¿Podría distinguir en medio de una tormenta qué gotas de agua formaron un día parte del Amazonas o cuáles provienen del Mediterráneo? Pues algo así acaban de conseguir dos científicos europeos en los campos de dunas de Fuerteventura, al detectar en ellos granos de polvo del Sahara.

La revista Hungarian Geographical Bulletin publica en su último número esta versión científica de uno de uno de los dichos más populares del refranero español ("Como buscar una aguja en un pajar"), protagonizada por György Varga, del Centro de Astronomía y Ciencias de la Tierra de Budapest, y Christopher-Bastian Roettig, del Instituto de Geografía de la Universidad de Dresde (Alemania).

Los científicos calculan que cada año el viento dispersa por el planeta entre 2.000 y 3.000 millones de toneladas de polvo procedentes de los desiertos y zonas semiáridas. Y la mayor fuente entre todos ellos es, con diferencia, el desierto del Sahara, del que proviene entre hasta el 70% del polvo presente en la atmósfera.

Buena parte del polvo norteafricano que extienden los vientos del Este cruza el Atlántico hasta el Amazonas, el Caribe e incluso Estados Unidos arrastrado por corrientes atmosféricas a gran altitud, pero otra nada despreciable se queda en Canarias, en forma de las calimas que regularmente envuelven a las Islas.

Ese ciclo se repite desde hace unos tres millones de años, desde que las húmedas sabanas y bosques que un día cubrieron el norte de África se convirtieron en el mayor desierto del planeta, con nueve millones de kilómetros cuadrados de extensión (el equivalente a todo el territorio del cuarto mayor país del mundo, Estados Unidos).

Los dos firmantes de este trabajo explican que se han propuesto estudiar las dunas más antiguas de Fuerteventura, las llamadas dunas fósiles, porque consideran que pueden ofrecer información sobre los cambios experimentados por el clima durante el Cuaternario y sobre cómo ha evolucionado la circulación de polvo en la atmósfera.

La arena de las dunas de Fuerteventura está compuesta en más de un 90% por sedimentos marinos de origen orgánico y solo en un 10% por material mineral, pero también se calcula que en la actualidad las calimas depositan cada año en Canarias entre 20 y 80 gramos de polvo de Sahara por metro cuadrado de terreno.

¿Es posible distinguir esos gramos de polvo entre miles de metros cúbicos de arena compuesta básicamente por carbonatos?

Varga y Roettig aseguran que lo han conseguido en varias muestras de las paleodunas de Fuerteventura formadas por más de 50.000 partículas de arena cada una, siguiendo la pista del cuarzo, el principal componente del polvo del Sahara.

Sin embargo, también precisan que ninguna de las técnicas que han empleado se basta por sí sola para lograrlo, sino que sólo han llegado a encontrar la proverbial aguja en el pajar (el polvo del Sahara entre la arena de las dunas de Fuerteventura) utilizando una combinación de varias y la ayuda de equipos de espectroscopia Raman.

De hecho, subrayan que no existen unos parámetros concretos de granulometría que caractericen a las partículas de polvo sahariano, porque su geometría suele ser irregular y variada.

En su caso, han podido distinguir un material de otro a partir de imágenes microscópicas de cada partícula, analizadas por tamaño, forma e intensidad en una escala de grises.

El trabajo llega incluso a afinar un poco más y sugiere cuáles pueden los puntos concretos del Sahara de los que provino ese polvo. Los autores apuntan tres candidatos: Taoudeni, una zona desértica del norte de Mali cubierta por el lecho de un antiguo lago salado; el macizo Adrar Souttouf, en el Sahara Occidental; y las laderas occidentales del macizo de Ahaggar, en el sur de Argelia.