del Magma era una construcción tremendamente innovadora. Por primera vez había algún programa informático que te podía ayudar a resolver formas tan complejas.

Fernando Menis en su despacho.

Fernando Menis en su despacho. / María Pisaca

Cuéntenos la historia del Patio Hamilton, una de las joyas de Presidencia. Fue recuperado de unos almacenes del Cabildo y procedían de una casona santacrucera que fue derruida en 1973.

Había un delineante muy famoso en el Cabildo que tenía bien guardados los planos de cuando se demolió la casa. Con esos planos, que eran muy exactos, hicimos el proyecto como si tuviéramos físicamente el balcón. Pero en el momento del proyecto ni teníamos el balcón ni sabíamos dónde estaba para poder comprobar sus medidas. Cuando llegó el inicio de la obra, había un funcionario que estaba en el antiguo Hospital Civil –que es donde ahora mismo está el MUNA– que lo tenía perfectamente localizado. Es un fallo mío no recordar su nombre. Nos enteramos y fuimos allí a mirar. El Cabildo hizo la cesión al Gobierno de ese patio. Pasó entonces a una nave en las afueras de Santa Cruz, donde se montó y pudimos comprobar que todas las medidas de esos planos estaban perfectas. Es curioso porque mi padre trabajó muchos años en la Casa Hamilton, hay ahí una conexión especial. Y luego va y resulta que, con los años, mi hermano Adán se convierte en presidente y la gente empieza a decir que me encargó el edificio por ser hermanos. De hecho, por eso la Presidencia no se inauguró nunca, porque ya era vicepresidente en ese momento.

Presidencia cambió esa zona de la capital, ¿no es cierto?

Hubo algo muy bueno ahí que fue cuando Adán, aún en el Ayuntamiento, hizo el plan del 92 donde se hablaba de una Santa Cruz para vivir. Fíjate, hace 20 años nunca hubiera hablado así de esto pero es que es lo que pasó. Nosotros dividíamos nuestra vida con un cuchillo y sufríamos bastante con eso. De hecho, cuando él fue nombrado Presidente, yo cerré mi estudio aquí y me fui a vivir a la Península, a Valencia. Dejé de tener obras aquí en Canarias y empecé a llevar proyectos en el extranjero. Luego llegó la crisis española y yo estaba haciendo una obra en Polonia y por eso no me afectó. Lo que pareció que era una desgracia se transformó en una suerte. A raíz de ahí empecé a ser internacional.

¿Y la seguridad fue un punto importante a la hora de concebirlo? En eso también fue pionero, como en el asunto de la sostenibilidad, tan importante hoy en día.

La sostenibilidad es esencial y Presidencia está hecha con elementos locales. Siempre trabajo así. Si tenemos una plaza en Suiza, por ejemplo, usamos madera. Suiza es uno de los mayores productores de madera de Europa. Si estamos en Polonia y hacemos una ópera, usamos hormigón y ladrillo. Allí no hay basaltos, es una llanura llena de barro.

¿Si la llegada de su hermano Adán Martín a la Presidencia forzó el inicio de su etapa internacional, la construcción de Presidencia marcó un punto de inflexión en su carrera?

Creo que el de Presidencia es un gran edificio constructivo. Es seguramente el edificio más caro que he construido en mi vida. Es muy duradero y muy local y la ventaja de eso es que la inversión se le queda en los alrededores.

Ahora mismo afronta otro hito en su ciudad, que es el proyecto de reapertura del Viera y Clavijo.

Pues sí, ahora estamos metidos en el Viera –que nos tiene ahí día y noche pensando– con un museo en Corea y trabajando en los Esenciales: esos dos edificios que estarán en Tenerife y Gran Canaria respectivamente y que reunirán todos los servicios de emergencia. Son dos edificios de seguridad ciudadana.

Hablábamos antes de seguridad y en este caso no puede ser más importante este tema...

 Yo creo que lo que pasó en Valencia es que habían dejado de lado la inversión en este sentido y que habían reducido el personal de seguridad. Eso pasa en Canarias y aunque el presidente no se mueva, la respuesta funciona. Esos dos edificios nos van a posicionar internacionalmente. He preguntado en sitios como Corea y en todos los países por donde voy si tienen algo parecido a eso. La respuesta siempre es no. Esos edificios que van a reunir a todos esos servicios van a ser auténticas rocas. Cuando todo se caiga abajo, ellos seguirán en pie. Yo los comparo con una central nuclear pero con la ventaja de que no llevan consigo ninguna amenaza. Estarán preparados, por ejemplo, para un terremoto de nivel ocho.

¿Hacia dónde mira ahora la arquitectura? ¿Qué es lo que marca la pauta?

La sostenibilidad, sin duda. Fíjate, en 1984 hicimos el drago de Icod. ¿Quién estaba pensando en año 84 en restaurar un territorio a como fue hace 500 años? Nadie.

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