Los perros descontrolados siguen siendo un auténtico peligro para el ganado. Asimismo, las cabras sueltas también representan una seria amenaza para la flora endémica y para los cultivos. Un problema histórico que tiene difícil solución en Fuerteventura. Los perros degolladores continúan arrasando y esparciendo víctimas en el campo majorero.

Francisco Sosa Pérez (La Oliva,1975) lleva en sus genes sangre de ganadero, afición que heredó no solo de sus padres, sino de sus antepasados. Tiene unos 500 animales en la zona de Montaña La Arena, un paraje natural del municipio de La Oliva. Aquí tiene sus corrales, donde atiende casi todo el día a sus animales. "En la ganadería no hay descanso ni festivos", apunta Francisco mientras ordeña a una de sus cabras.

Los perros descontrolados le han causado daños en su ganadería. "En un año me han matado unas 70 cabras y me han herido muchos animales. Los dueños de los perros deben controlarlos. Hace pocos días han vuelto a atacar de nuevo. A veces me pego toda la noche acechándolos", afirma el ganadero sobre el problema.

Sin embargo, las quejas de Sosa Pérez han caído en saco roto. "He llamado en numerosas ocasiones tanto a la Policía Local de La Oliva como a la Guardia Civil y no han actuado. A pesar de que les daba toda la información me ignoraban".

El ganadero señala que las cabras sufren las consecuencias de los ataques de los canes: "Muchas de ellas por el susto se recogen en leche y si les muerden las ubres se quedan mancas y no sirven para producir leche. A otras que son mordidas les entra tetera y fiebre".

Las pérdidas económicas para esta ganadería majorera "asciende al menos a 20.000 euros. A ello, hay que sumarles los gastos de veterinario", apunta Francisco Sosa.

El ganadero anunció que "hace escasos días se interceptaron a los perros. Quizá demasiado tarde".