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Irma Collín (LNE)
Ver galería >Si el fútbol se rigiera por la justicia la UD Las Palmas y el Real Oviedo deberían haber perdido los dos. Como eso no se puede, por el mismo sentido del fútbol, les quedó empatar sin goles. Un empate sin heroicidad, sin fútbol, sin creatividad, sin nada de esa pureza que hace que guste el fútbol. Fue un empate de dos víctimas del conformismo y la desazón que dejaron en el Carlos Tartiere, empapado y sereno, agradecido por no tener que enseñar aquello a nadie en vivo, un espectáculo mísero. La gota china.
Si el fútbol se rigiera por la justicia la UD Las Palmas y el Real Oviedo deberían haber perdido los dos. Como eso no se puede, por el mismo sentido del fútbol, les quedó empatar sin goles. Un empate sin heroicidad, sin fútbol, sin creatividad, sin nada de esa pureza que hace que guste el fútbol. Fue un empate de dos víctimas del conformismo y la desazón que dejaron en el Carlos Tartiere, empapado y sereno, agradecido por no tener que enseñar aquello a nadie en vivo, un espectáculo mísero. La gota china.
Si el fútbol se rigiera por la justicia la UD Las Palmas y el Real Oviedo deberían haber perdido los dos. Como eso no se puede, por el mismo sentido del fútbol, les quedó empatar sin goles. Un empate sin heroicidad, sin fútbol, sin creatividad, sin nada de esa pureza que hace que guste el fútbol. Fue un empate de dos víctimas del conformismo y la desazón que dejaron en el Carlos Tartiere, empapado y sereno, agradecido por no tener que enseñar aquello a nadie en vivo, un espectáculo mísero. La gota china.
Si el fútbol se rigiera por la justicia la UD Las Palmas y el Real Oviedo deberían haber perdido los dos. Como eso no se puede, por el mismo sentido del fútbol, les quedó empatar sin goles. Un empate sin heroicidad, sin fútbol, sin creatividad, sin nada de esa pureza que hace que guste el fútbol. Fue un empate de dos víctimas del conformismo y la desazón que dejaron en el Carlos Tartiere, empapado y sereno, agradecido por no tener que enseñar aquello a nadie en vivo, un espectáculo mísero. La gota china.
Si el fútbol se rigiera por la justicia la UD Las Palmas y el Real Oviedo deberían haber perdido los dos. Como eso no se puede, por el mismo sentido del fútbol, les quedó empatar sin goles. Un empate sin heroicidad, sin fútbol, sin creatividad, sin nada de esa pureza que hace que guste el fútbol. Fue un empate de dos víctimas del conformismo y la desazón que dejaron en el Carlos Tartiere, empapado y sereno, agradecido por no tener que enseñar aquello a nadie en vivo, un espectáculo mísero. La gota china.
Si el fútbol se rigiera por la justicia la UD Las Palmas y el Real Oviedo deberían haber perdido los dos. Como eso no se puede, por el mismo sentido del fútbol, les quedó empatar sin goles. Un empate sin heroicidad, sin fútbol, sin creatividad, sin nada de esa pureza que hace que guste el fútbol. Fue un empate de dos víctimas del conformismo y la desazón que dejaron en el Carlos Tartiere, empapado y sereno, agradecido por no tener que enseñar aquello a nadie en vivo, un espectáculo mísero. La gota china.
Si el fútbol se rigiera por la justicia la UD Las Palmas y el Real Oviedo deberían haber perdido los dos. Como eso no se puede, por el mismo sentido del fútbol, les quedó empatar sin goles. Un empate sin heroicidad, sin fútbol, sin creatividad, sin nada de esa pureza que hace que guste el fútbol. Fue un empate de dos víctimas del conformismo y la desazón que dejaron en el Carlos Tartiere, empapado y sereno, agradecido por no tener que enseñar aquello a nadie en vivo, un espectáculo mísero. La gota china.
Si el fútbol se rigiera por la justicia la UD Las Palmas y el Real Oviedo deberían haber perdido los dos. Como eso no se puede, por el mismo sentido del fútbol, les quedó empatar sin goles. Un empate sin heroicidad, sin fútbol, sin creatividad, sin nada de esa pureza que hace que guste el fútbol. Fue un empate de dos víctimas del conformismo y la desazón que dejaron en el Carlos Tartiere, empapado y sereno, agradecido por no tener que enseñar aquello a nadie en vivo, un espectáculo mísero. La gota china.
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Si el fútbol se rigiera por la justicia la UD Las Palmas y el Real Oviedo deberían haber perdido los dos. Como eso no se puede, por el mismo sentido del fútbol, les quedó empatar sin goles. Un empate sin heroicidad, sin fútbol, sin creatividad, sin nada de esa pureza que hace que guste el fútbol. Fue un empate de dos víctimas del conformismo y la desazón que dejaron en el Carlos Tartiere, empapado y sereno, agradecido por no tener que enseñar aquello a nadie en vivo, un espectáculo mísero. La gota china.
Si el fútbol se rigiera por la justicia la UD Las Palmas y el Real Oviedo deberían haber perdido los dos. Como eso no se puede, por el mismo sentido del fútbol, les quedó empatar sin goles. Un empate sin heroicidad, sin fútbol, sin creatividad, sin nada de esa pureza que hace que guste el fútbol. Fue un empate de dos víctimas del conformismo y la desazón que dejaron en el Carlos Tartiere, empapado y sereno, agradecido por no tener que enseñar aquello a nadie en vivo, un espectáculo mísero. La gota china.
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Si el fútbol se rigiera por la justicia la UD Las Palmas y el Real Oviedo deberían haber perdido los dos. Como eso no se puede, por el mismo sentido del fútbol, les quedó empatar sin goles. Un empate sin heroicidad, sin fútbol, sin creatividad, sin nada de esa pureza que hace que guste el fútbol. Fue un empate de dos víctimas del conformismo y la desazón que dejaron en el Carlos Tartiere, empapado y sereno, agradecido por no tener que enseñar aquello a nadie en vivo, un espectáculo mísero. La gota china.
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