Si La Palma fuese un color, sería el verde, en toda su gama de tonos. Es el de los pinos canarios, y también los verdes de las distintas especies de laurisilva que se han refugiado en la Isla Bonita. Bosques que tapizan las laderas de profundos barrancos en los que nos podemos adentrar a través de una completa red de senderos. 

Antes de los episodios vulcanológicos de Cumbre Vieja, las erupciones ocurridas en el pasado siglo ampliaron la superficie de la isla de La Palma, creando nuevos paisajes volcánicos que regalaron un plus de belleza a este rincón del Archipiélago. Conos volcánicos, mantos de pequeños fragmentos de roca, campos de lava, colores negros, ocres y rojizos, el silencio… crean un ambiente estremecedor que conecta al visitante con la potente energía de esta naturaleza indómita.

¿Y si miramos al cielo? Indescriptible. La Palma, poseedora de la certificación Reserva Starlight, es uno de los mejores lugares del mundo para observar el firmamento. ¿Y si nos sumergimos bajo las aguas? Sorprendente. La isla alberga una de las tres Reservas Marinas de las Islas Canarias, un paisaje volcánico submarino de gran belleza donde abundan cuevas, arcos y veriles, hogar de distintas especies, algunas únicas en el mundo. De regreso a la superficie, pero sin salir de las cristalinas y azules aguas que rodean la costa abrupta de La Palma, podemos relajarnos en alguna de las maravillosas piscinas naturales protegidas del oleaje por las coladas de lava que llegaron hasta el mar.

¿Y lo mejor de todo? Que se puede disfrutar intensamente de esta maravillosa isla, Reserva de la Biosfera, cualquier día del año. Es lo que tiene ser una de las Islas Canarias y estar bendecida por el mejor clima del mundo.

La Caldera de Taburiente es uno de los espacios naturales más espectaculares de las Islas Canarias y, sin duda, el mayor tesoro de La Palma. Asomarse a este inmenso circo desde alguno de sus miradores y contemplar sus imponentes paredes que se elevan a más de 2000 metros de altitud es una experiencia difícil de olvidar.

Una turista contempla una cascada en la isla de La Palma. la provincia

Pero el Parque no solo se mira, también se vive. Y la mejor forma de sentirlo es adentrarse en él por alguno de los senderos habilitados. Mientras caminamos por el frondoso bosque de pino canario se activan todos los sentidos, que agradecen el peculiar olor de esta especie exclusiva del archipiélago, o el agradable sonido del canto de las aves que allí habitan. Llegar a pie al interior de la Caldera entraña cierto esfuerzo, pero la recompensa durante el camino es increíble, pues nos permite descubrir maravillosos rincones y, al final, disfrutar el premio de poder refrescarnos en sus permanentes riachuelos de aguas frescas y cristalinas rodeados de un entorno absolutamente virgen. Para hacernos una idea de la grandiosidad de este espacio, es imprescindible visitar las cumbres del Parque, donde se sitúa el mundialmente conocido Observatorio Astrofísico del Roque de los Muchachos, para asomarnos a la gran caldera y tener la sensación de estar suspendidos en el vacío.

Otro de los mayores atractivos de esta isla canaria es recorrer la amplia red de senderos que atraviesan una sorprendente variedad de paisajes, a cual más hermoso: desde la sobriedad de los entornos volcánicos a la frondosidad de los bosques de pino y laurisilva, además de cresterías, profundos y encajados barrancos, abruptos acantilados costeros…

Con el permiso de los senderos que se adentran en el Parque Nacional de la Caldera de Taburiente, la Ruta de los Volcanes se encuentra entre las más famosas de La Palma. Está considerada una de las más hermosas del planeta por la infinidad de atractivos que vamos descubriendo a lo largo de un exigente recorrido que discurre desde la cumbre a la costa, atravesando increíbles paisajes que compensan el esfuerzo.

Además de paisajes volcánicos y pinares, el gran secreto que guarda la Isla Bonita lo encontramos en los exuberantes bosques de laurisilva como el de Los Tiles. Las especies que componen esta formación vegetal propia del Terciario desaparecieron hace millones de años de la mayor parte de los lugares por donde se extendía, pero aquí encontraron un refugio. Un recorrido por los senderos de este tupido bosque nos traslada a épocas remotas en las que el ser humano ni tan siquiera existía.