Suplemento de la fusión
Trabajar con la Historia
«Dicen que el periodismo es un bicho que cuando inocula su veneno no hay antídoto que te cure y claro, al haberme criado con un abuelo y una madre periodista, estaba tan infectado y feliz como flipado por compartir redacción con personas a las cuales no sólo leía sino que, sobre todo, admiraba»

Llamas tras el impacto del segundo avión contra las Torres Gemelas de Nueva York (EEUU) en 2001. | LA PROVINCIA/DIARIO DE LAS PALMAS
No había cumplido 29 años pero ya llevaba seis trabajando en La Provincia cuando en el 2000 se fusiona con Diario de Las Palmas. En mi casa, donde nuestros padres se negaban a comprarnos tebeos a mi hermano y a mí pero no tenían problema de pagarnos libros; revistas como El Europeo, The Face, Fotogramas, El País Semanal, El Gran Musical... o prensa local y nacional, el Diario era uno más de la familia porque mi madre había trabajado en ese periódico antes de saltar a La Provi así que yo ya conocía quién era quién en aquel vespertino. Dicen que el periodismo es un bicho que cuando inocula su veneno no hay antídoto que te cure y claro, al haberme criado con un abuelo y una madre periodista además de dos tíos productores de televisión, pues estaba tan infectado como feliz aunque creo que realmente lo que en muchas ocasiones me sucedía era que estaba flipando por compartir redacción con personas a las cuales no solo leía, sino que, sobre todo, admiraba.
Salvador Sagaseta, Ángel Tristán Pimienta, Diego Talavera, Javier Durán, Antonio Cacereño, Vicente Guerra, Flora Marimón, Antonio González, Marisol Ayala, Jesús Montesdeoca, Ángeles Arencibia, Juanjo Jiménez, Magaly Miranda, Paco Cárdenes, Antonio Fernández de la Gándara, Mari Pino Pérez, Teresa Cárdenes, David Hatchuel, Peché Hernández, Dunia Torres, Adolfo Marrero, José Carlos Guerra... No exagero diciendo que aquella plantilla era dentro del periodismo canario la Premier League de la profesión pero cuando, a raíz de la fusión de las cabeceras, a esta lista se le sumaron Cristóbal Rodríguez, Rafael González Morera, Diego F. Hernández, Araceli Santana, Amado Moreno, Javier Bolaños, Andrés Peña, Masu Hernández, Luis García de Vegueta o Delia Jiménez, los redactores que desde el 2 de enero del 2000 comenzaron a hacer cada día La Provincia/Diario de Las Palmas era, siguiendo con el argot futbolístico, un equipo Galáctico.
La redacción creció tanto que en las páginas del periódico no había hueco para que todos pudiésemos escribir. Ni tan siquiera los domingos, cuando La Provincia/Diario de Las Palmas llegaba a los quioscos con 136 páginas con lo cual, los más jóvenes debíamos enfrentarnos, además de a esa falta de espacio, al talentoso trabajo del nuevo grupo de hombres y mujeres que más allá de escribir como los ángeles atesoraban las mejores fuentes y agendas telefónicas del Archipiélago. Algunos, entonces, lo tuvimos claro: nuestro futuro profesional solo dependía de hacerlo de puta madre buscando en la calle personajes y temas novedosos.
El esfuerzo por publicar
Como la otra opción era el paro, cada día llevábamos mogollón de temas a la redacción. Unos, lógicamente, eran mejores que otros pero todos hicimos nuestra la máxima periodística de «quien no firma, no existe». O, lo que es lo mismo, si tu nombre no aparece en las páginas del periódico nadie va a saber de tu existencia porque más allá de la necesidad de algunos para satisfacer su ego, la realidad es que siendo un desconocido, pues ni fuentes, ni contactos, ni nada.
De aquellos primeros meses tengo grabado a fuego en la memoria el momento en que coincidí en el despacho de Julio Puente, el director del periódico, con Sagaseta, Morera, Antonio González, Flora, Javier Durán, Vicente Guerra, Pedro García y Juanjo Jiménez, y de repente entró Luis García de Vegueta, a quien conocía porque había trabajado con mi abuelo, Antonio Ayala, jefe de deportes del Eco de Canarias. Luis, cronista con varias décadas de trayectoria profesional, cargaba a sus espaldas con una leyenda un tanto oscura por su proximidad al Movimiento, historias de las que yo ya había escuchado detalles de boca de mi tío Antonio Ayala Ojeda.
Literalmente, flipé al verme entre aquellos periodistas a quienes admiraba porque desde pequeño los había leído.
Yo tenía 28 años, más ilusión que conocimiento y en aquel momento me sentí como un groupie víctima del síndrome del impostor. ¿Qué hacía entre aquella gente tan brillante? ¿Qué aportaba un fan inexperto en esa reunión?
Un mejor producto
El paso de los meses solo confirmó mi sensación de que la fusión se traduciría en ofrecer bajo la cabecera La Provincia/Diario de Las Palmas a los lectores un mejor producto. Los buenísimos contactos que en la policía y la Guardia Civil tenía Amado Moreno enriquecieron los sucesos; la sección municipal de Las Palmas de Gran Canaria pasó de copiar básicamente notas de prensa a abordar de la mano de Miguel Guedes otro tipo de informaciones y reportajes; la cobertura de Tribunales mejoró con la aportación de Delia Jiménez; González Morera le dio un giro a los contenidos de las áreas de Nacional e Internacional y, por ejemplo, Diego Hernández abrió a la escena musical canaria las páginas de Cultura además de poner en marcha el suplemento semanal Diario para Evadirse cuyo germen era una sección cada viernes en Diario de Las Palmas que elaboraba el periodista donde no solo ofrecía información sobre bandas y artistas de las Islas sino también planes para el fin de semana.
