Los acontecimientos económicos avanzan a una velocidad de vértigo; miedos antes imposibles se tornan improbables y, en días, pasan a probables.

Vivimos una crisis de liderazgo político-económico alarmante, tanto en España como en las instituciones europeas. Que Almunia, vicepresidente de la Comisión Europea, señale con el dedo a Catalunya Caixa, Novagalicia o Banco de Valencia como candidatas a ser liquidadas (alguna de ellas) es vergonzoso y muy peligroso. Si ciertamente se va a presentar un concurso de acreedores de una entidad financiera y en el proceso acaba en liquidación, es algo que se verá. Depende de que el Estado que las ha nacionalizado no sea capaz de presentar un plan de viabilidad creíble.

Lo triste es que antes de que tengamos los datos concretos del plan de rescate de 100.000 millones, los representantes políticos europeos (que curiosamente no hemos votado los ciudadanos) se permitan azuzar el miedo del ahorrador. ¿Acaso no saben que señalar con el dedo una entidad financiera provoca una profecía autocumplida?

Si se dice que un banco concreto quebrará, los ahorradores se asustan y sacan su dinero, quebrando de facto al banco, sea solvente o uno en situación delicada.

A continuación, el secretario de Estado de Economía y de Apoyo a la Empresa, Fernando Jiménez Latorre, desmiente que el Gobierno español vaya a dejar quebrar ningún banco. ¿A quién creemos?

No defiendo que haya que rescatar bancos a toda costa, a cargo del contribuyente que sufre sus consecuencias. Sin embargo, hay que ser excepcionalmente hábiles en el intento. Rescatar un banco no supone rescatar a sus banqueros y gestores políticos, que deben responder por sus errores o delitos. Debería suponer rescatar a sus ahorradores.

Veamos brevemente el efecto devastador de una liquidación bancaria:

En el mismo momento que una entidad financiera presenta ante el Juez mercantil un concurso de acreedores, los depositantes intentan sacar su dinero en tromba. Ya no hay tiempo para que los administradores concursales intenten reflotar el banco, la fuga de depósitos propicia la quiebra (liquidación de activos y pasivos). El peor escenario ocurre, se decide cerrar la entidad financiera.

Como en cualquier otra liquidación empresarial, se liquidan los activos (se intentan vender los inmuebles en balances, préstamos hipotecarios, créditos personales, etc) para pagar los pasivos, que por orden de prioridad de cobro y simplificando, serían las mensualidades pendientes de los trabajadores tras el concurso, la Seguridad Social y Hacienda, acreedores con garantías reales, acreedores normales (bonistas, depositantes), acreedores con inferior rango (deuda subordinada, tenedores de participaciones preferentes)y, finalmente, cobrarían los accionistas si sobrara dinero.

La peculiaridad de un concurso de acreedores bancarios es que los ahorradores con cuentas corrientes o depósitos a plazo fijo tienen garantizados 100.000 euros por cliente y banco. Por tanto, a estos clientes el Fondo de Garantía de Depósitos les garantiza este importe, si en la liquidación no hay activos suficientes para pagarles. Con el irresponsable mensaje de la Comisión Europea, no creo que queden muchos clientes que se arriesguen a tener más de 100.000 euros en las entidades señaladas; y hacen bien.

Por otra parte, los partícipes de fondos de inversión o de fondos de pensiones, nada tienen que temer. Sus activos quedan fuera de la masa concursal, es decir, no corren peligro aunque quiebre el banco. Simplemente se traspasarían los fondos a una gestora y bancos sanos.

Los clientes que tienen garantías reales, al estilo cédulas hipotecarias, serían los próximos en cobrar. Su expectativa de cobro es razonablemente buena.

Los clientes que tienen obligaciones o bonos con preferencia de cobro serían los próximos, después los bonistas normales, por delante de la deuda subordinada que vendría después de todos los acreedores normales. En este segmento de ahorro sí que hay dudas claras de que se recupere la inversión completa.

Los ahorradores que tienen pagarés pertenecerían al grupo de acreedores normales. Dependiendo de los activos liquidados, recuperarían el total o parte de su capital.

En muy mala posición estarían los tenedores de participaciones preferentes, producto complejo que fue vendido de forma más que sospechosa en la red de oficinas. Estos clientes son los penúltimos en cobrar, sólo por delante de los accionistas. El término "preferente" ha sido utilizado de forma engañosa. Su preferencia no era tal, sólo tienen preferencia respecto al último de la fila. Triste preferencia, ¿verdad? Es muy probable que este colectivo perdiera su dinero. En el caso de que denuncien ante los juzgados la comercialización engañosa o fraudulenta, esta controversia se dirimiría en los juzgados que lleven el concurso. No está muy claro que pasaría, pero mi intuición es que por mucho que ganaran las denuncias, no habría dinero en el banco quebrado para pagarles. Intentar que el Estado respondiera como responsable subsidiario sería su única vía, difícil y de dudosos resultados.

Los que perderían toda su inversión serían los accionistas de la entidad quebrada, propietarios del banco, en definitiva.

¿Dejarían de deber dinero las familias hipotecadas, los que tienen préstamos personales o las empresas endeudadas? Por desgracia, no. Son parte del activo del banco en liquidación. Su deuda sería comprada por algún otro banco sano, que pasaría a ser el nuevo acreedor a quine pagar. En todo caso, conozco casos de préstamos o deudas de tarjetas que se han dejado de reclamar, en algunas fusiones. No sería descabellado pensar que algunas deudas se perderían en el camino, o su reclamación en caso de impagos acabaría bajo montones de expedientes de algún despacho de abogados. Una esperanza, más que una certeza, para algún deudor.

Espero que se deje de asustar al ahorrador, en todo caso. Los dirigentes de opereta que asustan al pueblo sobran. Si en el plan de rescate se estima que alguna entidad será liquidada, que se anuncie con luz y taquígrafos, una vez se tengan todos los detalles del plan y se anuncien a la opinión pública. Pero ir dejando caer este tipo de noticias preocupantes lo que genera es miedo, el peor de los sentimientos para que una economía salga adelante.

Los mercados, que no son tontos, nos castigan con primas de riesgo desbocadas. Y es normal; ¿quién confía en una clase política como la que tenemos para gestionar 100.000 millones de euros más?

Necesitamos líderes que expliquen la realidad al pueblo y sepan gestionar en tiempos difíciles. No me cansaré de reclamarlo.

Pau A. Monserrat, economista del comparador de bancos iAhorro.com