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Entrevista: Domingo Cordero

"Cuando entré en el Barrio 18 de El Salvador sentí el bien y el mal absoluto"

"La vida en una comunidad rural cambió en un año con un programa de semillas orgánicas", esclarece el delegado de Manos Unidas en Fuerteventura y maestro en el IES Santo Tomas de Aquino

El activista afincado en Fuerteventura Domingo Cordero, en su reciente visita por El Salvador. LAPROVINCIA/DLP

Tuvo la suerte de formar parte del grupo de Manos Unidos de España para supervisar los proyectos en El Salvador. ¿Qué le sorprendió de su visita reciente por este país de Centroamérica?

Me han impresionado varias cosas pero en especial que hay un cambio de mentalidad, la gente no busca el individualismo y la familia sino el bien común. Lo percibes, la gente no trabaja para él sino para la comunidad porque se beneficia mas. Es un país tremendamente religioso, van en el coche y llevan mensajes de primera corintio, en las guaguas Jesucristo vive. Tienen más iglesias que bares en España. Se puede entender porque cuando surge toda la teoría de la liberación con Rutilio Grande y Óscar Romero, lo que intentan es transformar toda la injusticia social. Para resumir a Estados Unidos le preocupa todo eso, le había pasado en Nicaragua con el frente sandinista, y lo que hace es meter toda la corriente evangélica porque son grupos estufa, que no cuestionaban nada. Por la noche no queda nadie en la calle y en esas iglesias se reúnen, se organizan las actividades como aquí un club o un centro social y deportivo.

¿Cómo pudo entrar en el violento Barrio 18 organizado por pandillas que se enfrentan a la mara salvapatrulla MS13?

Acompañado de nuestros socios locales de Manos Unidas que residen allí, así pude entrar en contacto con los barrios más peligrosos, como Barrio 18 para conocer varios proyectos de canalizaciones, alfabetización y búsqueda de la paz. Cuando te metes de repente te sientes observado, a diferencia de otros núcleos donde todo el mundo habla allí reinaba el silencio. Los niños nos recibieron y bailaron y luego tuvimos un almuerzo y fue por el fútbol con los equipos del Madrid y Barcelona que están muy metidos en la población logré conversar. Así que hice bromas con la camiseta del barsa que llevan algunos niños, y el ambiente se relajó en el almuerzo, y los padres hablaron. Comentaban que allí sus hijos de diez, once, doce o trece años tienen que pertenecer a la mara porque de lo contrario están en peligro, pero si entran la mara los defiende. La Policía no discrimina y mata, así que esa es su defensa.

¿Sobre el terreno se toma conciencia de la importancia que asumen los proyectos de solidaridad?

Sí, Manos Unidas está presente allí con los socios locales, y para mí fue una experiencia muy fuerte porque en un metro cuadrado ves el mal absoluto y el bien absoluto. La esperanza de la desesperanza se da ahí, y lo ves y lo palpas. Muchos socios locales han estado perseguidos, se han jugado la vida, y algunos siguen jugándosela. Por supuesto que allí con tantos niños ves la importancia de ofrecer herramientas para mejorar y cambiar esa realidad social tan complicada.

¿Algún programa le entusiasmó especialmente?

Existen varios, pero hubo uno que desarrolla una compañera en el país de alfabetización que surge al comprobar que hay mucho trabajo informal de venta ambulante en los mercados locales, donde las madres dejaban a sus hijos en una caja fruta durante horas. Así que desde hace años Marisa organiza una escuela de alfabetización coge a los niños de cero a seis años. le enseña y les da de comer. Una iniciativa que requiere dinero para mantener todo eso pero que ha cambiado el país. Luego pasan a los colegios. Ahora con el Estado gobernado por el Frente de Liberación ha apostado por la escolarización hasta noveno grado, de seis años a tercero de la ESO. El Estado les da el uniforme, y ha sido importante para unificar en un país tan violento, y reciben la comida. Van a clase por la mañana y por la tarde, con ayuda escolar hacen actividades como por ejemplo batucadas para sacar a los adolescentes de las calles. Aquí puede ser una fiesta allí es una necesidad.

¿Se habla de la violencia en la calle?

Sí, a partir de las cinco y media o seis de la tarde oscurece, y no queda nadie fuera. La violencia toma las calles, así que proyectos como los que comentaba de la batucada o actividades por las tardes van a ir acabando con esa violencia que impera por las noches, les quitan espacio. Estamos hablando de un territorio muy pequeño que tiene 2.800.000 habitantes huyendo de la violencia, de un total de seis millones de residentes. En lo que yo estuve allí se registraron treinta y nueve muertos. Mucha gente saliendo fuera del país, su refugio sigue siendo Estados Unidos, y el problema es que tienen el dólar como moneda nacional, y eso les ha empobrecido todavía más.

¿Cómo cambia la vida de una comunidad rural con un proyecto de capacitación?

Cambia de forma radical en un año. He estado en una comunidad rural supervisando un proyecto de microhuertos que ha cambiado totalmente. Se dedicaban al frijol y el millo utilizando muchos pesticidas, y la población estaba muy deteriorada físicamente y con problemas de salud. Así que comenzaron a introducir semillas orgánicas, agricultura ecológica, han logrado capacitar a la gente también con Cáritas Zacatecoluca. Han creado huertos y unas piscifactorías pequeñas, y se garantiza una comida sana y variada. Han comenzado a elaborar vino y helados, que antes no se hacían. Ahora se reúnen las comunidades, empiezan a conocer sus derechos y a reivindicar leyes más justas para ellos. Fue una visita productiva, estuve en proyectos de mujeres emprendedoras con una panadería en Vista Hermosa, otro del camarón y programas para la higiene y salud.

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