«Fastidiadillo, pero contento». Esa frase con la cual concluía Luis García de Vegueta su columna de opinión el domingo 2 de enero de 2000, en el primer ejemplar que veía la luz ya como nuevo periódico, refleja la actitud con la cual unos pocos recibieron la fusión. Para algunos de ellos era casi una traición -y por motivos sentimentales es incluso comprensible- que Diario de Las Palmas se dejase de publicar en solitario así que tampoco es difícil hacerse una idea de que durante aquel proceso no todo fue un jardín de rosas.
La gestión de la nave
Aunque la suma de las cabeceras se produce bajo la dirección de Diego Talavera, fue el fallecido Julio Puente quien realmente se encargó de gestionar la nueva situación que pasaba, principalmente, por ordenar una plantilla de casi cien personas y darles su espacio a cada uno de ellos. Es justo reconocer la admirable y característica tranquilidad con que Julio se desenvolvió en aquel escenario. Su despacho transmutó en una especie de gabinete psicológico donde unos y otras se sentaban lamentando que en el recién estrenado periódico no contaban con ellos; quejarse de desigualdades económicas o advertirle sobre el choque que los distintos criterios periodísticos a la hora de elaborar las informaciones generaba en la redacción. Fiel a su apellido, Puente buscó y tendió vías para, en unos pocos meses, solucionar y reordenarlo todo.
Solventados esas pequeñas anécdotas y con el engranaje ya debidamente engrasado, La Provincia/Diario de Las Palmas continuó mostrando el habitual rigor informativo de ambas cabeceras a sus lectores y anunciantes así como una mayor variedad de contenidos pero, sobre todo, el nuevo periódico constataría poco después la madurez de su equipo para abordar en los 2000 algunos de los acontecimientos más importantes que marcarían el futuro de todo el planeta.
Del 11S al 11 M
El mundo cambió para siempre poco después de las dos de la tarde del 11 de septiembre de 2001. Solo habían pasado 21 meses de la fusión cuando dos aviones comerciales se estrellaban en Nueva York contra las Torres Gemelas y un tercero lo hacía sobre el Pentágono, cerca de Washington DC, dramáticos atentados que fueron, por desgracia, el primer gran reto informativo al cual se tuvo que enfrentar la redacción de La Provincia/Diario de Las Palmas tras la unión de ambos periódicos y cuya cobertura fue ejemplar porque quien no conocía a un comisario de la Policía Local de San Bartolomé de Tirajana con un hijo en Nueva York, que había presenciado desde su despacho en el edificio Chrysler el choque de los aviones, tenía el teléfono en la Gran Manzana de uno de los vástagos de Lorenzo Olarte o le chivaban que una muchacha de La Aldea se salvó de milagro de aquel atentado porque había abandonado el World Trace Center minutos antes de producirse.
Los más veteranos de la redacción comentamos hoy cómo afrontarían muchas de las últimas incorporaciones del periódico, cuya única preocupación es acabar su tarea lo antes posible para largarse a casa, un suceso de ese calado que obligó a rehacer de principio a fin y en sólo seis horas la distribución y los contenidos de toda la edición cuando es precisamente en momentos de esa envergadura donde se ejerce de verdad nuestro oficio, una situación que por desgracia se repetiría dos años y medio más tarde con los ataques terroristas en Madrid del 11 de marzo de 2004.
Si informar sobre el 11S fue tan duro como complicado, ya que en las redacciones jamás nos habíamos enfrentado a un hecho similar, mucho más doloroso y difícil nos resultó abordar en las instalaciones de La Provincia/Diario de Las Palmas el 11M. No es sencillo sentarse a escribir cuando a tu alrededor hay compañeros y compañeras llorando o, por ejemplo, cuando a cada rato aumentaba el número de víctimas mientras con el paso de las horas se desmontaba la versión oficial del Gobierno de José María Aznar sobre la autoría de los atentados.
Como ya demostró el 11 de septiembre de 2001 y, por supuesto, meses antes, tras asumir después de la fusión la dirección y organización de un periódico con aquel casi centenar de periodistas, Julio Puente volvió a tirar de su carácter sosegado, así como de su contagiosa pasión por esta profesión para mantener a un grupo de redactores, Cira Morote entre ellos, trabajando más de quince horas durante varias jornadas sin que ninguno se quejase.
«Va a comparecer el comisario Acebes», recuerdo que anunció a eso de la una y media de la madrugada de domingo 14 de marzo, con una sonrisilla pícara, desde la puerta de su despacho cuando ya era un clamor dentro y fuera de España que ETA no era la autora de aquellos atentados. En unas horas se abrían en nuestro país los colegios electorales porque se celebraban Elecciones Generales, que ya de por sí supone un curro de locos en cualquier redacción pero que se multiplicó por diez debido a la respuesta ciudadana que las mentiras de Aznar y su gobierno provocaron. El resto, ya forma parte de la historia de nuestra Nación.
Con la maquinaria engrasada, La Provincia/Diario de Las Palmas continuó ofreciendo a sus lectores el mejor periodismo cubriendo tras la salida de Puente, a quien sustituyó en la dirección Ángel Tristán Pimienta, otro periodista de raza que entre otras cuestiones lidió con la dramática crisis de los cayucos a Canarias entre 2006 -cuando sólo ese año llegaron a las Islas más de 31.000 personas- y 2008, o la tragedia del accidente del vuelo de Spanair JK5022.
Teresa Cárdenes fue el relevo de Tristán hasta que le llegó el turno a Antonio Cacereño Ibáñez, actual director de La Provincia/Diario de Las Palmas, quien no solo ha mantenido vivo y con respeto el legado de las dos cabeceras, sino que además se ha convertido en uno de los directores que más años ha ocupado la dirección del periódico.
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