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El ladrillo busca 'outfit', talla y complementos para vestir su futuro

Los arquitectos del Archipiélago consideran un error que en el debate de la actual crisis habitacional su experiencia no se tenga en cuenta

Una promoción de dos edificios de viviendas aún en construcción en las Islas.

Una promoción de dos edificios de viviendas aún en construcción en las Islas. / Arturo Jiménez

Miguel Ayala

Miguel Ayala

Las Palmas de Gran Canaria

Canarias tiene en la vivienda uno de sus principales problemas, pero a eso se le suma que también carece de un modelo para abordar en un futuro inminente cómo queremos —o podemos— vivir en las Islas Canarias. Nuestra región, por lo tanto, en vez de un problema tiene dos. Y uno además no se puede solucionar sin tener en cuenta al otro, un asunto en el cual los arquitectos canarios se sienten ya no solo un tanto excluidos sino que consideran que solucionar esta crisis habitacional pasa por abrir un debate serio y profundo sobre las necesidades que la edificación debe cubrir.

Explicaba esta semana un arquitecto canario que en materia de urbanismo, al menos desde el plano arquitectónico, todo está inventado desde hace más de un siglo. Es más, se atrevía a comentar que posiblemente desde mediados de los años 50 del siglo XX poco o nada se ha avanzado en desarrollar dentro de dicho ámbito soluciones novedosas, sino que más bien muchos profesionales se han dedicado a buscar variaciones, quizá más atractivas visualmente, a aquellos proyectos pioneros.

En la actualidad, los modelos de construcciones habitacionales se dividen en viviendas unifamiliares y viviendas colectivas. Las primeras, que tomaban como referente la idea de casa o ciudad jardín —“los chaletazos de toda la vida”, comentaba el arquitecto— no es nueva, mientras que la vivienda colectiva alcanzó su desarrollo con la creación de bloques y torres. Opciones más económicas para clases medias y bajas, a las que generaciones de arquitectos han intentado darles personalidad arquitectónica.

Ahí radica parte de la importancia de abrir el debate de la vivienda digna, pues se trata de un derecho que no debería distinguir ni de clases sociales ni de situación económica. Sin embargo, este se ha convertido en un negocio inmobiliario, no solo para promotores sino también para ayuntamientos, cabildos y gobiernos, tanto regional como nacional.

«El mercado de la vivienda es un despropósito; una aberración social, un error político y una equivocación administrativa», dice un arquitecto

El caso del Archipiélago Canario es similar al de Baleares, con limitación de espacio. No obstante, eso no impide la construcción de hoteles, lo que convierte al sector turístico en parte del problema. La proliferación de grandes hoteles en zonas privilegiadas contrasta con la falta de soluciones habitacionales para la población residente.

«La vivienda es ante todo espacio habitado...», recuerda el arquitecto tinerfeño Juan Manuel Palerm Salazar, catedrático de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. «Hablamos de un espacio concebido para desarrollar y soñar nuestra intimidad...», añade Palerm.

Los profesionales del urbanismo echan en falta un «interés» real de las administraciones públicas para solucionar el problema habitacional en Canarias. En barrios como Arenales, en Las Palmas de Gran Canaria, se ve claramente cómo el fenómeno de la gentrificación expulsa a sus habitantes tradicionales.

«El mercado de la vivienda es un despropósito y una aberración social...», indica un arquitecto que prefiere el anonimato. Dar un tratamiento mercantilista a la vivienda implica prescindir de las cualidades arquitectónicas del espacio habitado, reduciéndolo a mera moneda de cambio.

En las Islas se ha asumido como normal que sí haya espacio para nuevos hoteles pero no para construir viviendas para sus habitantes

Ese mercantilismo inmobiliario, junto al auge turístico y la gentrificación, están por encima de la necesidad social. Además, el nuevo modelo constructivo debe incluir la sostenibilidad, otro factor convertido también en negocio, pero esencial para el futuro del Archipiélago.

El crecimiento en vertical —una solución práctica— provoca rechazo entre políticos y empresarios. Sin embargo, la identidad urbana de Canarias ya ha cambiado. El barrio de Arenales es ejemplo de cómo el dinero ha borrado no solo su imagen tradicional, sino también a sus vecinos históricos.

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