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José Carlos Guerra
Ver galería >Los vecinos de Los Giles ya no aguantan más. Cansados de esperar por más limpieza en sus calles, alumbrado público en los dos principales accesos y mayores condiciones de seguridad vial, han dicho basta. A esa falta de limpieza se añade el problema de una de las mayores plagas que hay en la ciudad -y en el resto de la isla- el rabo de gato. Caminar por muchas de las aceras del barrio es sortear una especie de yinkana, con el riesgo que implica de tropiezos o de bajar a la carretera para evitarlo.
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Los vecinos de Los Giles ya no aguantan más. Cansados de esperar por más limpieza en sus calles, alumbrado público en los dos principales accesos y mayores condiciones de seguridad vial, han dicho basta. A esa falta de limpieza se añade el problema de una de las mayores plagas que hay en la ciudad -y en el resto de la isla- el rabo de gato. Caminar por muchas de las aceras del barrio es sortear una especie de yinkana, con el riesgo que implica de tropiezos o de bajar a la carretera para evitarlo.
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Los vecinos de Los Giles ya no aguantan más. Cansados de esperar por más limpieza en sus calles, alumbrado público en los dos principales accesos y mayores condiciones de seguridad vial, han dicho basta. A esa falta de limpieza se añade el problema de una de las mayores plagas que hay en la ciudad -y en el resto de la isla- el rabo de gato. Caminar por muchas de las aceras del barrio es sortear una especie de yinkana, con el riesgo que implica de tropiezos o de bajar a la carretera para evitarlo.
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Los vecinos de Los Giles ya no aguantan más. Cansados de esperar por más limpieza en sus calles, alumbrado público en los dos principales accesos y mayores condiciones de seguridad vial, han dicho basta. A esa falta de limpieza se añade el problema de una de las mayores plagas que hay en la ciudad -y en el resto de la isla- el rabo de gato. Caminar por muchas de las aceras del barrio es sortear una especie de yinkana, con el riesgo que implica de tropiezos o de bajar a la carretera para evitarlo.
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Los vecinos de Los Giles ya no aguantan más. Cansados de esperar por más limpieza en sus calles, alumbrado público en los dos principales accesos y mayores condiciones de seguridad vial, han dicho basta. A esa falta de limpieza se añade el problema de una de las mayores plagas que hay en la ciudad -y en el resto de la isla- el rabo de gato. Caminar por muchas de las aceras del barrio es sortear una especie de yinkana, con el riesgo que implica de tropiezos o de bajar a la carretera para evitarlo.
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Los vecinos de Los Giles ya no aguantan más. Cansados de esperar por más limpieza en sus calles, alumbrado público en los dos principales accesos y mayores condiciones de seguridad vial, han dicho basta. A esa falta de limpieza se añade el problema de una de las mayores plagas que hay en la ciudad -y en el resto de la isla- el rabo de gato. Caminar por muchas de las aceras del barrio es sortear una especie de yinkana, con el riesgo que implica de tropiezos o de bajar a la carretera para evitarlo.
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Los vecinos de Los Giles ya no aguantan más. Cansados de esperar por más limpieza en sus calles, alumbrado público en los dos principales accesos y mayores condiciones de seguridad vial, han dicho basta. A esa falta de limpieza se añade el problema de una de las mayores plagas que hay en la ciudad -y en el resto de la isla- el rabo de gato. Caminar por muchas de las aceras del barrio es sortear una especie de yinkana, con el riesgo que implica de tropiezos o de bajar a la carretera para evitarlo.
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Los vecinos de Los Giles ya no aguantan más. Cansados de esperar por más limpieza en sus calles, alumbrado público en los dos principales accesos y mayores condiciones de seguridad vial, han dicho basta. A esa falta de limpieza se añade el problema de una de las mayores plagas que hay en la ciudad -y en el resto de la isla- el rabo de gato. Caminar por muchas de las aceras del barrio es sortear una especie de yinkana, con el riesgo que implica de tropiezos o de bajar a la carretera para evitarlo.
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Los vecinos de Los Giles ya no aguantan más. Cansados de esperar por más limpieza en sus calles, alumbrado público en los dos principales accesos y mayores condiciones de seguridad vial, han dicho basta. A esa falta de limpieza se añade el problema de una de las mayores plagas que hay en la ciudad -y en el resto de la isla- el rabo de gato. Caminar por muchas de las aceras del barrio es sortear una especie de yinkana, con el riesgo que implica de tropiezos o de bajar a la carretera para evitarlo.
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Los vecinos de Los Giles ya no aguantan más. Cansados de esperar por más limpieza en sus calles, alumbrado público en los dos principales accesos y mayores condiciones de seguridad vial, han dicho basta. A esa falta de limpieza se añade el problema de una de las mayores plagas que hay en la ciudad -y en el resto de la isla- el rabo de gato. Caminar por muchas de las aceras del barrio es sortear una especie de yinkana, con el riesgo que implica de tropiezos o de bajar a la carretera para evitarlo.
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Los vecinos de Los Giles ya no aguantan más. Cansados de esperar por más limpieza en sus calles, alumbrado público en los dos principales accesos y mayores condiciones de seguridad vial, han dicho basta. A esa falta de limpieza se añade el problema de una de las mayores plagas que hay en la ciudad -y en el resto de la isla- el rabo de gato. Caminar por muchas de las aceras del barrio es sortear una especie de yinkana, con el riesgo que implica de tropiezos o de bajar a la carretera para evitarlo.
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Los vecinos de Los Giles ya no aguantan más. Cansados de esperar por más limpieza en sus calles, alumbrado público en los dos principales accesos y mayores condiciones de seguridad vial, han dicho basta. A esa falta de limpieza se añade el problema de una de las mayores plagas que hay en la ciudad -y en el resto de la isla- el rabo de gato. Caminar por muchas de las aceras del barrio es sortear una especie de yinkana, con el riesgo que implica de tropiezos o de bajar a la carretera para evitarlo.
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Los vecinos de Los Giles ya no aguantan más. Cansados de esperar por más limpieza en sus calles, alumbrado público en los dos principales accesos y mayores condiciones de seguridad vial, han dicho basta. A esa falta de limpieza se añade el problema de una de las mayores plagas que hay en la ciudad -y en el resto de la isla- el rabo de gato. Caminar por muchas de las aceras del barrio es sortear una especie de yinkana, con el riesgo que implica de tropiezos o de bajar a la carretera para evitarlo.
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