Nunca fue marinero, ni hombre de la mar, pero llegó a ser propietario de una flota de diez barcos que faenaban en el banco canario-sahariano. José Hierro Umpiérrez (Corralejo, 1920), más conocido en toda isla como Pepe Hierro, nació en una familia humilde en aquella Fuerteventura del hambre y la sed.

Su padre, Manuel Hierro Vera, era carpintero de Corralejo y tuvo 12 hijos. A pesar de esta familia numerosa los sacó a todos adelante. "El pescado nos mató el hambre", relata Pepe, "mi padre cambiaba trabajos en la carpintería por pescado para comer en la casa". Además, recuerda, "también ayudó a salvarnos la pensión de 400 pesetas que cobraba mi abuelo, que vivía con nosotros y fue farero de Jandía, Lobos, El Cotillo y de algunas zonas de Lanzarote".

A principios de los años 60 adquirió su primer barco, el Jos Mari, para realizar el trayecto entre las islas de Fuerteventura y Lanzarote con el objetivo de transportar mercancías y más tarde lo envió para África. El negocio comenzó a funcionar y poco a poco fue adquiriendo barcos hasta completar una flota de diez nevereros. Entre ellos estaban el Estrella de Oro, el María Santana, el Jos Mari, el Dolores del Carmen, el La Velita o el Adelita que pescaban en la costa africana. "Llegué a tener unos 70 trabajadores de Fuerteventura y Lanzarote", dice.

Además, señala, vendían la mayor parte de las capturas en El Aaiún. "Principalmente al Ejército español, aunque también traíamos pescado a Fuerteventura, mientras que a Tenerife se mandaban toneladas para convertirlas en harina".

No todo fueron alegrías en la flota de Pepe Hierro. También sufrió las consecuencias del mar porque algunos de sus barcos se hundieron en la costa africana. "A los diez días de comprar uno de los barcos en Gran Canaria se hundió en África tras chocar contra otro. también me encallaron el Estrella de Oro en Puerto Lajas; me robaron otro en Villa Cisneros, que nunca apareció; el Jos Mari encalló en El Aaiún; y me destrozaron otro cuando fue a reparar a Tenerife".

Sin embargo, uno de los momentos más amargos de Hierro fue cuando el patrón del Adelita cogió a un marinero en Lanzarote sin comunicarlo a la empresa y se ahogó durante la travesía a África. "Casi me muero porque pensé que no estaba asegurado, pero gracias a Dios le habían arreglado los papeles".

"Qué tiempos aquellos, paisano", rememora Pepe Hierro con cierta nostalgia tras haber vivido una época de esplendor económico y donde las familias le tocaban en su puerta en busca de trabajo. "Era una cosa tremenda, había mucho trabajo y se ganaba dinero", sentencia.