El nombre de Ana Cabrera quedará inscrito en los anales de la historia en Los Estancos. Desde ayer, la plaza pública lleva su nombre y una calle la del vecino Domingo Juan Barrera.

Ana Cabrera de León (Teguise, 1930), Anita como se la conoce cariñosamente, da nombre desde ayer a la plaza pública de Los Estancos, un barrio de Puerto del Rosario. Anita es la historia viva de este barrio de la capital majorera en el que reside desde principios de 1950. Su gesto altruista, su dedicación y entrega a este pueblo y, cómo no, a los propios vecinos, le ha valido el reconocimiento y la admiración de quienes la conocen y de las propias instituciones, no en vano el Ayuntamiento de Puerto del Rosario acordó, a petición de los vecinos, nominar la plaza pública del barrio con su nombre.

La historia de Anita es para un guión de cine. Casada con Ramón Concepción el conejero, tuvo diez hijos: Ramón, José Antonio, Fátima, Carmen, Miguel Ángel, Francisco Javier, Domingo, Cristo Manuel, María y Maite. Sin embargo, ha perdido a dos de ellos, José Antonio y Cristo Manuel, éste cuando solo contaba con nueve meses. También perdió a su marido hace ya de eso más de treinta años.

Su bondad y entrega hacia los demás hizo que la herencia de su hijo José Antonio la donara a los vecinos del pueblo. En aquella parcela se levanta hoy el Centro Cultural, la ermita de Santa Rita, el parque infantil, canchas deportivas y la plaza pública. La admiración de los vecinos por esta mujer que hoy tiene en sus espaldas 80 años, ocho hijos, 21 nietos y 8 bisnietos es patente, pues sienten por ella una verdadera admiración.

La vida de Anita ha estado salpicada de momentos duros. Se quedó viuda con 47 años y con cuatro hijos solteros en casa. A ello se le suma la enfermedad de su segundo hijo, que murió en el sanatorio de El Sabinal, el fallecimiento de otro de sus vástagos o el de su propio marido. Sin embargo, la muerte de la mujer de su hijo Domingo la ha marcado. Desde entonces tuvo que abandonar su casa y mudarse a la de su hijo para atender a sus nietos". Armando tenía entonces 14 años y Roberto tan sólo nueve meses.

"Ya han pasado unos años y los he criado con todo mi amor, como si fueran míos", señala Anita, que es una mujer pro-fundamente religiosa. "Todos los días voy a rezarle a Santa Rita. Haya frío o calor. Al principio no era muy devota y no me gustó cuando querían ponerla aquí como patrona, pero me ha convencido de que es la mejor", señala mientras coloca unas velas en la ermita, de la que es su guardiana mayor, no sólo porque donó la parcela para su construcción, sino por su devoción.