Comercios históricos de Las Palmas de Gran Canaria

Más de seis décadas entre churros y café en el Mercado Central de Las Palmas de Gran Canaria

La cafetería lleva en funcionamiento desde que inauguraron la plaza de abastos | Cuatro generaciones han trabajado en el negocio

Juan Montesdeoca inauguró dos cafetería el mismo día que el Mercado Central abría sus puertas, el 18 de julio de 1957. Una foto en blanco y negro inmortaliza el primer día de los 66 años que lleva el negocio en funcionamiento en Las Palmas de Gran Canaria, actualmente regentado por la tercera generación y la cuarta se está formando en el negocio. 

El hermano de Montesdeoca fue el que en un primer lugar tuvo la idea de negocio, pero un poco después dejó el proyecto porque tenía otras empresas. En aquella época se ubicaban en la parte superior con dos locales, uno frente al otro y tan solo tres mesas en cada uno. No fueron comienzos fáciles, la jornada laboral comenzaba a las dos de la mañana, con legañas en los ojos encendía la vieja cafetera que podía tardar hasta tres horas en calentarse para tener todo listo para los primeros clientes. 

“Nadie sabe lo que es la hostelería excepto el que trabaja en ella, es muy sacrificada y eso que nosotros no lo teníamos tan complicado”, comenta Olivia Montesdeoca, hija del fundador. “Los comienzos de mi padre sí fueron duros porque el Mercado abría todas las tardes, pero cuando nosotros estábamos no y cerrábamos los días de fiesta y domingos, entonces el personal estaba contento y yo más porque por lo menos tenía un día de descanso”, resalta.

Foto de la inauguración del negocio el mismo día que el Mercado abrió las puertas.

Foto de la inauguración del negocio el mismo día que el Mercado abrió las puertas. / ANDRES CRUZ

La jubilación le llegó antes de tiempo por problemas de salud y su hija, Olivia Montesdeoca tomó el relevo junto a su marido. Cuando los mayoristas se trasladaron a Mercalaspalmas en los 80 hicieron una remodelación de la plaza de abastos y propusieron al matrimonio trasladarse a la parte baja, donde se ubican actualmente. “Nos convino más porque aquello era pequeñito aunque fueran dos, esto es otro historia”, comenta Montesdeoca.

El local se lo dieron completamente vacío y tuvo que hacer las reformas e instalarlo para volver a poner en funcionamiento la empresa. Desde entonces nada ha cambiado y la decoración transporta a los clientes a aquella época. La barra de azulejos verdosos y un cartel de cristal que además del nombre de la cafetería anuncia a los lados la marca de alcohol Gin Bols Liqueurs. “Eso no se quita, es una reliquia”, dictamina Montesdeoca.

"De lo que más orgullosa me siento es de que mi hijo continúa con esto", comenta Olivia Montesdeoca

Al poco del traslado, su marido tuvo que dejar de trabajar por una enfermedad y Montesdeoca tomó las riendas en soledad. “No fue complicado llevarlo yo sola porque estaba acostumbrada de lo que oía de mi padre cuando llegaba a casa y hablaba con mi madre y sabes que los niños somos como esponjas, que todo lo captamos entonces a mí no me vino de nuevas”, comenta. 

Los actuales trabajadores del comercio de izquierda a derecha Jonás Jiménez, Julia García, Juan Luis Amador y el propietario Juan Luis..

Los actuales trabajadores del comercio de izquierda a derecha Jonás Jiménez, Julia García, Juan Luis Amador y el propietario Juan Luis. / ANDRES CRUZ

Bendito churro

Su padre había introducido los churros los primeros años, pero eran una carga de trabajo demasiado grande, lo suyo era el café para los somnolientos mayoristas. “Es incalculable el número de cafés que mi padre podía vender en un día”, destaca Montesdeoca. Al llevar las riendas del negocio volvió a incorporar el plato para los desayunos y “bendita la hora” porque es lo que más se consume actualmente. En un día pueden llegar a servir 500 o 600 churros para la constante rueda de clientes que toman su primera comida del día. 

El empleado Jonás Jiménez prepara churros.

El empleado Jonás Jiménez prepara churros. / ANDRES CRUZ

En 2007 después de trabajar dos años más allá de su jubilación, Montesdeoca decidió darse el merecido descanso y pensó en traspasar el negocio. Su hijo, Juan Luis que había trabajado durante nueve años en el negocio familiar, pero que en ese momento se encontraba empleado en El Corte Inglés tomó la decisión de continuar con la empresa para “no perder tanta historia que había”. “Hubiera sido una pena que pasara a otras manos”, añade. Aunque actualmente está jubilada, Montesdeoca no pierde el contacto con la empresa familiar. “Tengo un mono con venir aquí”, comenta risueña. Aunque aclara que no viene diariamente cuando hace las compras en el Mercado si no pasa por la cafetería es como si no hubiera ido. 

“De lo que más orgullosa me siento es de que mi hijo continúa con esto porque tenía la pena de traspasarlo a otra persona estando vinculada al negocio desde el año 57”, expresa Montesdeoca. Y no solo su descendiente trabaja en la empresa familiar, también su nieto, Juan Luis Amador. Cuatro generaciones entre cafés, churros y dedicación.

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