Cuando en 1991 el tenor grancanario Alfredo Kraus recibe el premio Príncipe de Asturias de las Artes, el único canario a día de hoy distinguido con ese prestigioso galardón, el intérprete ya estaba considerado como la más importante figura de la lírica española de la última mitad de siglo XX, había compartido escenario con las grandes divas del momento, escuchó sobre el escenario una de las ovaciones más largas -48 minutos cronometrados- del público y, por sólo citar alguno más de los hitos que alcanzó, enamoró a la cineasta Pilar Miró quien lo dirigió en la adaptación para televisión de la ópera Werther, un libreto basado en la novela Los sufrimientos del joven Werther, de Goethe, que la directora retomaría en 1986 en su largometraje Werther, una cinta fruto de la fascinación que en ella despertaba aquella interpretación de Alfredo Kraus que Miró reconocía como su ópera favorita.

Nacido en Las Palmas de Gran Canaria, Kraus inicia sus estudios musicales con lecciones de piano a los cuatro años de edad, y cantando en el coro de la parroquia Corazón de María, de los Misioneros claretianos, a los ocho. Debutó internacionalmente en el Teatro Real de El Cairo en 1956 con el papel del Duque de Mantua en la ópera Rigoletto, de Verdi, y con el papel de Mario Cavaradossi en la ópera Tosca, de Puccini.

Dos años después, en el Teatro Nacional de São Carlos de Lisboa, se presenta junto a María Callas en una legendaria producción de la ópera La Traviata. Siguieron debuts en Londres en 1959 (Lucía di Lammermoor), Milán 1960 (La sonámbula), Chicago en 1962 y Nueva York en 1966 (Rigoletto).

Compartió escenario con las grandesdivas del momento y ‘enamoró’ a lacineasta Pilar Miró, que consideraba el ‘Werther’ de Kraus su ópera favorita

Kraus también fue un destacado intérprete de zarzuela, con éxitos como La tabernera del puerto, La revoltosa, El huésped del sevillano, Black el payaso o Marina, entre otras. Especialmente recordada fue su participación en el montaje de Doña Francisquita, de 1956 en Madrid, con el que se reinauguró el Teatro de la Zarzuela cien años después de su fundación.

Recibió el Premio Canarias de Bellas Artes e Interpretación en 1985 y en sus últimos años se dedicó a la docencia, junto con los maestros Suso Mariátegui y Edelmiro Arnaltes.

En 1997 muere en Madrid su esposa, Rosa Blanca Ley-Byrd, y dos años después, en 1999, fallece el tenor también en su residencia de la capital de España.

Fue enterrado en el cementerio de Vegueta de Las Palmas de Gran Canaria y desde 2021 descansa en el mismo camposanto junto a su gran amigo el escultor Martín Chirino.