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Carmelo Santana Peña Empresario

«La exportación de tomates generó incontables ingresos»

El empresario Carmelo Santana Peña. José Carlos Guerra

El empresario Carmelo Santana Peña llegó con 17 años a Londres para hacerse cargo de la compañía exportadora de su familia y durante décadas, junto a un grupo de empresarios canarios, abasteció de productos isleños a los mercados y comercios de Reino Unido y otros países europeos.

¿Cómo alcanza Canarias el nivel de exportaciones que logra en la década de los 50?

Para responder a esta pregunta, y entender el contexto, no hay más que pensar en una de nuestras principales excelencias: el clima. Debido al frío, en Reino Unido se usaba mucho el tomate para hacer sopa de tomate, un plato muy típico que incluso se servía en restaurantes de primera. El tomate mantiene el calor, igual que la cebolla. Se daba la circunstancia de que el tomate canario tenía una fama extraordinaria. Sin olvidar el hecho de que, frente a la competencia de mercados como el holandés, teníamos un producto de enorme calidad y mejor presentación. Nuestras frutas no llegaban sin papel ni sueltas en los cestos, con lo que se evitaba el deterioro. De manera que la calidad de nuestros productos se imponían a la ventaja de la cercanía del mercado holandés, que solo tenía que cruzar el Canal de la Mancha. Bueno, la calidad, y que a la hora de negociar dábamos más facilidades a las firmas inglesas y a los grandes supermercados. Nos daba igual que nos pagaran a los 15 o 20 días, porque lo que queríamos era vender nuestra mercancía. En parte porque al ser de tan buena calidad sabíamos que su demanda no solo se mantendría sino que podría llegar a aumentar.

¿Cómo surge el cultivo de exportación del tomate en Canarias?

En el último cuarto del siglo XIX, los ingleses, que ya tenían relación con Canarias por otros cultivos, eligieron las Islas para plantar tomates, porque los necesitaban para su dieta. Pero luego fuimos los propios empresarios canarios los que recogimos el testigo y nos encargamos de tener nuestra propia producción, de exportarla, e incluso de asentarnos tanto en Londres como Róterdam, en donde teníamos nuestras propias oficinas. En Gran Canaria, por ejemplo, los cultivos pasaron de las medianías a las costas ya en las primeras décadas del siglo XX donde empezaron a cultivarse grandes extensiones de terrenos con invernaderos que aún hoy se pueden ver en la autopista del sur. Esta actividad generó incontables ingresos para las Islas, ya que un gran porcentaje de la ciudadanía estaba vinculada a estos cultivos de una manera u otra, como sucede ahora con el turismo.

¿Qué productos se enviaban fuera, en especial al Reino Unido?

Sin ninguna duda el producto esencial y principal era el tomate. Toda Europa, no solo Reino Unido, quería y demandaba el tomate canario. Hubo una época en la que solamente se podía cultivar en Canarias por el clima. Holanda, Francia y Alemania no podían cultivarlo porque tenían que poner calefacción en los invernaderos y eso era muy costoso. Además del tomate, podemos hablar del pepino, con Holanda como gran competidora de Canarias. Aún así conseguimos aumentar las cantidades de exportación del pepino a volúmenes muy importantes. En realidad, se puede afirmar que Reino Unido ha impulsado el modelo económico de Canarias en los últimos siglos porque primero con la vid, y luego con el tomate y el plátano han reportado riquezas al Archipiélago. Incluso ahora, una gran parte de los turistas que viene a Canarias son ingleses. Y todavía aún hoy casi toda la exportación de tomate canario va para Gran Bretaña y Holanda. Porque tanto el plátano como el pepino tienen más como destino la Península Ibérica.

¿Sabría cuál era el volumen de exportaciones?

Le confieso que eso es difícil de calcular, pero le doy un ejemplo. A Londres llegaban 3 barcos semanales, durante 8 meses del año (de octubre a septiembre) que podían cargar entre 90.000 y 100.000 cestos de tomates. Tenga en cuenta que cada cesto pesaba 6 kilos. A mí, por ejemplo, en cada barco me llegaban 3.000 cestos. Y eso solo a mí y en una semana. Los barcos recogían la fruta en Gran Canaria y Tenerife y de ahí directos a Londres donde los exportadores los esperábamos y distribuíamos a los mercados y supermercados como Marks&Spencer y Tesco. Al principio en cajas de madera, y ya más tarde, de cartón. Por lo que, con estos números, se puede hacer una idea y no es de extrañar que en el corazón financiero de Londres haya un famoso muelle llamado Canary Wharf.

¿Hubo muchos empresarios isleños instalados en Londres en aquella época?

Así es. Éramos muchos (ríe). Por ponerle un ejemplo, si pensamos en el famoso y céntrico mercado de Covent Garden estamos hablando de entre 8-10 oficinas de canarios. Director canario, y todo canario...

¿Cómo era la vida entre la comunidad canaria en la capital británica?

Era maravillosa. Pronto formamos una gran familia. Todos nos ayudábamos y estrechamos fuertes vínculos con los ingleses. De hecho, los ingleses siempre querían adelantar el dinero a los canarios, la cantidad que nos hiciera falta a cuenta de futuras ventas y negociaciones. Yo diría que la relación fue de matrícula. Es más, por ponerle un ejemplo, la luna de miel de Tino Marazzi, fallecido recientemente, y dueño del hotel en el que inicialmente vivíamos muchos canarios, fue en la playa de Salinetas. Y muchos amigos ingleses siguen viniendo hoy en día a Canarias a vernos, al igual que nosotros les devolvemos las visitas. Es más, la residencia de Harry Christmas, uno de ellos, que se encuentra en el Condado de Kent, se llama «Salinetas». Londres se convirtió en nuestro hogar y el de nuestra familia.

¿Cuánto duró esa relación comercial y la bonanza económica?

Hablando concretamente de esta relación comercial, sobre todo con el tomate como principal protagonista, duró desde finales del siglo XIX hasta avanzado el siglo XX. Ya en los años 70 comenzó a decaer y en Canarias se cambió el cultivo principal de los tomates por el cultivo del turista. En cualquier caso, hoy en día seguimos exportando tomates, pepinos y plátanos al resto de España y Europa, compitiendo, en relación con el tomate, con orígenes donde la mano de obra es más barata, como Marruecos.

¿Qué recuerda con más cariño de aquellos años?

Recuerdo perfectamente el día que llegué con 17 años desde mi Telde natal que había una niebla tan espesa que no se veía a un metro. Recuerdo también que incluso aprendí a hablar el inglés de los muelles y del mercado y que mi profesor de idiomas entendía menos ese acento que yo. Pero sobre todo recuerdo a todos los amigos, que considero hermanos, tanto canarios como ingleses, con los que pasé muchos años. Además tengo presente el día en el que mi mujer, Mari Luz Hernández Betancor, llegó a Londres y lo rápido que se adaptó al idioma y a la vida en Londres. También a mis hijos vestidos con los uniformes de los colegios británicos. Y los encuentros en el pub Nag Head, junto al metro de Covent Garden, con los demás canarios. De hecho, teníamos asignada nuestra propia mesa. Fueron años inolvidables. 

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