Vitoria. 17 de marzo de 2002. Fernando Buesa Arena. Quedan 35 segundos para que concluya la final de la Copa del Rey entre el Baskonia, entonces TAU Cerámica, entrenado por Dusko Ivanovic, y el Barcelona de Aíto García Reneses. Empate a 83. Sacan de fondo los vitorianos y balón para Elmer Bennett. El de Illinois, un base como la copa de un pino que hizo una gran carrera en la ACB, se la jugó desde cinco metros y anotó contra tabla después de que un bloqueo de Luis Scola le abriera hueco. Aquella plantilla de ensueño la completaban jugadores como Dejan Tomasevic -MVP de esa Copa-, Andrés Nocioni, Fabricio Oberto, Laurent Foirest y Sergi Vidal. Otra leyenda de la ACB como Sarunas Jasikevicius se jugó la canasta del empate del Barcelona pero falló el lanzamiento y el Baskonia conquistó la Copa.

Un plantel NBA

El trofeo no se lo queda el anfitrión desde entonces. Y ya van quince años. Quince. Casi nada. Lo que en teoría debería suponer una ventaja se ha convertido en una maldición. Víctimas de la presión han ido cediendo, año a año, potencias como el Real Madrid -hasta en tres ocasiones-, el Barcelona, el Valencia, el Unicaja -en dos- y, por supuesto, el Baskonia en otras dos ediciones. Nadie ha cedido ante esta dinámica, que en las tres últimas temporadas se ha agigantado, pues Unicaja en el 2014, el Gran Canaria en el 2015 y el Obradoiro en el 2016 ni siquiera superaron los cuartos de final.

El conjunto de Sito Alonso quiere acabar con esa maldición. Y para ello cuenta con un plantilla de un nivel extraordinario, no tanto como el de Scola, Nocioni y compañía pero sí con condiciones como para repetir. Y es que con jugadores de la talla de Andrea Bargnani, Chase Budinger, Laprovittola, Shane Larkin -los cuatro con experiencia muy reciente en la NBA- Rodrigue Beaubois, Shengelia -los dos también con pasado en la mejor liga del mundo, aunque el georgiano llega lesionado-, Adam Hanga, Kim Tillie, Jaka Blazic o Voigtmann. Un elenco de estrellas listo para mirar a la cara al Real Madrid y Barcelona, que cada vez lo está poniendo más fácil.

Pese a semejantes nombres no llega en un buen momento el equipo de Sito Alonso. A esta constelación de grandes jugadores le falta disciplina defensiva y eso lo han notado en su victoria sufrida en Liga el sábado ante el Obradoiro (87-86), que se encuentra en zona de descenso. Además, en las dos últimas semanas ha caído ante el Maccabi Tel Aviv y Real Madrid en Euroliga y contra el Barcelona en Liga Endesa. Mientras, apalizó a los culés en Euroliga y conquistó el difícil pabellón del Andorra. Con esos precedentes inmediatos es toda una incógnita la cara que mostrará el irregular Baskonia.

La solidez canarista

Es el segundo que más anota en Liga. Le sobra talento, pero su gran problema es que es el quinto que más recibe en Liga. Todo lo contrario es el Iberostar Tenerife, que está realizando la mejor temporada de su historia y le desafía como cabeza de serie. Los de Txus Vidorreta llegan sin el lesionado de larga duración Javier Beirán, que ha sido bien sustituido, pero con la esperanza de recuperar a Nico Richotti, uno de sus líderes en los últimos años y que todavía no ha jugado en este curso.

Fue precisamente el alero ex del Gran Canaria, con un palmeo sobre la bocina, quien dio a los aurinegros una de sus victorias más sonadas de la temporada, la que lograron en Vitoria. El Buesa Arena ya es terreno conquistado este curso por un Iberostar descarado, serio y que no se inmuta en los grandes escenarios.

Es la revelación con mayúsculas con una receta opuesta a la del Baskonia: intensidad defensiva, implicación, seriedad y ninguna estrella. La puntería de Doornekamp, el dinamismo de Davin White y la fuerza de Fran Vázquez es lo más destacado a nivel individual en un equipo en el que manda el colectivo. Llegaban lanzados a la cita con una dinámica tremenda de seis triunfos seguidos, incluido al Barcelona, pero el Herbalife le frenó en seco el sábado en el derbi. En su segunda participación en los últimos cuatro años el club canarista, que ha llegado a ser líder, tiene la oportunidad de dar un paso más en su crecimiento superando una eliminatoria por primera vez en su historia y estirando así la maldición del anfitrión.