El cineasta vasco Ion de Sosa bien podría haber incorporado a la banda sonora de su película True Love (2010) canciones como Autosuficiente, de Parálisis Permanente. Un clásico que no desentona para nada en esta producción autobiográfica y autoproducida que llegó a última hora al XII Festival de Cine de Las Palmas de Gran Canaria para incorporarse a la sección de Nuevos directores.

Y el guiño a este clásico del punk nacional firmado por el malogrado Eduardo Benavente se ajusta a la perfección al tipo de cine que predica Ion de Sosa, a la economía de medios, el reciclaje y el collage visual con el que ha construido esta suerte de autobiografía sentimental fruto de la relación que mantuvo con la que fuera su pareja Marta Bassols. Un retrato en primera persona de un romance quebrado, y de una ciudad, Berlín, en la que estuvo residiendo mientras cocinaba su primer trabajo en formato largometraje.

"Me he cansado de verme la cara", bromeaba ayer cuando se le preguntaba si tiene en mente una segunda entrega de True Love. "No sé si yo la vería, y lo que tengo claro es que no voy a hacer otra película de 70 minutos de paredes vacías". El reto es trabajar con actores.

Con un presupuesto de 30.000 euros, incluida la compra de una cámara de 16 mm, el sueldo de su trabajo de camarero en un restaurante berlinés, deudas por pagar y favores de amigos del gremio, estuvo tres años filmando a tiempo parcial hasta que encontró la secuencia narrativa que le convenía.

"La película surge por mi relación con Marta" y fue la acumulación de ese material la que dio pie a la película. La relación ya no existe, e incluso tuvo que convencer a su ex para completar el final de True Love. "La intenté convencer para que fingiera que estaba enamorada, y al final le pagué para que hiciera la película", explicó ayer.

La casa en la que vivió en Berlín, los lugares comunes que frecuentaba con su pareja, entre parques, estaciones de metro, las calles que rodeaban la vivienda, aparecen una y otra vez: primero con la feliz pareja, y luego tras la ruptura, desoladas y despojadas de toda humanidad.

Escenas de cortos anteriores, como Ulcer, en la que recupera con todo lujo de detalle la endoscopia que le hizo un facultativo alemán para comprobar su úlcera, y otros no terminados, se sumaron al producto final.

En cuanto al rodaje en 16 mm, Ion de Sosa sostuvo ayer que "el 16 mm tiene una textura que no me da el digital, y no creo que a nadie le interese ver rodado en vídeo a mi novia comiéndose un kiwi".

La película y el encuentro del cineasta con la prensa tuvo ayer de invitados de excepción a un grupo de alumnos de la Escuela de Arte y Superior de Diseño. "Es diferente", le dijo al director vasco una de las chicas que asistió a los Monopol. Y él contento porque dice que la gente joven es su público, aunque le recriminen su desnudo en la cinta.